viernes, 2 de octubre de 2009

El dogma del gasto público




Por Félix Arredondo
01 Oct 2009
Desde hace 40 años, todos los gobiernos mexicanos han aumentado el gasto público para generar crecimiento y reducir la pobreza. Hasta ahora, ningún presidente, ni del PRI ni del PAN, lo ha logrado.

¿Puede el gobierno reducir la pobreza aumentando el gasto público? ¿Puede hacer que crezca la economía en forma sostenida mediante la expansión del gasto?

"Sin duda", respondería de inmediato cualquier político o tecnócrata mexicano.

La creencia está tan generalizada, que no importa si se es de izquierda o de derecha. Es como un dogma de fe.

En lo que no están de acuerdo es en cómo debe ser financiado y administrado el gasto público.

Sin embargo, después de 40 años, el dogma continúa vigente.

Pero, como todos los dogmas, siempre cabe la pregunta: ¿Será cierto?

El antecedente

En 1971, en el primer año de su administración, el presidente Luis Echeverría enfrentó una inesperada crisis mundial de precios.

El sistema monetario internacional cambió radicalmente porque en 1971, el gobierno de Estados Unidos abandonó la convertibilidad de su moneda al oro.

"La oferta monetaria se hizo más elástica, acomodando no sólo las tendencias salariales inflacionistas, sino también el precio monopolista de los bienes básicos de comercio internacional", dice el documento del Sexto Informe de Gobierno de Echeverría.

En los 70, cada vez que el precio del petróleo aumentaba, el mercado del eurodólar crecía para financiar los déficits de los países importadores de petróleo.

La inflación en Estados Unidos convirtió en un problema grave.

"En veinte años, de 1952 a 1971, los precios al por mayor habían aumentado menos de un 30 por ciento, pero tras 1971, y en tan sólo once años, los precios aumentaron ¡un 157 por ciento!", escribe Robert Mundell en su libro "Una Revisión del Siglo XX".

Muchos gobiernos no supieron qué hacer para enfrentar aquella crisis internacional, que, como siempre, resultó ser la "más grave" de la historia.

"Coincidiendo con el principio de esta administración, a mediados de 1971, se inició la más grave crisis monetaria, comercial y financiera que ha sufrido el mundo durante las últimas décadas", dijo en su Sexto Informe el presidente Echeverría a manera de justificación de sus fracasos económicos.

Por otra parte, en 1971 también disminuyó sensiblemente el ritmo de crecimiento de la economía mexicana.

Después de 12 años de un crecimiento sostenido a una tasa superior a 6 por ciento, la administración echeverrista apenas había logrado un "modesto" 3.7 por ciento.

Mientras los precios internacionales subían, el ritmo del crecimiento económico disminuía. Era urgente hacer algo.

Fue entonces cuando un grupo de economistas, malinterpretando las tesis keynesianas para reactivar la economía, establecieron el nuevo paradigma.

La concepción

México optó por solucionar sus problemas económicos elevando el gasto público.

Quienes diseñaron la estrategia creyeron que así se podría incrementar el índice de crecimiento, atenuar las desigualdades, generar empleo y abatir la pobreza.

En 1972, el gasto del sector público se disparó, al igual que el déficit.

Lo mismo sucedió en 1973 y en los años subsecuentes del gobierno de Luis Echeverría.

El secretario de Hacienda Hugo. B. Margáin fue destituido -poniendo como pretexto que se había caído de un caballo- por oponerse al acelerado aumento del gasto y del déficit.

Echeverría nombró en su lugar a José López Portillo. Carlos Tello Macías fue designado subsecretario de Ingresos.

La exposición de motivos de la Ley de Presupuesto presentada en noviembre de 1974 definió el dogma del gasto público.

"En México, el Gasto Público, no sólo cumple con el papel de atender los servicios que el Estado presta en el ejercicio de sus funciones tradicionales y que por sí mismas justificarían su expansión frente al explosivo crecimiento demográfico, sino que constituye el principal motor del crecimiento económico y social".

Evidentemente, para financiar el incremento del gasto público, era necesario aumentar los impuestos y los precios de los productos y servicios de las empresas paraestatales, como la gasolina y la energía eléctrica.

En 1975, el gobierno subió los impuestos disfrazando la medida con el término "adecuaciones fiscales".

Fue entonces cuando la recaudación alcanzó su máximo histórico con respecto al PIB.

"En el área tributaria, debo enfatizar que la carga fiscal se elevó de un nivel estático del 12.5% a un 16% en 1975. Rompimos la política de mantener la estabilidad ficticia de los precios y tarifas de los bienes y servicios que producen las empresas públicas", presumió Echeverría en su último informe.

Las medidas parecían haber funcionado. Sin embargo, al final del sexenio, las consecuencias fueron catastróficas.

Con todo y el crecimiento económico. Con todo y los récords recaudatorios, México se quedó sin dinero.

Después de una fuerte devaluación, el gobierno mexicano tuvo que acudir casi de rodillas ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) para pedir más dinero.

A la postre, el crecimiento del gasto público trajo más pobreza, menos empleo y un conato de golpe de Estado.

Sin embargo, el dogma del gasto público sobrevivió. Lo debatible era la forma de financiarlo.

Cuando arribó José López Portillo al poder, creyó que los enormes yacimientos de petróleo resolverían en definitiva el problema del bajo crecimiento y la pobreza.

El gasto público volvió a crecer. Esta vez financiado en su mayor parte con los ingresos petroleros.

Se inventaron programas a diestra y siniestra para combatir la pobreza y "generar empleos".

Sin embargo, cuando los precios del petróleo tuvieron una leve caída, el gobierno no bajó el gasto público.

El pretexto fue el de siempre: sostener el crecimiento económico y el combate a la pobreza.

Al final, llegó el desastre inevitable. Cayó el índice de crecimiento de México y aumentó la pobreza.

En el gobierno del Miguel de la Madrid, el gasto público seguía siendo muy alto.

Sin embargo, el crecimiento de México ya no tenía viabilidad. La mayor parte del presupuesto se usaba para pagar deudas e intereses.

Además, México estaba atrapado en un círculo perverso de inflación-devaluación.

No obstante, el dogma del gasto público subsistió.

Con Carlos Salinas, el gasto público disminuyó sensiblemente mediante la desincorporación de empresas públicas y la reestructuración de la deuda.

Aun así, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo seguían creyendo que incrementar el gasto público servía para abatir la pobreza y promover el crecimiento.

Salinas inventó su "Pronasol", Zedillo su "Progresa".

Evolución del PIB y del gasto público

El dogma del gasto público no fue cuestionado cuando Vicente Fox llegó a la Presidencia de la República.

Los mexicanos volvimos a escuchar las tesis de siempre. En abril de 2001, el "Presidente del Cambio" intentó aumentar los impuestos con base en el siguiente argumento:

"Durante mi campaña presidencial, ustedes me plantearon tres grandes problemas: 1.La terrible distribución del ingreso y la inequidad en el país. 2. La falta de crecimiento y generación de empleos y, 3. La pobreza y los rezagos acumulados.

"Por ello, el primero de diciembre me comprometí con todos ustedes a enviar al Congreso de la Unión una Reforma Hacendaria, que nos permitiera abatir los graves rezagos sociales que tiene nuestro país, promover el empleo, el ahorro y la inversión. Mañana estoy enviando al Congreso esta iniciativa, que propone una nueva Hacienda Pública Distributiva.

"Es muy importante que sea hoy para dar inicio a la eliminación de la marginación cuanto antes, al igual que a la pobreza".

En tres ocasiones, Fox intentó aumentar los impuestos. Las tres veces se lo impidió la oposición.

A pesar de ello, el incremento de los precios del petróleo le dio un flujo de recursos inesperado. Muy superior al que hubiera deseado a través del aumento de impuestos.

Gracias a ello, Vicente Fox no sólo pudo mantener el alto nivel de gasto, sino que lo incrementó sustancialmente. De hecho, amplió el programa Oportunidades.

Sin embargo, el crecimiento económico de su sexenio fue de apenas 2.32 por ciento. Y, de nuevo, la cantidad de pobres aumentó.

¿En qué cree Felipe Calderón?

"El tiempo se agota. No nos vamos a permitir condenar a una generación de mexicanos al hambre, a la desnutrición o al abandono...

"Por esa razón, presenté al Congreso de la Unión una propuesta de Paquete Económico, que a pesar de contemplar la enorme reducción de ingresos no sólo de la sociedad, sino del Gobierno, para hacer frente al Presupuesto, es un Paquete que se centra fundamentalmente en no sólo no detener, sino acelerar la lucha contra la pobreza extrema en el país y cerrar la brecha de desigualdad que separa a los mexicanos".

El pronunciamiento es del presidente panista Felipe Calderón, pero pudo haber sido suscrito por cualquiera de sus antecesores.

A través de la radio, todos los días los ciudadanos escuchan la publicidad del gobierno, que trata de vender el dogma que nació hace 40 años, el mismo que los mexicanos que no estamos en el gobierno nos resistimos a creer.

Y es que todo indica que ese dogma es puro cuento.

Las explicaciones que faltan

¿Alguien nos podría explicar cuántos pobres dejaron de ser pobres gracias al Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural (Pider), el Programa Nacional de Solidaridad Social del IMSS, la Comisión Nacional de Zonas Áridas y Marginadas, el Plan Nacional para Zonas Deprimidas y Grupos Marginados-Coplamar y el Sistema Alimentario Mexicano?

¿Qué resultados tuvo el Programa Nacional de Empleo, el Sistema Alimentario Mexicano, el Plan Nacional de Desarrollo Industrial, el Plan Nacional de Desarrollo Urbano, los Programas Nacionales de Alimentos y Nutrición, el Programa Nacional de Orientación Familiar, el Programa Nacional de Educación para Todos, el Programa Piloto de Mínimos de Bienestar, el Programa de Vivienda Progresiva, el Paquete Detección-Atención del Instituto Nacional de Nutrición, el Sistema Alimentario Nacional (SAM), la Alianza para la Producción, el Pronasol, Progresa, Oportunidades y la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas?

La lista es interminable.

Existen fideicomisos, fondos, institutos, centros de estudio, etc., etc., financiados con recursos públicos.

¿Pero acaso alguno de ello ha contribuido a que haya menos pobres?

Lo que sí es una realidad es el bajo crecimiento económico y el alto gasto público desde que los pobres se inventaron como pretexto para aumentar los impuestos y contratar créditos.

Quizá por eso, el ex presidente Vicente Fox, en una inusual actitud, decidió decir la verdad el domingo pasado en San Cristóbal.

"La pobreza no la reduce el gobierno, ése es un cuento (...) la pobreza se reduce con una economía exitosa, con un sistema educativo de calidad, con un sistema de salud nacional y de cobertura para todos (...) con inversión extranjera, inversión nacional, con la generación de empleos y sobre todo con el trabajo de todos los mexicanos", dijo el primer presidente de extracción panista.

Si eso cree, ¿por qué no llevó esas ideas a la práctica durante su gobierno?

La respuesta, sin ser dogmática, no deja lugar a dudas. Es que Fox también fue puro cuento.

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