Beatriz Patraca
Esta semana empezó en las redes sociales en línea un movimiento que algunos moneros de La Jornada, junto con Rius y otros diseñadores gráficos como Alejandro Magallanes, titularon “Basta de sangre”. La idea central de esta propuesta es que la gente pueda mostrar su inconformidad y su descontento con la situación del país de manera pacífica. No podemos olvidar que el 1 de enero de este año, según el semanario Proceso, nos desayunamos con la muerte número 30 mil 167 desde que Calderón empezó su guerra contra el narco. Este malestar ha hecho que varios usuarios de Facebook y de Twitter sustituyan la fotografía que los identifica con el gráfico de Magallanes que indica “No + sangre” y que otros más hayan impreso esta imagen y la han hecho circular también fuera del ámbito de internet.
Hay quien se pregunta que esto para qué sirve y hay quien critica este activismo pasivo que se ejerce desde la comodidad de la computadora. No obstante, es valioso por dos motivos: primero, internet ha demostrado ser un importante propagador de información y de iniciativas por su rapidez, por su inmediatez y porque cada vez más gente tiene acceso a este medio. El otro motivo tiene que ver con la importancia de los símbolos. Un símbolo es la esencia de la cultura humana, la representación de una idea y de un sentimiento. A través de ellos nos identificamos con los demás y demostramos nuestra sensación de pertenencia a un grupo, a una religión, a un partido político o a una postura social. Aunque quizá no podamos evitar más muertes como la reciente de Susana Chávez, poeta y activista, y no incidamos de manera directa en una guerra que no es sólo contra el narco, por lo menos podemos hablar del tema y reconocernos como un amplio sector social en desacuerdo con lo que ocurre en el país.
No somos tan ingenuos para pensar que vamos a cambiar al mundo por adherirnos a una campaña, pero tenemos la certeza de que no estamos solos y de que hay un buen puñado de personas dispuestas a resistir a esta barbarie y a discutir el tema. Basta de sangre y basta de silencio.
Fuente: La Jornada de Oriente
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