jueves, 6 de mayo de 2010

MULT



Rosario Ibarra
MULT
06 de mayo de 2010


2010-05-06




Las letras que dan nombre a estas líneas significan Movimiento de Unificación y Lucha Triqui, grupo de compañeros y amigos a quienes conozco desde hace más de 30 años y que formaron parte, junto a 53 organizaciones más, de lo que fue el Frente Nacional Contra la Represión (FNCR) que fundamos en 1979 y desde el cual, todos luchamos con ahínco en la defensa de nuestros derechos, por la libertad de los presos políticos y por la presentación de los desaparecidos, entre muchas otras cosas, como muchos son los derechos humanos que se violan en esta nuestra dolorida patria.

Tengo presentes con nitidez en la memoria, las tardes de los martes, en las que llegábamos puntualmente al local de Cencos (Medellín 33), que abrió sus puertas a nuestra lucha y colmábamos el auditorio de ideas, discusiones, denuncias, planes de trabajo y —sobre todo— de la solidaridad de todos los compañeros hacia la defensa incondicional de todos los grupos, cuyos derechos fueran conculcados por el gobierno en turno.

Recuerdo también, con gratitud infinita la bondad, la sencillez y la simpatía que irradiaba quien nos abrió no sólo las puertas de aquella vieja casona, sino que aportó también su autoridad moral, su presencia y su lucha incondicional a todos los trabajos y los actos de aquel frente. Me refiero a don José Álvarez Icaza, quien con su esposa, sus hijos y los colaboradores de Cencos, acrecentamos la lucha que sostuvimos durante más de 13 años y mediante la cual obtuvimos no pocos logros de importancia.

Y allí estaban los triquis, siempre trabajando, siempre haciendo esfuerzos enormes y largos viajes desde su lejana tierra, no sólo para denunciar los atropellos que constantemente sufrían, sino a dar su aporte solidario a todos los compañeros que —como ellos— lo necesitaran... ¡y vaya que les hacía falta! No eran pocos los agravios que su pueblo entero sufría. Gobierno, caciques y algunos grupos pagados tanto por uno como por otros, eran los que hacían sufrir al noble pueblo triqui desde hacía mucho tiempo.

En el FNCR en varias ocasiones organizamos viajes para visitar a las comunidades triquis, para darles apoyo, para que los agresores vieran que no estaban solos... pero a ellos, los malvados y codiciosos que los agredían, no parecía importarles nuestra presencia, protegidos como estaban (solían decir) por los soldados que encontrábamos a cada paso por aquella zona.

Recuerdo en especial una ocasión en la que enorme sufrimiento llegó al pueblo triqui; fue en 1982. Organizamos un encuentro precisamente allá, en San Juan Copala, porque habían sido asesinados algunos de sus compañeros y ninguna autoridad quiso ir a dar fe de aquellos crímenes.

Logramos reunir a cerca de 300 compañeros, entre los que iban varios abogados integrantes también del FNCR. Llamamos de nueva cuenta a los responsables de dar fe de los crímenes pero hicieron caso omiso. Levantamos acta de nuestra reunión y firmamos todos los presentes. Al final de la reunión se decidió que una comisión viajara hasta la capital del estado para exigir la presencia de la autoridad competente para dar fe de los crímenes, ya que los familiares de los asesinados habían llevado sus cuerpos a la reunión, en espera de nuestra solidaridad y de justicia de parte del gobierno.

Se decidió guardar los cadáveres en una casa que sería custodiada por sus familiares, mientras la comisión viajaba hasta la capital para exigir a la autoridad su necesaria y obligatoria presencia. Una torrencial lluvia de muchas horas nos hizo intransitable el camino y decidimos regresar a San Juan Copala y esperar el tiempo que fuera necesario.

Entre un sinfín de dificultades logramos llegar al pueblo y encontramos una nueva tragedia. Los familiares de los muertos habían sido asesinados a pedradas y los cadáveres habían sido quemados, junto con la choza que los guardaba...

Regresamos al Distrito Federal y se inició nuestro peregrinar por todas las instancias obligadas por el mandato constitucional de atender esos casos... llegamos hasta a la llamada Suprema Corte de Justicia con nuestro reclamo... pero... desgraciadamente, como ya se hizo costumbre en este país... ¡Nada se logró! Y los hermanos triquis siguen sufriendo, no obstante la solidaridad que muchos aportan a su lucha y a su deseo de paz. No me queda sino gritar como antaño: ¡Viva el MULT!

Dirigente del comité ¡Eureka!


Fuente: El Universal
Difusión AMLOTV

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