Ramón Alfonso Sallard
Pumas: ¿cómo no te voy a querer?
Debería estar feliz porque mi equipo, Pumas de la UNAM, ganó el campeonato. Pero no es así. Tengo una mezcla agridulce en la boca.
Primero, porque desde el retorno de Ricardo Ferreti a la dirección técnica, los partidos son tensos, cerrados. Sufro, en lugar de disfrutar del juego. Ir al estadio u observar los partidos por televisión ha dejado de ser una actividad lúdica. Detesto el estilo conservador del Tuca en la cancha, aunque él, en lo personal, me cae muy bien por su irreverencia. Paradojas de la vida.
Segundo, porque la situación del país es bastante grave y el futbol, que es un importante desahogo de la tensión social, pasa a segundo término.
Descubrí el futbol y a los Pumas al mismo tiempo. No sólo recuerdo de memoria las alineaciones de todos los equipos campeones, empezando por aquél del 76, sino que muchos momentos de mi vida pueden medirse o recordarse en función de campeonatos o jugadores.
Por ejemplo: mi posición crítica respecto al régimen mexicano y al PRI, se reforzó con la estafa que padecimos los aficionados de la UNAM en la final del torneo 84-85. El árbitro Joaquín Urrea entregó descaradamente el partido al América, el equipo de Televisa. Eran los tiempos en que Emilio El Tigre Azcárraga se asumía públicamente como un soldado del PRI. Era la época del fraude patriótico, cuando el Partido de Estado nunca perdía, y cuando perdía, arrebataba. Así que lo ocurrido en el tercer partido de la final en Querétaro –el primero en CU y el segundo en el Azteca terminaron empatados en el marcador global– estaba a tono con lo que sucedía en el país.
¿Cómo no te voy a querer? Si mi hija mayor, que es fanática de los Pumas, lo es, en primera instancia, porque esa fue la manera más eficaz que encontró para comunicarse y estar cerca de su padre. Yo lo entendí –cuando me lo dijo– como un acto de amor. Hoy ya no puedo pensar en mi equipo sin que la asociación de ideas y sentimientos me lleve a ella. A mi niña le ocurre también lo mismo.
En cambio, mi hija menor es aficionada al Cruz Azul, simplemente porque no quiere irle al mismo equipo de su papá y de su hermana. Reafirma así su individualidad e independencia, lo cual, la verdad, me gusta. De cualquier manera uno de los temas indispensables entre nosotros es el futbol, aunque debo reconocer que a ella le llaman más la atención algunos futbolistas bien parecidos que el mismo juego. ¿Qué puedo hacer?
¿Cómo no recordar el encuentro aquél entre Pumas y Chivas en CU, hace ya varios años, cuando mis hijas pequeñas gritaban emocionadas el Goya? ¿O el partido Pumas-Veracruz, ese sí más reciente, que terminó 8-0, pero que significó el inicio de una nueva etapa y la consolidación de un proyecto de vida cuya parte más visible es hoy El Periódico?
No nos equivoquemos: uno escoge sus referentes. Pumas representa a una gran institución, pero es también un estilo de vida que apela al conocimiento, a la libertad de pensamiento, al debate de las ideas y a la pluralidad, entre muchas otras cosas más.
Nuestro equipo ganó este campeonato, jugando por momentos muy bien, aunque algunos aficionados nos preguntamos: ¿por qué no lo hacen siempre así?, ¿por qué nos regatean habilidades y alegrías?
Como fuere, Ferreti hizo campeón a los Pumas. Por tal razón, tal como me comprometí, me retracto de todo lo que he dicho de él. Con todo gusto me trago mis palabras.
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