martes, 22 de septiembre de 2009

Jacinta y sus hermanas

Jorge Meléndez Preciado en RazonEsdeSer.

Fueron 1, 095 días; 26, 280 horas y un millón 365, 400 minutos, cuando menos, los que Jacinta Francisco Marcial estuvo presa debido a una acusación inconcebible, propia de una cinta del absurdo. Se le imputó a ella y dos compañeras que, incorrectamente, siguen en prisión, Teresa González y Alberta Alcantara, de haber secuestrado a media docena de policías, adscritos a la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), hoy Policía Federal.

El asunto muestra el horror de la justicia mexicana, ya que tanto los cargos, el primer dictamen del juez como la tardanza de la PGR , tres años, para no presentar conclusiones muestra, nítidamente, que ser mujer, indígena, pobre y no hablar español es sufrir los más terribles agravios, y al ser liberado ni siquiera recibir el “usted dispense”. Pero además, el asunto supera a Kafka, ya que se libera a una y las otras dos continúan encarceladas.

Frente a ese atropello monumental, Jacinta dice: “ya no permitiré más injusticias de la autoridad en mi contra. Ahora soy mucho más fuerte”. Y el régimen, al contrario, mostró sus debilidades, carencias, prepotencias, incapacidad para cuidar a sus habitantes y castigar a los responsables de una aberración sin límites.

Porque se debería, ahora, llamar a cuentas a los gendarmes mentirosos y prepotentes, al juez que malévolamente investigó el asunto y a los que en la PGR fueron omisos o culpables. Amén que como dice el doctor Mariano Albor, resarcir económica y moralmente a las víctimas; mujeres ejemplares.

La liberación de Jacinta se debió al apoyo de organismos como el centro de derechos humanos, Agustín Pro Juárez, y agrupaciones internacionales, no a una investigación seria de la autoridad. Lo que demuestra, claramente, que la impunidad es el pan de cada día en una nación donde los poderosos continúan siendo intocables.

jamelendez44@gmail.com

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