En los últimos días hemos visto como la rendición de cuentas deviene en show mediático; en Palacio Nacional se escuchó un mensaje que trató de exaltar los magros resultados del gobierno calderonista, dictando un decálogo de salvación e intentando inyectar optimismo a un cuerpo social agonizante. En el estado de México, por otro lado, Peña Nieto enmarcó su informe en todo un acto faraónico con más de tres mil invitados, donde la única que no estuvo invitada fue la autocrítica.
Afuera, en la realidad, basta caminar unos pasos por cualquier calle de este país para leer la misma palabra: Se Renta, signo de que los pequeños negocios no están aguantando la sacudida de la crisis; ver que nuestra moneda parece que viaja en elevador, por su inestabilidad cambiaria; y que los más de dos millones de desempleados se han cansado de esperar buenas noticias. Por eso, afuera, se pueden presenciar los informes de gobierno en primera fila y no en cifras, sino en ejemplos de carne y hueso.
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