España anunció esta semana que brindará el servicio universal de Internet de un megabit con acceso gratuito a cualquier español que lo solicite a partir de 2011.
España anunció esta semana que brindará el servicio universal de Internet de un megabit con acceso gratuito a cualquier español que lo solicite a partir de 2011.
Con esta medida, la Madre Patria se convierte en la quinta nación del mundo, junto con Estonia, Francia, Grecia y Finlandia, en decretar el acceso de sus ciudadanos a la Red como un derecho universal.
El hecho contrasta brutalmente con lo que sucede en México, donde aun pagando las tarifas más caras del mundo, 7 de cada 10 mexicanos no tienen acceso a la Red.
Peor aún, de los mexicanos que tienen la posibilidad de hacerlo, apenas 5 por ciento –uno de cada 20 mexicanos– tiene acceso a una banda ancha de un megabit.
Para ver en toda su dimensión el drama del atraso tecnológico de México, basta decir que Corea, Francia, Suecia, Australia y Japón tienen una velocidad de banda ancha no de uno, sino de 100 megabits.
Estados Unidos, España, Dinamarca, Noruega y Alemania lo tienen de 50 megabits. Y naciones como Polonia, Irlanda, las repúblicas Checa y Eslovaca, Grecia y Hungría, andan en los 20 megabits.
El reporte 2009 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) revela la pobre condición mexicana en un sector estratégico y fundamental para el desarrollo. Ocupamos el último lugar entre los 30 países listados en velocidad de Internet.
El servicio de Red más rápido que se puede adquirir en México es de 4 megabits. Doce veces menos velocidad que los punteros. Más aún, el país que ocupa el penúltimo lugar en la lista, Turquía, ofrece poco más de 10 megabits. Dos veces más que México. Penoso, ¿no?
Y no es cuestión de invertir más o menos en tecnología. Si Telmex quisiera, lo podría hacer. Bastaría que el convertidor Wi Fi que ahora provee fuera no para un megabit, sino para 20 ó 30 megabits. Y el diferencial del costo es de unos cuantos dólares por el precio del convertidor.
Pero Telmex se niega a dar ese paso. Y a pesar de que el esfuerzo es mínimo –sólo el cambio del convertidor–, no lo hace porque eso mejoraría los sistemas de voz por Internet (VoIP), que no es otra cosa que una telefonía barata que desafiaría su otro monopolio, el de la telefonía fija.
Además, facilitaría la proliferación de sitios, portales y blogs bajo sistemas rich media, que con menos costo y mayor libertad, desafiarían al imperio de comunicaciones que pretende crear Telmex cuando se le autorice el triple play.
Pero los días de privilegios que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari le fabricó a Carlos Slim podrían estar contados. Y si Ernesto Zedillo y Vicente Fox no pudieron desafiar al monopolio de “El Ingeniero”, el presidente Felipe Calderón podría no tener más opción que confrontarlo.
La otra posibilidad sería aceptar los designios de Forbes. Que Carlos Slim es el sexto hombre más poderoso del mundo y, por ende, el hombre más poderoso de México. No se le puede tocar.
Un poder muy por encima de la voluntad de cualquier presidente en turno. La existencia de un Estado dentro del Estado.
El hecho está obligando al gobierno mexicano y al presidente Felipe Calderón a plantearse una pregunta: ¿Qué hacemos con Carlos Slim?Analicemos.
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LOS EXTRANJEROS
Y LA TELEFONÍA FIJA
El primer paso para contener el expansionismo de Telmex podría haberse dado ayer jueves 19, cuando se aprobó una legislación largamente frenada por “El Ingeniero”: la nueva ley de inversión extranjera.
Bajo el nuevo paraguas, se autorizará que corporaciones extranjeras puedan adquirir mayoría y control sobre empresas de telecomunicaciones en México.
Y la autorización no es concesión gratuita. Está sujeta a reciprocidad. Un logro de equidad que, en justicia, hay que decirlo, fue cabildeado por Carlos Slim. Sería lamentable que Telefónica pudiera comprar a Telmex, pero que Telmex no pudiera comprar a Telefónica. Remember la banca “mexicana”.
Eso significa que para que el gobierno autorice a una corporación la inversión mayoritaria en México en el sector de telefonía fija, debe existir la misma posibilidad de que una empresa mexicana pueda adquirir mayoría en empresas similares en aquella nación. Un equilibrio necesario.
Pero esa nueva legislación sería apenas el aperitivo de lo que podría ser un desafío real a la dominancia de Telmex en el mercado mexicano.
En la Secretaría de Comunicaciones y Transportes se estarían preparando ya las condiciones para rescatar a México del último lugar que ocupa en el ramo de telecomunicaciones entre los países de la OCDE.
Y esas condiciones pasan, inevitablemente, por lesionar los intereses de privilegio que desde 1992 le fueron otorgados a Carlos Slim con la ventajosa concesión de Telmex.
En una década, eso lo llevaría a transformarse de un astuto inversionista casa bolsero en el personaje que desde hace tres años disputa a Bill Gates el título del hombre más rico del mundo.
Un primer paso en esa dirección sería el de consolidar el reciente veredicto de la Comisión Federal de Competencia (CFC) para declarar de una vez por todas a Telmex como jugador dominante del mercado.
Hasta ahora, la telefónica de Carlos Slim ha logrado evadir su condición de dominante a base de litigios y amparos que apelan las decisiones de las autoridades reguladoras mexicanas.
Y esa fue siempre su estrategia frente a la competencia. Desde 1995 salió del clóset en una cena convocada por Carlos Ruiz Sacristán, entonces secretario de Comunicaciones y Transportes.
A pregunta expresa del presidente de la Federal Communications Commission (FCC) de Estados Unidos, Reed Hundt, quien cuestionó si el presidente de Telmex estaba listo para la competencia, la respuesta no se hizo esperar. “Sí, ya me reforcé en el área jurídica”, respondió Carlos Slim.
Ninguna autoridad, ningún regulador, lo ha podido someter desde entonces.
Otro paso en el camino correcto de la apertura sería la regulación de las tarifas de interconexión. Este es un cobro muy discrecional y de aplicación unilateral que da a Telmex una elevada ventaja competitiva sobre sus rivales, a los que les encarece el servicio y, en muchos casos, los obliga a retirarse del mercado.
Ya sucedió con el servicio de larga distancia cuando la aparición de carriers internacionales le quitó a Telmex 30 por ciento del mercado. Pero los ajustes de las tarifas de interconexión terminaron por dejar de hacer rentable el negocio y muchas opciones salieron del mercado. Consecuencia: Telmex recuperó el 97 por ciento de las largas distancias.
Las tarifas de interconexión son tan discrecionales y evidencian tanto el monopolio, que existen tarifas para ciudades con competencia y tarifas para ciudades sin competencia.
En las que hay competencia, Telmex cobra 13 centavos por minuto de interconexión. En donde no hay competencia, el costo se eleva a 75 centavos. ¿Qué hace la diferencia de casi seis tantos entre una y otra? El que no exista competencia. Y el consumidor cautivo paga el sobreprecio.
Un paso adicional sería acelerar los procesos de licitación de la “fibra oscura”, una red nacional de fibra óptica en poder de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que, a la par de la que posee la extinta Luz y Fuerza del Centro (LyFC), podrían constituir una nueva y eficiente opción para dar el tiple play, es decir, alcanzar con fibra óptica millones de hogares para brindar audio, video y datos en un solo cable.
PRESIONES DE AFUERA
Y PRESIONES DE ADENTRO
Sin duda, existen dos condiciones que obligan a actuar de inmediato sobre el sector telecomunicaciones y sobre Carlos Slim. Una es estratégica; la otra es política.
La estratégica tiene que ver con la aparición del triple play, que incluye los servicios de audio, video y datos a través de un solo cable.
Las presiones sobre el presidente Felipe Calderón y sobre su gabinete de comunicaciones, encabezado por Juan Molinar Horcasitas, vienen desde afuera y desde adentro de México. Y van en aumento día tras día.
Desde afuera, las presiones provienen de los organismos internacionales y de los inversionistas extranjeros que ven en la intocabilidad de los intereses de Telmex un desequilibrio sistémico que condena a México al rezago de su crecimiento y al estancamiento de su desarrollo.
Como muestra, ahí está el pobre nivel de inversión en telecomunicaciones durante los últimos años. Apenas de unos 3 mil millones de dólares anuales, cuando con una apertura y una competencia más sana podría elevarse por encima de los 10 mil millones de dólares al año.
Pero después de la fallida experiencia de algunos carriers internacionales de telefonía que incursionaron en México y se enfrentaron a lo que consideraron caprichos y abusos de Telmex, pocos quieren repetir la mala experiencia. No sin una definición clara de las reglas para una justa y sana competencia.
La OCDE es uno de los organismos internacionales que con más insistencia reitera el atraso del sector telecomunicaciones. En casi todos sus indicadores de telecomunicaciones, México está en el último lugar por la falta de competencia en ese sector.
Sin embargo, las presiones más serias vienen desde adentro. De los competidores mexicanos, que ante la aparición del triple play, crecieron en cantidad. Son los que ven en Telmex y en Carlos Slim una desventajosa competencia.
Un caso muy peculiar es el de Televisa, una empresa en la que Carlos Slim era como un tutor financiero de su presidente Emilio Azcárraga y en la que tiene invertido un respetable capital que le lleva a detentar 2.2 por ciento de las acciones del conglomerado de medios que tiene más penetración en el mundo de habla hispana.
La sola posibilidad de que Telmex pudiera dar el servicio de televisión a través de su red y de que Televisa distribuyera telefonía e Internet a través de sus sistemas de cable, desató una guerra entre dos de los más poderosos conglomerados mexicanos.
Eso enfrentó a los dos gigantes en una lucha que obligó a Televisa a tomar distancia pública de su socio Telmex para hacer un frente común con los cableros del país.
Y la disputa es más que evidente en la pantalla y en las revistas que maneja el grupo de Emilio Azcárraga.
La semana pasada, el programa de Alebrijes, Águila o Sol, dedicó un largo segmento a la entrevista de Gustavo de la Garza, presidente y director de Marcatel, uno de los carriers sobrevivientes de la guerra con Telmex y uno de los críticos más severos de las prácticas monopólicas de Carlos Slim.
Al obsequio de la pantalla para los rivales de “El Ingeniero”, se suma la portada también de esta semana de la revista Poder.
Bajo el título de “El Mapa de Slim”, la publicación detalla un reporte de todas y cada una de las empresas, los intereses, las propiedades y las obras filantrópicas de quien disputa el título del hombre más rico del mundo.
El mensaje es claro, evidente. Los intereses de Carlos Slim son tan enormes, que darle más poder sólo sería blindarlo aún más contra cualquier intentona de regularlo. Se volvería más intocable de lo que ya es.
Si a ese hecho se suma que su Némesis financiero es Roberto Hernández, las presiones se acrecientan.
La influencia de quien fuera el dueño de Banamex sobre Francisco Gil Díaz, el hombre al frente de Telefónica, es clara. Y la cercanía de ambos con Felipe Calderón no deja lugar a dudas.
El llamado Cártel de Chicago, que se articula en torno a la influencia económica y financiera del hombre de Telefónica, controla ya Hacienda, el SAT, Pemex y está a la espera de consumar el control del Banco de México.
Pero la presión mayor viene del propio presidente Felipe Calderón, para quien –y no es un secreto– el desafío de Carlos Slim se hizo presente desde su campaña a la Presidencia.
Pocos olvidan cómo el presidente electo debió visitar en su casa al hombre económicamente más poderoso de México. “Hicieron las paces”, se dijo entonces.
Pero con amenazas constantes de que si le tocan sus intereses, “El Ingeniero” podría trasladar a otro país la sede de sus corporaciones, los jaloneos entre Los Pinos y el sexto hombre más poderoso del mundo han ido en aumento en los primeros tres años de este sexenio.
Tanto, que sobran analistas que ven en la movilización sindical del Sindicato Mexicano de Electricistas, del Sindicato de Telefonistas y del Sindicato de Trabajadores de la UNAM la mano de Telmex para defender sus territorios y reclamar su derecho al triple play. Las pancartas de la gran marcha del pasado jueves así lo exhiben.
La rivalidad entre Carlos Slim y Felipe Calderón se hizo más que evidente en la Cumbre de Negocios de Monterrey, organizada por la Fundación Miguel Alemán.
Sus discursos pronunciados con 24 horas de diferencia fueron tan radicalmente opuestos, que ya no hay duda de que el Estado y el monopolio están en franca ruta de colisión.
Y el reclamo de los líderes del Senado, Manlio Fabio Beltrones y Carlos Navarrete, para que el presidente actúe de inmediato para terminar con los monopolios que tanto critica, es una evidencia más de la confrontación por venir.
No hay duda de que si el presidente Felipe Calderón decide aplicar un correctivo a las distorsiones de Telmex y al desafiante poderío de Carlos Slim, los apoyos serían abrumadores.
Comenzando por los dueños de la pantalla y de muchos medios de comunicación que están cansados de los desplantes publicitarios, también dominantes, de “El Ingeniero”.
Sin embargo, la moneda está en el aire. Y la pregunta que subsiste en la reuniones de Los Pinos, desde la Presidencia, pasando por la Secretaría de Comunicaciones, Hacienda y la Secretaría del Trabajo, es y sigue siendo una: ¿Qué hacemos con Carlos Slim?
Aunque quizá el replanteamiento se esté dando desde otra perspectiva. Ya no sobre el “qué”, sino el “cuándo”.
De la respuesta se verá quién es, a final de cuentas, el hombre más poderoso de México.
Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV
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