La Academia Mexicana de la Lengua dio el adiós a uno de sus más distinguidos integrantes
Vivas, aplausos y canto en el homenaje a Carlos Montemayor
Multitudinaria asistencia para rendir tributo al narrador, ensayista, traductor, poeta y tenorFoto Marco Peláez
MONTEMAYOR: LABOR INCANSABLE. El escritor recibe un machete y un paliacate de manos de Trinidad del Valle, dirigente de San Salvador Atenco. La imagen fue captada el 24 de septiembre de 2008, durante el acto en que se dio a conocer el libro Vencer o morir, del luchador social y académico Leopoldo Ayala, quien aparece a la derecha micrófono en manoFoto José Carlo González
MONTEMAYOR: LABOR INCANSABLE. Encuentro con sobrevivientes de los hechos en Madera, a propósito de la presentación del libro Las armas del alba. La fotografía fue tomada en la capital chihuahuense el 22 de septiembre de 2003. Aparecen Álvaro Ríos, Salvador Gaytán, Ramón Mendoza, Florencio Lugo, Carlos Montemayor (autor del volumen), Matías Fernández y Francisco OrnelasFoto Cristina Rodríguez
MONTEMAYOR: LABOR INCANSABLE. El 8 de noviembre de 2004 el ensayista y poeta visitó en el Reclusorio Norte de la ciudad de México a seis ciudadanos vascos detenidosFoto María Meléndrez Parada
MONTEMAYOR: LABOR INCANSABLE. La comandancia zapatista escucha a Montemayor el 12 de marzo de 2001, en la Villa Olímpica. Presentes, Zebedeo, Tacho y el subcomandante Marcos, entre otrosFoto Alejandro Meléndez
MONTEMAYOR: LABOR INCANSABLE. Carlos Montemayor acompañó el 10 de diciembre de 2007 al antropólogo e historiador Miguel León-Portilla en la presentación de su libro Animales del nuevo mundo, ilustrado por Miguel Castro LeñeroFoto María Meléndrez Parada
MONTEMAYOR: LABOR INCANSABLE. El 28 de octubre de 2009, el también colaborador de La Jornada recibió la medalla Roque Dalton, durante una ceremonia realizada en la sede del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, en la ciudad de MéxicoFoto Jesús Villaseca
Mónica Mateos-Vega y Fabiola Palapa
Periódico La Jornada
Lunes 1º de marzo de 2010, p. 3
Una parte de las cenizas del escritor Carlos Montemayor, fallecido este domingo, serán esparcidas en su natal Parral, Chihuahua. Otras tantas se distribuirán en la sierra de Guerrero, en algunos de los escenarios que el autor describe en su novela Guerra en el paraíso, basada en la guerrilla de Lucio Cabañas.
Esos fueron los deseos del también poeta y tenor, quien luego de enterarse de su enfermedad, hace apenas cuatro meses, tuvo tiempo de planear muchas cosas, entre ellas, negarse a recibir reconocimientos institucionales, señaló su esposa, Susana de la Garza, durante el sencillo pero multitudinario y emotivo homenaje que le rindieron a Montemayor sus colegas de la Academia Mexicana de la Lengua (AML).
Dejó la semilla para cambiar al país
Alejandra Montemayor agradeció en nombre de su familia a los presentes el estar ahí acompañándolos y pidió que las semillitas que dejó mi papá por todos lados, las hagamos crecer. Hay que seguir luchando por cambiar este país, ¡por favor! Un minuto de aplausos fue el corolario a esas palabras, seguido por el grito de un hombre: “¡Viva Carlos!’’
En punto de las ocho de la noche, bajo una brillante luna y con el sonido del tañer de las campanas de alguna iglesia cercana, la familia Montemayor arribó a la sede de la AML. De la Garza, quien llevaba en las manos una urna de porcelana blanca, fue recibida por algunos miembros de la academia. Caminó, acompañada por sus hijas Victoria, Alejandra y Jimena, entre la multitud y las decenas de cámaras que desde una hora antes aguardaban.
Cuando ingresó al recinto estallaron los aplausos. Emilio Montemayor, hijo mayor del escritor, tomó la palabra: Mi padre nos dio alegrías, nos permitió luchar con él su propia lucha en esta enfermedad. Queremos agradecer a la academia que podamos despedirlo aquí; él pidió que no fuera un adiós formal, sino afectuoso y agradable; nada mejor que en este lugar de la palabra, del lenguaje. Este lugar fue su vida y motivo de regocijo, por aprender de la diversidad de los hombres, de las culturas.
Jaime Labastida, en ausencia de José Guadalupe Moreno de Alba, presidente de la AML (quien se encuentra en Chile, pues iba a participar en el suspendido Congreso de la Lengua), pidió a sus colegas hacer una guardia de honor en ésta que fue la casa de Carlos.
Margo Glantz, Julieta Fierro, Margit Frenk, Guido Gómez de Silva, Miguel Ángel Granados Chapa, Gonzalo Celorio, Vicente Quirarte, Tarsicio Herrera y Felipe Garrido realizaron la primera guardia de honor frente a decenas de jóvenes admiradores de la obra de Montemayor que acudieron a despedirlo.
El historiador Miguel León-Portilla, también académico de la lengua, recordó a Carlos como un luchador decidido por las mejores causas de México; apoyó las demandas de los zapatistas de Chiapas, y (pugnó) porque se cumplieran los acuerdos de San Andrés Larráizar.
Explicó que Montemayor también preparó a centenares de escritores en lenguas indígenas en los talleres que coordinaba: Su figura era querida e importante; era un hombre del Renacimiento que sabía griego y también cantaba como un tenor, lleno de vida; un mexicano entregado a su tierra. Que muera un amigo así, que podía dar mucho al país, es una de las pérdidas más grandes que yo he experimentado en mi vida.
León-Portilla añadió que conversó mucho con el autor nacido en Parral: Siempre coincidíamos en las mismas causas, con las mismas ideas. Al menos nos queda el consuelo de toda la obra que deja. Dedicó su vida a la casa de escritores en lenguas indígenas, como yo también quiero seguir trabajando lo que me queda de vida.
Susana de la Garza explicó a La Jornada que los reciente cuatro meses le dieron oportunidad a su esposo de planear, de hacer cosas muy bonitas en unión con la familia. Dicen que los intelectuales son aburridos; al menos él no lo era. Fue un hombre divertido, cantaba, bailaba, hablaba en las lenguas que le gustaban, tenía miles de proyectos, era muy creativo, un luchador.
Detalló que Montemayor dejó instrucciones para repartir su biblioteca en diversos recintos universitarios de Chihuahua, así como en el centro cultural que lleva su nombre, ubicado en lazona de Cuautepec, delegación Gustavo A. Madero.
Luego de varias guardias de honor de colegas y amigos, se acercó el tenor José Luis Ordóñez, paisano del escritor, e interpretó un aria del tercer acto de la ópera Tosca, E lucevan le stelle, pues, dijo, lo que más amaba Carlos era esta música y así lo quiero despedir.
Muy conmovida, la cantante Carmen Cardenal también se acercó a la urna con las cenizas de su amigo y le cantó un corrido de Chihuahua.
Una larga fila de amigos, pero sobre todo los muchachos que seguían a Montemayor por su pensamiento crítico, esperaban su turno para despedirse de quien nos enseñó y guió con su palabra acerca de la realidad social del país, en contraste con las versiones oficiales, dijo una joven estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México, con una rosa blanca en la mano.
Media hora después de iniciadas las guardias arribó a la AML la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Consuelo Sáizar, quien dijo: Se perdió a un gran hombre de las letras. También acudió el director del Fondo de Cultura Económica, Joaquín Díez-Canedo, quien explicó que esa casa editora está preparando el segundo tomo de las obras reunidas de Carlos Montemayor.
El homenaje se prolongó varias horas. Hubo rostros tristes, como el del poeta Juan Gelman, o comentarios en torno a la muerte de un intelectual que nos va a hacer mucha, mucha falta.
Fuente: La jornada
Difusión AMLOTV
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