jueves, 19 de agosto de 2010

Don Felipe Espera un Milagro…

Fausto Fernández Ponte

19 agosto 2010
ffponte@gmail.com

Asimetrías
Don Felipe Espera un Milagro…
Por Fausto Fernández Ponte


“El peligro está en el yanqui, que nos acecha”.
Porfirio Díaz.


I
El gobierno de México –encabezado por Felipe Calderón, a quien, no
huelga reiterarlo, millones de sus connacionales consideran mandatario
espurio-- parece desmentirse a sí mismo en materia de la economía:
ésta decrecerá aun más en 2011.

Por supuesto, esa admisión pública del mismísimo secretario del
despacho de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero Arroyo, ha
sido matizada con el obvio fin de hacer potable el trago amargo de más
impuestos en 2011 en medicinas y alimentos.

Los gravámenes por venir –o por imponérseles a los mexicanos— que
el señor Cordero anunció hace unos días podrían detonar una crisis de
la propia crisis general ocurrente y devenir en consecuencias
sociopolíticas políticas de trascendencia.

Véalo, si no, el caro leyente: con el desempleo en niveles
históricos sin precedente, la incertidumbre social en su punto más
alto, el empleo informal –13 millones-- creciente, la inseguridad
pública en subida, imponer gravámenes sería locura. Apretar la
opresión.

II
Y como si lloviese sobre mojado, lo que los expertos llaman
“dinamismo del mercado interno” acusa un hundimiento que bien podría
describirse como espectacular: al crecer el desempleo, decrece la
demanda de bienes y servicios.

Ese es uno de los axiomas en la filosofía de la economía de
capital, mercado y consumo que subestima –si no es que desestima o
ignora— y desprivilegia la realidad del bienestar social que deviene
de un imponderable: la dignidad humana.

Esa dignidad humana es evidente en quienes al vender su fuerza de
trabajo a cambio de un ingreso monetario que le permita obtener bienes
y servicios necesarios para el bienestar –que comprende la certidumbre
laboral--, sobrellevan la enajenación social.

El gobierno elabora escenarios prospectivos a corto, mediano y
hasta largo plazo, pero al parecer, no sabe qué hacer ante lo que les
ofrecen éstos; sus personeros más emblemáticos, como el propio
Presidente de Facto, ruegan literalmente por un milagro.

III
Dígase de otro estilo que el señor Calderón, sus secretarios –como
don Ernesto y el de Economía, Bruno Ferrari— y sus patrones, los
oligarcas mayores de México y los consorcios trasnacionales
extranjeros, le apuestan a soluciones providenciales.

Pero antojaríase improbable que esas soluciones del cielo que el
calderonato espera con ansiedad y con mucha soberbia y magra humildad,
no se materializarán en tanto persistan las causales inmediatas y
mediatas de ésta crisis de la economía.

Señálese que esa crisis económica es afectada por vectores externos
que devienen de otras crisis paralelas, como las del poder político
del Estado, en plena descomposición y con indicios claros de
desintegración, y la crisis social; de ésta última pocos hablan.

La solución providencial que esperan don Felipe y sus huestes y sus
superiores putativos –comprometidos éstos no con México, sino con su
bolsillo— es que la economía de Estados Unidos, de la cual depende
totalmente la mexicana, se acelere.

La solución de fondo –un cambio en las relaciones de producción y
fuerzas productivas— no vendrá jamás de EU, sino de los propios
mexicanos, por la vía que fuere, electoral o armada. Pero entre tanto
el descontento social crece y se arraiga.

ffponte@gmail,.com

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