martes, 8 de septiembre de 2009

El hombre mediocre




El hombre mediocre

Los cambios en el gabinete federal sólo confirman algunas de las características de Felipe Calderón señaladas ayer en este mismo espacio: aislamiento, obstinación, desconfianza y debilidad. Es una pena que el presunto capitán de la nave, en medio de los vientos huracanados que amenazan con mandar a pique la embarcación, quiera convertir en oficiales a marineros poco experimentados o de méritos dudosos.


Sallard
Los nombres de los elegidos confirman el bajo perfil de los altos funcionarios de la actual administración panista. En el equipo calderonista abundan los hombres y mujeres de medio pelo, en el mejor de los casos. Qué lejos está el michoacano de José Ingenieros. Con un grupo de colaboradores como ese no puede aspirar al éxito, mucho menos a la trascendencia. Su accionar encaja, a mi juicio, en el prototipo del Hombre mediocre, descrito en la obra homónima del autor argentino que tanto influyó en la juventud latinoamericana durante la primera mitad del siglo XX.
La obra de Ingenieros, publicada en 1913, trata sobre la naturaleza del ser humano, oponiendo dos tipos de personalidades: la del mediocre y la del idealista. En ese marco analiza las características morales y las formas y papeles que uno y otro han adoptado en la historia, la sociedad y la cultura. Algunos de sus planteamientos fueron tomados y reformuladas dos décadas después por el español José Ortega y Gasset, para construir La rebelión de las masas.

El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar. Es cómplice de los intereses creados. Vive según las conveniencias. Es acomodaticio y cobarde, aunque con frecuencia presuma de valentía. No son genios ni héroes ni santos. No aceptan ideas distintas a las que ya han recibido por tradición. El mediocre lucha contra el idealismo por envidia. Intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí.
Escribió Ingenieros: “La rutina es un esqueleto fósil cuyas piezas resisten la carcoma de los siglos (…) En su órbita giran los espíritus mediocres. Evitan salir de ella y cruzar espacios nuevos; repiten que es preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer. Ocupados en disfrutar lo existente, cobran horror a toda innovación que turbe su tranquilidad y les procure desasosiegos. Las ciencias, el heroísmo, las originalidades, los inventos, la virtud misma, parécenles instrumentos del mal, en cuanto desarticulan los resortes de sus errores”.

Otra frase que viene como anillo al dedo, a propósito del presunto informe de gobierno: “El mediocre es solemne. En la pompa grandílocua de las exterioridades busca un disfraz para su íntima oquedad; acompaña con fofa retórica los mínimos actos y pronuncia palabras insubstanciales, como si la humanidad entera quisiese oírlas”.

En un terreno más mundano, los relevos de ayer me recordaron la frase que repetía un viejo amigo, Isidro Miranda Araujo, panista de tradición en Sonora y Baja California, fallecido hace pocos meses a los setenta y tantos años: “Los hombres y mujeres de primera se rodean de gente de primera. No le tienen miedo a la inteligencia ni al conocimiento. En cambio, los hombres y mujeres de segunda se rodean de gente de tercera”.

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