viernes, 9 de octubre de 2009

Mensaje de horror a mujeres en Chiapas





Mensaje de horror a mujeres en Chiapas
SARA LOVERA

MÉXICO D.F., 8 de octubre (apro).- El control de las mujeres por el poder, analiza Joan W. Scott, aparentemente no tienen sentido o ganancia directa e inmediata, más que para mantener el poder, busca hacer visible que ese poder es inalterable a través del tiempo.

¿Qué razón tienen los ataques intermitentes a un pequeño grupo de mujeres en Chiapas? Si se pudiera analizar, Scott diría, que es la demostración del poder y el deseo permanente de mantener a las mujeres bajo dominio.

El pasado 26 de septiembre, por enésima vez, fue enviado un mensaje de horror a las mujeres de la organización no gubernamental K'inal Antsetic o Tierra de Mujeres.

Sus instalaciones en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde operan desde 1995, fueron incendiadas. Las indias que ahí pernoctan, están asustadas y atemorizadas, colocadas en el banquillo de la más tremenda opresión.

Ahí, en esas instalaciones, se recibe a mujeres indígenas a quienes se les proporciona alimentación y cobijo, para que durante su estancia puedan aprender a leer y a escribir, a pensar, a mejorar su vida. Ese es su trasgresión y su pecado.

La estadunidense Scott, cuyos escritos de hace 20 años recobraron vigencia en los últimos días, a propósito de la edición en español de su libro Género e Historia, (FCE/UACM), explicaría esa acción como parte de la construcción y consolidación del poder, ese del actuar nazi o de los gobiernos dictatoriales.

¿Quién puede estar en contra de que estudien las mujeres indígenas de Chiapas? Una voz en off diría que nadie, y que es un escándalo el abuso, la intimidación, el terror que infunden los hombres que traspasaron las puertas de la instalación y enseñaron sus vestimentas negras y sus pasamontañas a las jovencitas que estaban ahí.

Las acciones, según los hechos que antecedieron este artero atentado, indican que se trata de enviar mensajes de muerte y represión precisamente a la fundadora de esta casa de la Tierra de Mujeres, Yolanda Castro.

Yolanda, es una mujer de estatura pequeña y ojos dulces que conocí en 1994, cuando ya vivía en Chiapas, y había acompañado la creación de una cooperativa de bordadoras indígenas llamada Paz Kjoloviletik.

Las artesanas aprendieron a fabricar telas, bordados, blusas, huipiles y servilletas, para vender y exportar; aprendieron a ponerle precio a sus prendas y también a leer, escribir y hacer cuentas.

En eso estaban cuando las sorprendió la guerra zapatista. Un año después nació K'inal, una organización en Chiapas que se extendió por el país. Muchas mujeres indígenas han aprendido a hablar en público, a escribir y difundir sus demandas, a conocer cómo podían mejorar su vida, todo esto en otras latitudes y etnias mexicanas.

Esa es la trasgresión. No otra. Y Yolanda a quién se han dirigido estos ataques, igual que Nellys Palomo, quién murió recientemente, fundadoras de la casa y el centro de mujeres, estaban dispuestas a caminar al ritmo de las indígenas. Eso molesta, molesta mucho.

Hechos recientes

El pasado sábado 26 de septiembre, en las instalaciones que ocupa la organización no gubernamental K'inal Antsetik A. C. (Tierra de Mujeres) en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, alrededor de las ocho de la noche se introdujeron uno o dos sujetos vestidos de negro y cubiertos con pasamontañas con el objetivo de provocar un incendio en la infraestructura que se encuentra en proceso de construcción.

Los sujetos rociaron con gasolina algunas de las vigas que sostienen el techo recién colado y les prendieron fuego. Del incendio, se percataron algunas de las jóvenes que residen en el Centro, alertando al resto de sus compañeras para que de inmediato apagaran el fuego a cubetazos.

Dos de las jóvenes pudieron percatarse que en las instalaciones del Centro, cerca de la cocina, se encontraba aún uno de los sujetos, de complexión robusta, estatura promedio, vestido totalmente de negro y con pasamontañas, quien al ser descubierto se dio a la fuga, no sin antes encarar a las jóvenes que se encontraban a unos 20 metros de distancia.

Kinal Antsetik (Tierra de Mujeres) se ha caracterizado por la defensa de los derechos de las mujeres, apoya procesos organizativos de mujeres y hombres de distintas comunidades y organizaciones de Chiapas.

Esta acción causó una sensación de vulnerabilidad, terror; temen que nuevamente pueda ocurrir un hecho similar, temen por su integridad y seguridad personales.

Integrantes del Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS) señalan que han habido otros avisos, que los llevan a cabo paramilitares; los otros ataques, uno el 12 de noviembre de 2008, cuando se allanó el domicilio particular de Yolanda Castro y el 9 de diciembre siguiente, cuando sujetos con apariencia de policías intentaron obtener información de las actividades de K'inal Antsetk.

Desde mayo de 2008 se sabe que el Gobierno de Chiapas ordenó que la Procuraduría de Justicia del Estado procediera a integrar un expediente judicial contra Yolanda Castro, pretendiendo vincularla a varios delitos.

Se la quiere asociar con células armadas, pero no existen esos indicios. Denuncian que este propósito del gobierno de Chiapas coincide con una larga andanada para criminalizar a todas las personas y los grupos que trabajan por el respeto y en defensa de los derechos humanos.

Los hechos en las instalaciones de Tierra de Mujeres-K'inal Anzetik son una nueva llamada de atención sobre el desgobierno en México, saltan a la vista la forma de nuevos poderes regionales, que sin importar el tiempo, la época, los discursos y leyes de igualdad y de acceso de las mujeres a una vida sin violencia, actúan en forma contraria, descorriendo el entramado de confusiones y contradicciones que oculta el asentamiento del poder, de ese a que se refiere intelectualmente Scott.

Sabemos que en Chiapas existe lo que los especialistas llaman una guerra de baja intensidad, desde hace más de un década. Y casi nadie tiene el recuento de fechorías como las que viven las jóvenes indígenas. De ahí el recuerdo funesto de Acteal, revivido para hacerlo sangrar.

De los antecedentes se ha pedido a Juan Sabines, gobernador de Chiapas, que investigue, que responda, que explique de qué se trata. Me da la impresión que de esto mismo se trata lo que sucede en Guerrero, con Zeferino Torreblanca y, por otro lado, del poder infinito y regional del gobernador de Puebla en el caso de Lydia Cacho. Son exactamente los mismos personajes que ahora persiguen y encarcelan a las mujeres que se interrumpen un embarazo, como en Guanajuato, Veracruz y Puebla.

Es este horror de un sistema basado en el poder, al que, aparentemente no le reditúa nada material controlar a las mujeres, pero que lo hace, sistemáticamente, durante años y años. En Guerrero han perseguido a las familias que denunciaron violaciones a las indias de Barranca de Bejuco, y todavía no tenemos una reparación del daño a las 3 indígenas tzeltales que fueron violadas por un piquete de soldados en Altamirano, Chiapas en 1994.

¿Hasta cuándo seguirá la impunidad? ¿Hasta cuándo nos vamos a creer los discursos vacíos de equidad de género? ¿Hasta cuándo aguantarán esos cuerpos, esas psiques de dominación milenaria contra las mujeres? Ningún grupo o partido de izquierda alza su voz, se han quedado petrificados, todos también, en el círculo de poder que explicó la señora Scott para que entendamos qué quiere decir ese impenetrable concepto que se llama género.

saralovera@yahoo.com.mx

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