lunes, 7 de septiembre de 2009

Pensar el modelo económico

Francisco Velasco Zapata en APIAVirtual.

El modelo económico neoliberal que ha llevado a México -y a muchas economías “pre capitalistas”, periféricas y subdesarrolladas denominadas emergentes- a que se amplíe dramáticamente la base de la pirámide social no está agotado. Quienes ya no aguantamos más injusticia social somos todos aquellos que conformamos poco más del 85% de la población del país. Los que hemos padecido en carne propia la injusticia de la nula distribución de la riqueza que genera México - saqueada infamemente por más de quinientos años -; aquellos que trabajan el campo para que todos pero, fundamentalmente, los de las ciudades comamos; aquellos que dejan sus vidas en las fábricas por uno o tres miserables salarios mínimos; aquellos que hemos tenido la oportunidad de prepararnos en las universidades públicas, privadas y a pesar de todo, de tener título, diplomados o postgrados no encontramos oportunidades de empleo, sobre todo empleo bien pagado; aquellos que no aguantaron más el hambre de justicia y que terminaron indebidamente delinquiendo; aquellos que lamentablemente hemos sufrido los estragos de la delincuencia por robo, secuestro, extorsión, corrupción, etc., etc.; aquellos que por sus capacidades diferentes no sólo han tenido que enfrentar el problema de su incorporación a una sociedad injusta donde el machismo, la misoginia, el racismo y los prejuicios de clase impiden oportunidades a quien más las necesita. En síntesis, la gran mayoría de los mexicanos hemos agotado nuestra paciencia, no obstante que el modelo económico neoliberal quiera seguir siendo operado.

Por eso es que urge pensar el modelo económico. Pensarlo primero, luego exponerlo, debatirlo, en su momento aprobarlo y posteriormente ponerlo en marcha. La LXI Legislatura Federal -actualmente con 499 diputados- y 128 senadores de la república y, en general, todos los actores políticos de los tres niveles de gobierno del país, en concordancia con la sociedad civil tenemos el más caro compromiso con nuestra generación y la de aquellos que vivan de aquí a por lo menos los próximos cincuenta años para arreglar el muladar económico que nos está heredando el neoliberalismo. No podemos, ni debemos solamente ¡dejar hacer, dejar pasar!

Las amargas experiencias de las dos guerras mundiales del siglo XX nos alertan que el desempleo puede ser el más grave detonante de un conflicto social y la paz social no está para exponerla irresponsablemente en subasta. Es como el aire que respiramos, apenas unos segundos después de no tenerlo para respirar, su ausencia, se puede transformar en la diferencia entre la vida y la muerte. Así es también la paz social; hay paz social, concordia o acuerdo o en menos de lo que canta un gallo el conflicto social. A nadie en su sano juicio le conviene que eso ocurra, por lo cual es imperante que quienes momentáneamente tienen la conducción del país lo asimilen y rápido generen soluciones. Si al desempleo le sigue el hambre los riesgos son más graves porque entonces deviene inexorablemente el conflicto o como ahora refieren algunos analistas: el estallido social, el riesgo de que la población más desfavorecida enardecida por la injusticia tome las calles e imponga la ley de la selva, la del más fuerte, la del canibalismo.

Urge que los “tecno burócratas” insensibles lo entiendan. Su tiempo, más no el de su modelo económico -que reciclan y perfeccionan cada vez que lo necesitan- está agotado, no obstante que su paso por el mando del país va a cumplir tres décadas en México. Tiempo en el que no fueron capaces de resolver los problemas del país -ni siquiera los más sencillos-; no lograron que la economía crezca, pero sus fortunas personales y familiares son inconfesables, algunas se publican en la revista “Forbes”; fueron incapaces de generar empleos suficientes y bien pagados; fueron abusivos y leoninos en la distribución de la riqueza: se la quedaron toda; ni siquiera lograron implantar un gobierno que ejerciera el poder con legitimidad y habilidad para conducir el gobierno que hoy se desagarra en los más complicados problemas contra el crimen organizado, que opera cárceles saturadas; que se encuentra infiltrado por todo tipo de espías o bandas delictivas.

No hay que confundirse, pues, no se trata de un asunto de personas dentro o fuera del régimen o de los tres niveles de gobierno. Eso es lo de menos, porque al final de cuentas casi todos -los encargados de los distintos despachos estratégicos del gobierno- terminan enriqueciendo o a las órdenes de los barones del dinero, toda vez que cualquiera que umbilicalmente esté subordinado a la lógica de las políticas económicas de gobierno basadas en la exclusividad de la economía de mercado, con orientación neoclásica, monetarista y a la descentralización del control de la economía jamás entenderá -por más que se lo expliquen o lo viva en carne propia- que el Estado, aunque no les guste, es una necesidad y un instrumento para poner en práctica programas de desarrollo social a los que la iniciativa privada no asistiría ni por asomo, excepto sin pudiera deducir impuestos o tener ganancias. Por lo tanto urge pensar y modificar el actual modelo económico. ¿Y usted, cómo la ve?

Politólogo. Presidente de Parlamento Ciudadano A. C., Agradezco sus comentarios a: comunicacionsocial_pacem@yahoo.com.mx

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