Arturo Huerta González
En el mes de enero de 2011, según el INEGI, México traía un crecimiento anualizado (en relación al mismo mes del año anterior) de 5.87 por ciento. En febrero el crecimiento anualizado, fue de 4.62 por ciento; en marzo pasó a ser de 3.60 por ciento; y en abril fue solo de 2.44 por ciento. La actividad industrial en abril, traía un crecimiento industrializado de 1.45 por ciento, que contrasta con el crecimiento anualizado de 6.51 por ciento que tenía en enero. Ello es consecuencia de la desaceleración de la actividad industrial y económica que tienen los Estados Unidos (EU), lo que está frenando nuestras exportaciones hacia dicho país.
La Reserva Federal de Estados Unidos bajó el pronostico de crecimiento de su economía, entre 2.7 y 2.9 por ciento, siendo que en el mes de abril el pronostico era de entre 3.1 y 3.3 por ciento. Dicha economía enfrenta problemas de inflación derivados del alza del precio del petróleo, como de los alimentos, dada la repercusión que el alza internacional de los precios de tales productos tiene sobre su economía. Ello está disminuyendo el poder adquisitivo de los salarios, lo que junto con la alta tasa de desempleo (9.1 por ciento), contrae la demanda, y de ahí la actividad económica, por lo que cae en un círculo vicioso, ya que menos posibilidades hay de que aumente el empleo, y en consecuencia la demanda, necesaria para retomar la dinámica económica.
Los próximos meses y años será de menor crecimiento para la economía de EU, como para los países europeos, y para la nacional. En Estados Unidos, el Congreso ha aprobado reducir el déficit fiscal, a fin de poner tope al endeudamiento del gobierno. Ello se traducirá en restricción del gasto público, como en aumento de impuestos, lo que contraerá la demanda, y en consecuencia la actividad económica y el empleo. Tal situación afectará a la economía mundial, dado que los Estados Unidos comprarán menos productos del resto del mundo, lo que disminuirá las exportaciones de éstos, hacia dicho país, frenando así su dinámica económica, tal como ya está aconteciendo en nuestra economía.
La desaceleración de la economía de EU, y las altas tasas de desempleo, acentuarán los problemas de insolvencia, que terminarán restringiendo la disponibilidad crediticia, lo que hará más difícil retomar el crecimiento de la inversión y del consumo, y por ende la actividad económica. Lo mismo está aconteciendo en los países europeos. En ellos (exceptuando a Alemania) se están instrumentando drásticas políticas de austeridad fiscal (recortes de gasto e incremento de impuestos, como prestaciones laborales, y hasta disminución de salarios a los funcionarios públicos), encaminadas a generar ahorros forzosos para cubrir el pago de su deuda pública, por lo que se contraerá más la demanda, como la actividad económica y la generación de empleos.
En ese escenario no tienen perspectivas de crecimiento hacia el mercado interno, ni hacia el mercado externo, dada la generalización de las políticas de ajuste fiscal, lo que contraerá el mercado internacional, y recrudecerá competencia en tal mercado, y por lo tanto la guerra de divisas, que puede desembocar en políticas proteccionistas.
A pesar de que el mercado externo estará contraído, y enfrentará fuerte competencia, en nuestro país se insiste en priorizar el crecimiento hacia fuera, y se desatiende el mercado interno. Las exportaciones manufactureras no se han traducido en crecimiento industrial, ni en mayor empleo, ni en mayor dinámica económica, y menos lo representará ahora, dado el escenario de desaceleración de las economías desarrolladas, y de falta de competitividad de nuestros productos en dicho mercado. Si en realidad se quisiera revertir la desaceleración de la economía nacional, habría que dinamizar el mercado interno, para lo cual habría que incrementar el gasto público, así como el empleo y los salarios. Además, habría que revisar la apertura comercial externa, a fin de evitar filtraciones de demanda hacia el exterior.
Al proseguir las políticas predominantes de dólar barato, de disciplina fiscal, de apertura comercial y financiera, y de desregulación del sector bancario–financiero, seguiremos recreándonos en el contexto de bajo o nulo crecimiento económico, de alto desempleo, y subempleo, y de crecimiento de la economía informal, de marginación y pobreza, como en el clima de violencia que se vive en el país.
Fuente: La Jornada de Oriente
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