"La Familia", el cártel del sexenio
JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Surgida en la tierra natal del presidente Felipe Cal-derón y desarrollada ampliamente en lo que va de su sexenio, La Familia michoacana ya es una de las mayores organizaciones del narcotráfico del país. También representa el mayor peligro para las fuerzas federales, como lo demostró la ofensiva que desató entre los días 11 y 15 de julio. Por estas razones, el despliegue masivo de fuerzas federales en Michoacán hace prever días de inusitada violencia.
Bastó la detención de algunos de sus liderazgos intermedios para que La Familia michoacana demostrara que es el grupo más aventajado en las enseñanzas de los efectivos de élite que hace una década desertaron del Ejército.
Apenas después de tres años de haber construido su propia identidad, esa organización representa el desafío más evidente para la estrategia antinarco del gobierno federal, justamente en el estado natal de Felipe Calderón y donde como presidente inició sus operativos policiaco-militares.
Los ataques que lanzó durante cinco días consecutivos, entre el sábado 11 y el miércoles 15, contra instalaciones de la Policía Federal en ocho municipios del estado, matando a una veintena de federales, más que mostrar desesperación como sostiene el gobierno de Calderón, indican que sus integrantes no temen a las fuerzas federales.
Carlos Flores, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), dice que el nuevo despliegue masivo de fuerzas federales en Michoacán anunciado el jueves 16 por el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, en su calidad de secretario ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional, no sólo va a fracasar como el Operativo Conjunto Chihuahua, sino puede agravar la violencia.
La Familia es contemporánea de la presidencia de Felipe Calderón. El 22 de noviembre de 2006, una semana antes del cambio de gobierno, se dio a conocer mediante dos desplegados de prensa en Michoacán, valiéndose de una de las estrategias militares más efectivas: la propaganda y la contrapropaganda.
Fue la primera demostración pública del conocimiento que adquirieron de los desertores del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes) y del Grupo Anfibio de Fuerzas Especiales (Ganfes) comprados a finales de la década pasada por el entonces jefe del cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, para constituir su brazo armado, Los Zetas.
Creadas por el Ejército en 1994 con motivo del levantamiento zapatista en Chiapas, las fuerzas especiales terminaron por aportar al narcotráfico la formación en contrainsurgencia que adquirieron en la Escuela de las Américas, del Comando Sur de Estados Unidos.
Formación militar
La Familia aprendió de Los Zetas no sólo las técnicas en el uso de armas y artefactos de uso individual, sino también el valor de la explotación del terror y la idea de contar con una base social, explica Carlos Flores, cuya tesis de doctorado en ciencias políticas y sociales trata sobre la protección política del narcotráfico en Colombia y México.
Considerada por la Procuraduría General de la República (PGR) como la organización más violenta y peligrosa que enfrenta el gobierno de Calderón, La Familia es la expresión más completa de la estrategia del cártel del Golfo de constituir células regionales para controlar el tráfico de drogas.
Pero también representa su mayor fracaso, pues la célula terminó por independizarse y competir con sus antiguos jefes. Los primeros vínculos entre el cártel del Golfo y La Familia se establecieron en 2002, cuando el grupo michoacano se hacía llamar La Empresa.
Fue una relación provechosa para ambos, pues le permitió al cártel de Osiel Cárdenas entrar en Michoacán con Los Zetas, y a La Empresa desarrollar sus actividades en la economía ilegal. Ya como La Familia, la alianza formal de estas organizaciones duró relativamente poco, pues de acuerdo con información de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), estuvo vigente entre 2006 y junio de 2008.
Para el grupo michoacano esa relación fue especialmente productiva, ya que “fue entrenado como grupo paramilitar y por sus acciones se puede apreciar que salieron aventajados. Sus acciones como las decapitaciones, sus estrategias de propaganda y contrapropaganda y su lógica de apelar a la base social son producto del entrenamiento de la gente que perteneció a las fuerzas especiales del Ejército”, asegura Carlos Flores.
El especialista, que actualmente realiza una investigación sobre el desarrollo del narcotráfico en Tamaulipas, dice que a los integrantes de La Familia “Los Zetas les enseñaron a disparar con fusiles de asalto, como los Kalashnikov y los R-15, así como la utilización de explosivos de tipo individual, como las granadas de fragmentación”.
Pero lo más sustantivo, dice, es que los capacitaron para generar conflictos con distintos elementos, entre ellos el desarrollo de una base social.
“Recordemos que el entrenamiento de las fuerzas especiales está diseñado para generar comandos que sean capaces de actuar en condiciones de lucha contra la subversión o generar condiciones de subversión, dependiendo de la prioridad del Estado. Se les prepara además con la capacidad de reproducir ese conocimiento hacia civiles. Fue lo que hicieron Los Zetas respecto a La Familia”.
Considera que esta organización ha mostrado mucha efectividad en la guerra psicológica al cometer sus ejecuciones con saña para aterrorizar al máximo a sus enemigos.
Además, reitera Flores, ha sido capaz de generar una estrategia de información y contrainformación: “Aparentemente hay mensajes encontrados. Unos, en los que respaldan a cierta autoridad federal y otros en donde expresan su confrontación”, como lo hizo el miércoles 15 un sujeto que se identificó como Servando Gómez Martínez, La Tuta, a quien los reportes policiales identifican como operador del grupo en Apatzingán, Arteaga y Lázaro Cárdenas.
En medio de los letales ataques de La Familia a la Policía Federal, La Tuta llamó a la empresa local CB Televisión para decir que su organización respeta al Ejército, pero que su conflicto es con Genaro García Luna, secretario federal de Seguridad Pública, y con el procurador general de la República, Eduardo Medina Mora.
“Más allá de la veracidad del argumento respecto a la protección o no de determinada autoridad, lo que es evidente es su pretensión de dividir al propio Estado. Es una estrategia muy básica en este tipo de operaciones”, comenta al respecto el investigador.
Recuerda que Osiel Cárdenas también hizo una llamada a la televisión para acusar al gobierno federal de que sus acciones estaban enfocadas hacia ciertas organizaciones y a otras les permitía delinquir. Sin embargo, nunca había ocurrido que un cabecilla planteara directamente un pacto con el gobierno federal.
Añade que el grupo también pretende focalizar la atención de la sociedad y del Estado hacia una organización delictiva que consideran como enemiga de sus intereses y a la que quieren hacer pasar como culpable de todos los males (Los Zetas), pese a que ésta fue la que formó a La Familia en la lógica paramilitar.
Como parte de su propaganda, el discurso de la organización, de corte supuestamente religioso, es de autodefensa social: le dice a la población que ellos pretenden erradicar a secuestradores, ladrones, violadores y narcomenudistas, con la idea de provocar vacíos de autoridad y aprovecharse de los que ya dejó el Estado.
–¿Es un caso único en México?
–De alguna manera lo es. Se parece mucho a lo que quisieron hacer de ella sus fundadores, Los Zetas: células operativas en distintas regiones que le apoyaran en sus tareas delictivas. Pero con la peculiaridad del discurso religioso y de autodefensa, y si se descuida este aspecto pueden lograr una base social muy amplia.
Flores destaca que los integrantes de la organización criminal han mostrado capacidad para confrontar a las fuerzas federales, lo cual manifiesta que el problema ha escalado, “por lo que es muy difícil sostener que estas acciones sean producto de una desesperación por parte de las organizaciones”, como lo hace el gobierno de Calderón.
Advierte que si no se amedrentan ante las fuerzas federales, “es claro que el nuevo despliegue masivo (anunciado por Gómez Mont) puede fracasar en Michoacán, como ya ocurrió en Chihuahua. Pero en este caso puede ser peor, porque esa organización puede incluso avizorar un problema de violencia mucho más agravado”.
A pesar de las detenciones de miembros de La Familia desde finales del año pasado, “no puedo decir que se encuentra en una situación de precariedad, pues sus liderazgos principales siguen operando. Además, estas organizaciones están diseñadas de tal forma que (en caso de) la detención de algunos de sus lugartenientes (éstos son sustituidos) fácilmente con otros”.
Mientras no se les erradiquen sus bienes y no se detenga a sus liderazgos máximos, es difícil asumir que el grupo esté en retiro, asegura el investigador.
Liderazgos
La presencia de La Familia viene desde principios de la década pasada, que entonces se hacía llamar La Empresa. Su desarrollo ocurrió durante el gobierno de Lázaro Cárdenas Batel (2002-2008); y su fortalecimiento durante el de Leonel Godoy, quien fue secretario de Gobierno de Cárdenas y que el viernes pasado calificó como “una ocupación” de Michoacán la decisión de Calderón de desplegar ahí a 5 mil 500 elementos más del Ejército, la Marina y la PGR.
En la década pasada, el enlace entre La Empresa y el cártel del Golfo fue Carlos Alberto Rosales Mendoza, alias El Tísico o El Carlitos, quien tras la detención de Osiel Cárdenas en 2003 se perfilaba para sustituirlo.
El Tísico estaba al frente de una célula regional que operaba en Querétaro, Guanajuato, el Estado de México, parte de Guerrero y Michoacán, territorios ahora controlados por La Familia. En Morelia tenía su base operativa para enviar cocaína procedente de Colombia a Estados Unidos. Desde entonces ha ampliado su presencia al Distrito Federal, Jalisco, Colima y parte de Aguascalientes.
Un año antes, en 2002, Rosales se había separado del cártel de los hermanos Valencia, confrontado por el asesinato de un sobrino del clan que controlaba las drogas sintéticas en el estado. Se alió con Osiel Cárdenas y facilitó la llegada de Los Zetas, que hicieron de Michoacán su campo de entrenamiento, tanto en Uruapan como en Lázaro Cárdenas, en beneficio sobre todo de La Familia (Proceso, Edición Especial 25).
Los actuales liderazgos de La Familia vienen desde la época de su alianza con Los Zetas. De acuerdo con fuentes policiales en Michoacán, uno de los cabecillas es Nazario Moreno González o Víctor Nazario Castrejón Peña, conocido como El Chayo, El Naza o El Más Loco, a quien se le atribuye el discurso religioso utilizado por la organización, al estilo de la Cosa Nostra siciliana, apoyado sobre todo en La Biblia.
Según su ficha policial, Nazario nació el 8 de marzo de 1970 en Apatzingán, mide 1.65 metros, tiene tez morena clara, cabello castaño claro y en el parietal izquierdo lleva una placa metálica después de un accidente, por lo que sufre fuertes dolores de cabeza.
De aquel tiempo data igualmente el liderazgo de Jesús Méndez Vargas, El Chango o Chamula, quien opera con un grupo de seguridad conocido como los Doce Apóstoles.
Por encima de ellos dos aparece en la actual estructura de La Familia Nicandro Barrera, El Nica, quien dependía directamente de Cárdenas Guillén como responsable del cártel del Golfo en Baja California, el sur de Ciudad Juárez, el Distrito Federal, Guerrero y Michoacán.
En su alianza con el cártel del Golfo, el grupo entonces llamado La Empresa se dedicaba a operaciones de lavado de dinero en numerosos negocios y al cobro de “cuotas de seguridad” a toda clase de comercios. Al frente de esa actividad estaba Nazario.
En octubre de 2004, Carlos Alberto Rosales, El Tísico, fue detenido cuando planeaba un asalto al penal de alta seguridad del Altiplano –entonces conocido como Almoloya, en el Estado de México– para liberar al jefe del cártel. Pretendía igualar la liberación de cinco miembros de la organización que en enero de ese año llevó a cabo un comando del grupo paramilitar en el penal de Apatzingán.
Tras la detención de Rosales, El Nica se quedó al frente de las operaciones y La Empresa se alió con Los Zetas para mantenerse protegida y continuar sus operaciones de lavado de dinero.
Una semana antes de su presentación en la prensa, en noviembre de 2006, La Familia distribuyó volantes casa por casa en busca de adeptos, aunque en ese momento quedó claro que formaba parte del cártel del Golfo, pues expresamente dijeron que no tenían rivalidad con éste.
En los desplegados de prensa, los integrantes del “nuevo” grupo se presentaron como “trabajadores masivos de Tierra Caliente” y desde entonces dijeron que su “misión” era “poner orden” en el estado: erradicar la venta de la droga sintética ice, la extorsión y los asesinatos por encargo.
La Familia aseguró que estaba lista para enfrentar a los soldados, aunque en el programa de televisión La Tuta manifestó que no quiere enfrentarse con el Ejército.
Dos días después de esas inserciones en la prensa, el grupo admitió que recurrió a “estrategias muy fuertes, porque era la única manera de poner orden en el estado”, aunque aseguró que su estructura era la de una empresa y contaba incluso con un área de relaciones públicas, a cargo de un sujeto identificado como El Tío.
Antes de la confrontación directa con el gobierno federal, a finales del año pasado El Tío daba entrevistas a la prensa. Una de ellas la publicó este semanario en noviembre de 2006 (Proceso 1569), cuando surgió el grupo.
Dijo entonces que su organización disponía de 4 mil miembros en prácticamente todos los municipios del estado y que cada uno de sus empleados ganaba entre mi 500 y 2 mil dólares, lo que hacía una nómina de entre 1 millón y millón y medio de dólares mensuales. Así mismo se ufanó de que La Empresa tenía buenas relaciones con las policías locales y empleaba sólo a personas originarias de Michoacán.
El “sector social” de La Familia estaba a cargo de Rafael Cedeño Hernández, El Cede, quien hasta su detención en abril pasado estaba a cargo del centro de rehabilitación Gratitud, que le servía como centro de reclutamiento y adoctrinamiento de sicarios. Además, coordinaba actividades de financiamiento.
El Cede dependía de El Chayo, luego de que éste lo designara al frente de las operaciones de La Familia en Lázaro Cárdenas, tras la detención de Alberto Espinosa Barrón, La Fresa, en diciembre de 2008.
Según los reportes policiales, fue El Chayo quien empezó a atraer a policías de distintos municipios para que La Familia tuviera su propio ejército. Actualmente, junto con El Chango, dirigen grupos de sicarios que ejecutan, extorsionan, levantan y venden protección en todo el estado.
Ya fortalecidos operativa y financieramente, no sólo rompieron con Los Zetas, sino que los empezaron a “poner”, entregándolos a la policía del estado. Así empezó la guerra entre los dos grupos paramilitares.
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