República fallida
De la histórica interpelación que Porfirio Muñoz Ledo le hizo a Miguel de la Madrid Hurtado en aquellos aciagos días del consumado fraude electoral de 1988, a las brabuconadas actuales de algunos personajes de la “izquierda electoral”, hay mucha diferencia.
En aquel entonces, lo que se buscaba no era ofender al titular del poder ejecutivo, sino de obligarlo al diálogo republicano entre poderes. Se trataba de luchar para la completa democratización de México. Como en aquel entonces el poder se concentraba totalmente en la figura del Presidente, las peticiones de diálogo republicano resultaban ofensivas, pero nadie “mentaba la madre”.
Aún siendo un usurpador, Carlos Salinas se tuvo que enfrentar al Congreso de la Unión. Hoy en día, se ha exculpado al titular del ejecutivo de rendir cuentas ante el poder legislativo. Se le ha dado una excusa excelente a Calderón para evadir una de sus principales responsabilidades.
Gracias a la fracciones parlamentarias del PRD y del PRI, y a pesar del escandaloso fraude electoral del año 2006, Calderón “tomó protesta” ante el Congreso como Presidente de México. Nunca más se volvió a presentar ahí. La televisión le armó un “plan fuga” y de ahí devino su mandato en una caricatura sangrienta de Presidente fallido.
Hemos hecho de Calderón un autista. Vive en su mundo. Comete desaciertos más lamentables que los de Fox, y nos ha sumido, además de la crisis económica, en una costosísima violencia interna. Y sin embargo goza de cabal impunidad. Con la anuencia de la izquierda parlamentaria, ni siquiera tiene que enfrentarse al Congreso.
Pero eso sí, ha quedado intacta la ceremonia imperial que tanto hemos cuestionado, en un Palacio Nacional pletórico y complaciente al desastre provocado por él y su gabinete. Bonitos avances democráticos.
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