Lo que calla García Luna
PATRICIA DáVILA
CIUDAD JUAREZ, CHIH.- Con más de 3 mil ejecuciones relacionadas con el crimen organizado desde que la Policía Federal y el Ejército irrumpieron con el Operativo Conjunto Chihuahua –y según las cifras oficiales del mismo– esta ciudad chihuahuense se situó en el nivel máximo de violencia, muy superior al registrado en las peores épocas de ciudades identificadas con el narcotráfico, como Palermo, la capital de Sicilia, Italia, o Nueva York y Chicago en Estados Unidos.
No sólo eso: con 101 muertes por cada 100 mil habitantes, Juárez se acerca macabramente a los niveles de mortandad que en 1991 padeció Medellín, Colombia, la cuna del cártel comandado por el famoso narcotraficante Pablo Escobar Gaviria.
Y fue precisamente en esta ciudad chihuahuense donde, el miércoles 26, el secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, participó en el II Foro Internacional “Inseguridad, dolor evitable. Acciones de paz”, convocado por la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA). Ahí, en su “conferencia magistral”, expuso un análisis estadístico de la evolución de la delincuencia organizada en las ciudades mencionadas y en Ciudad Juárez.
En los años ochenta esta ciudad fronteriza fue testigo de la gestación del cártel de Juárez, liderado entonces por Rafael Aguilar Guajardo y Rafael Aguilar Talavera, y actualmente por Vicente El Viceroy Carrillo Fuentes. Antes que éste lo encabezó su hermano, Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, que según las autoridades llevó a la organización delictiva a su apogeo.
Sin embargo, es ahora cuando la violencia se abate con mayor crudeza sobre los juarenses: la guerra entre el cártel de Juárez y el de Sinaloa por esta plaza se suma a la ofensiva emprendida desde hace 16 meses por el gobierno federal en contra del crimen organizado.
Un dato demasiado duro
Escoltado por 30 efectivos de la Policía Federal que viajaron un día antes a Juárez, equipados para repeler agresiones con cualquier tipo de armamento, el secretario de Seguridad Pública dictó su conferencia sin mencionar a las bandas delictivas por su nombre:
“En México operan varios tipos de organizaciones criminales y suelen tener vínculos entre ellas, ya que las actividades de unos soportan a las otras. Por ejemplo, los narcotraficantes se sirven de los traficantes de armas, los traficantes de personas utilizan las rutas del narcotráfico y del contrabando”.
Según el Reporte Mundial de Drogas 2009, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas y citado por el secretario, en 2007, en Colombia como país productor, el kilogramo de cocaína registró un precio al mayoreo de 2 mil 198 dólares; en México, país de consumo y tránsito, fue de 12 mil 500 dólares; mientras que en Estados Unidos y Europa, regiones consumidoras, ese mismo kilo valía, al menudeo, 97 mil 400 y 101 mil 490 dólares, respectivamente.
De esa forma, en Estados Unidos las ganancias de los cárteles por colocación de la droga fueron de 95.2 millones de dólares por tonelada, mientras que en Europa alcanzaron 99.2 millones.
Asimismo, de enero de 2007 a septiembre de 2008 el precio por kilogramo de cocaína en Estados Unidos se incrementó en 89%, al pasar de 96 dólares a 183, al tiempo que la pureza de la droga disminuyó en 32%. La DEA calcula que los consumidores de su país gastaron un promedio de 65 mil millones de dólares anuales en sustancias ilegales como mariguana, cocaína, heroína, anfetaminas y éxtasis. Según García Luna, en México los consumidores invirtieron 431 millones de dólares al año en esas drogas.
En lo que se refiere al consumo de cocaína, entre 2001 y 2003 se redujo de 1.6% a 0.8% de la población colombiana. En México, que dejó de ser un país exclusivamente de tránsito, en 2002 consumían cocaína más de 260 mil personas (0.4%) y para 2006 el consumo ya se había duplicado.
En su exposición, apoyada con 68 diapositivas, García Luna describió el crecimiento del consumo de drogas en México y después se refirió a las ciudades de Nueva York, Chicago, Medellín y Palermo, ya que ahí, “en circunstancias similares, en diferentes tiempos y puntos de la geografía mundial, se registraron casos de altos índices delictivos y de violencia que se han convertido en referentes de éxito al abatir la delincuencia”.
Dijo que, a finales de los ochenta y principios de los noventa, en Nueva York se cometieron 30.66 homicidios por cada 100 mil habitantes (527 mil 257 en total). La violencia se atribuyó a la inusitada propagación del crack y la cocaína, que fomentó crímenes relacionados con el narcomenudeo, riñas por el control del territorio y delitos atribuibles a la intoxicación. Además la policía estaba “desmoralizada”, agregó García Luna.
En 1993, Nueva York aplicó el programa “Tolerancia Cero”, que consistió en castigar con gran energía las faltas menores, a fin de inhibir de raíz los delitos mayores. Además se aplicó una “reingeniería” al departamento de policía. En 2007 los homicidios descendieron a 496.
En el caso de Chicago, durante 1985 se cometieron 22.21 asesinatos por cada 100 mil habitantes. La criminalidad siguió avanzando y alcanzó su punto máximo entre 1991 y 1992. Al siguiente año se puso en marcha el programa “Juntos Podemos”, mediante el que se “reinventó” el departamento de policía y que se basó en tres ejes: la transformación de la policía local, la aplicación de una política preventiva a través de una intensa comunicación, y las alianzas de la policía con residentes, empresarios y líderes comunitarios. Como resultado, de 943 asesinatos registrados en 1991, el índice bajó a 450 en 2004.
En la ciudad italiana de Palermo, antes del llamado Macrojuicio que el Estado emprendió de 1985 a 1988 contra la mafia siciliana, se registraba un promedio de 7.6 homicidios por cada 100 mil habitantes. De 1989 a 1992 los capos de la mafia desataron una contraofensiva y ese índice aumentó a 14.5 homicidios. Ya en 1997 el índice había descendido a 3.2 de esos crímenes, señaló García Luna en la gráfica 39 de su exposición.
La cuarta ciudad analizada fue Medellín, Colombia, que en los años ochenta y principios de los noventa era la base de operaciones del cártel de Medellín, dirigido por Pablo Escobar, en aquel entonces uno de los capos más poderosos del mundo. Esta urbe también albergaba a numerosas pandillas dedicadas al narcomenudeo, a sicarios de los cárteles de Medellín y de Cali, así como a grupos paramilitares.
En 1991 Medellín alcanzó su punto máximo de violencia al registrar 138.75 homicidios por cada 100 mil habitantes. Un año antes, el gobierno colombiano había emprendido una política de mano dura contra el narcotráfico y logró desarticular los cárteles de Medellín y de Cali, pero fue hasta la muerte de Escobar, en 1993, cuando los índices de violencia urbana disminuyeron a 58.01 homicidios.
Según la comparación de Genaro García Luna, el año pasado Ciudad Juárez llegó a 101 homicidios por cada 100 mil habitantes, muy cerca de los 138.75 cometidos en Medellín durante su época de máxima violencia.
Sin embargo, resalta un dato curioso: durante los 60 minutos de su conferencia García Luna nunca habló del cuestionado Operativo Conjunto Chihuahua. En la diapositiva 64 se refirió sólo a la fuerza policial presente en el estado: hay mil 217 policías estatales, 4 mil 603 municipales, 950 ministeriales y mil 93 federales, lo que significa que se cuenta con 232 elementos por cada 100 mil habitantes.
Añadió que a partir de febrero pasado el gobierno federal “se planteó restar movilidad a los comandos armados que circulaban en convoyes; en consecuencia, se redujeron las ejecuciones en caravanas de vehículos. Actualmente, los homicidios se circunscriben a centros de distribución de drogas y a la pugna por el mercado. Incluso, el aseguramiento de armas a los grupos criminales migró de (armas) largas a cortas”.
García Luna siguió aportando datos muy generales sobre la ciudad más violenta del país:
“Manteniendo el combate al delito, la siguiente fase para Ciudad Juárez es acotar el mercado de distribución y consumo de drogas. Ha sido invadida por una gran cantidad de giros negros que funcionan como centros de operación del crimen organizado. Los delitos aparentemente menores que se registran en esta localidad, han generado una base de operaciones para potenciar al crimen organizado”.
Eso sí, proporcionó cifras de las mencionadas ciudades de Italia, Estados Unidos y Colombia, donde el crimen organizado provocó altos índices de homicidios. Sin embargo, cuidadosamente evitó mencionar que a partir de abril de 2008, cuando el presidente Felipe Calderón desplegó el Operativo Conjunto Chihuahua en su guerra contra el narcotráfico, más de 3 mil personas han perdido la vida.
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