Rosario Ibarra
Nos dejó don Samuel
“Se nos fue, nos dejó don Samuel”, escuché por el teléfono la voz quebrada de una compañera del Comité ¡Eureka! que me repetía lo que yo ya sabía desde hacía buen rato... Aún no apaciguaba un poco siquiera la tristeza que llenaba mi espíritu; no era fácil echar fuera de golpe la idea terrible de la muerte, del hecho irreparable, de lo que no tiene remedio, del dolor que sólo eso que llaman resignación (tan difícil de aprender) nos obliga a tratar de olvidar a los que se van, a los que se adelantan en ese camino inexorable que es el sendero de la muerte, que muchas veces es muy cercano a la vereda del olvido... pero... sí, hay “peros” en muchos casos de estas tristezas que nos toca vivir, cuando los que queremos, admiramos o respetamos mueren, se van, nos dejan, no los volvemos a ver, porque el sendero por el que se alejan, es el sendero inexorable de la muerte, contra la cual nada podemos los humildes humanos.
Una tristeza muy grande llenó mi ser. Recordé cómo en una película, la mañana aquella tan lejana en la que encontré a don Samuel y pude hablar con él sobre los casos de los desaparecidos políticos y aún me pareció ver su rostro con su sonrisa bondadosa que me escuchaba con atención y me quedó grabado el timbre de su voz que me prometía lo que muchos otros me habían negado.
Él, desde el ámbito de sus atribuciones, pero sobre todo —creo— que desde el fondo de sus convicciones, sintió que una enorme injusticia había caído sobre nuestros familiares desaparecidos, porque los malos gobernantes no obedecían las leyes...., porque permitían a las mal llamadas “fuerzas del orden” el abuso de violar las leyes que protegían los derechos de todos los habitantes de México y con ello permitían la tortura más despiadada de que se tenga memoria y los abusos más infames de soldados y policías en campos militares y bases navales, lugares en los que mantenían incomunicados a nuestros familiares, en contra de todo mandato constitucional.
Por eso fue tan importante para nosotros la cercanía de don Samuel Ruiz y de otros obispos al movimiento de los familiares de los desaparecidos políticos. Su solidaridad abrió una brecha que se convirtió en un ancho camino en el que se marchaba por la legalidad, por el respeto a las leyes y, sobre todo, por el respeto a la vida y a la dignidad de los seres humanos que caían en las garras de los malos policías y de los perversos designios de los militares que encerraban a nuestros hijos y compañeros en sus inexpugnables cuarteles y cárceles clandestinas… Con la intervención de Don Sam y de otros obispos se logró que se pudiera entrar a esos antros, a esas cárceles ilegales, oprobio de la justicia mexicana... Gracias don Samuel.
Gracias, Tatic, como te llamaron en las comunidades indígenas de Chiapas, donde también dejaste tu huella bienhechora, gracias por ser como fuiste y gracias por haber sido ejemplo para las generaciones de sacerdotes jóvenes, que ojalá te imiten.
* Dirigente del Comité ¡Eureka!
Fuente: El Universal
Difusión AMLOTV
No hay comentarios:
Publicar un comentario