viernes, 2 de octubre de 2009

Peñitas


Javier Solórzano
Vitral

Peñitas


No hay que ir muy lejos en la ciudad de México para encontrarse con la pobreza. Peñitas es una pequeña colonia ubicada en Álvaro Obregón. Tienen servicios básicos conseguidos entre el asistencialismo y las promesas políticas de cada tres y seis años, y por largas luchas cotidianas y de ires y venires a oficinas de gobierno. En esta colonia todo cuesta trabajo. Cuesta trabajo llegar a la zona, enfrentar las lluvias, tener dinero y vivir, aunque como bien nos dijeron, “más que vivir aquí se sobrevive”.

Peñitas está cerca de todo. De Santa Fe, de San Ángel, de CU, de la carretera a Toluca, del Desierto de los Leones. Es una zona que se ha convertido en parte del decorado y la escenografía de la ciudad. Es vista como la zona “de los pobres” y los “paracaidistas”. Ha crecido por el hacinamiento propio del DF, pero también por el clientelismo político que antes era propiedad del PRI y que ahora es fundamentalmente del PRD.

Mucha gente de Peñitas es originaria de Puebla. “Nos venimos desde hace tiempo. Unos nos quedamos aquí y otros se fueron a EU, en Puebla no había nada que hacer”. Pedro tiene 37 años y lleva 12 años en Peñitas. Trabaja en una empresa de seguridad. Gana el mínimo y tiene turnos de 24 horas. No se fue a EU porque “por lo menos en mi país ando libre y nadie me anda persiguiendo, aunque todavía hay racismo”.

Los hombres de Peñitas o están en EU o se la pasan trabajando todo el día. Para llegar a su trabajo llegan a hacer hasta dos horas y media, el cual en la mayoría de los casos es eventual. Peñitas es a lo largo de la semana una colonia sin hombres. Las mujeres son las que se encargan de todo. Van a la delegación y se pelean; están tras las autoridades para que les otorguen el Rotoplás para el agua; se andan defendiendo de los muchos vivales que se andan ofreciendo para regularizar terrenos o venderlos y, sobre todo, cuidan a sus hijos.

Le preguntamos a doña Esperanza, una mujer mayor, viuda con cuatro hijos, si tenía sueños. Se le enrojecieron un poco los ojos y en medio de muebles sobre muebles en un pequeño espacio en que apenas se podía caminar, nos dijo: “Quisiera tener una casa mejor que ésta, me gustaría que fuera mía y que toda estuviera ordenada, no como aquí”.

Ifigenia es otro gran personaje. Es de Guerrero, “así que va a perdonar mi lenguaje”. “Dígale a Marcelo Ebrard que venga para que por lo menos se ensucie los zapatos, y de paso también dígales a los diputados y su 2% que vengan a ver la chinga que es vivir aquí”. Peñitas es parte de las innumerables contradicciones e injusticias de la ciudad y del país. Es sorprendente cómo la gente tiene buena cara. Los hijos hacen la felicidad y el orgullo de padres y madres, mientras los niños viven en la ingenuidad porque inevitablemente algún día se darán cuenta del país que les hemos heredado y en que les ha tocado vivir, y a futuro será inevitable que nos pasen la cuenta.

¡OUUUCHCHCCH! Es un misterio. Si alguien lo ataca, el de Los Pinos sale de inmediato en su defensa. El nuevo procurador va que vuela para ser comparsa de una supersecretaría que ya es más que una procuraduría. ¿Pues qué le deben o qué sabe?

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