La caja idiota es nuestra universidad ella controla nuestro nivel cultural, nos hace ver la vida como una caricatura, nos hace pensar y comer pura basura
El Tri: “La caja idiota”
El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología realiza bianualmente desde 2001, con la colaboración del Inegi, la Encuesta Nacional sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología. Los resultados de estos sondeos –aplicados a nivel nacional a personas mayores de 18 años residentes en áreas urbanas– muestran no sólo el desconocimiento que un gran número de mexicanos tiene acerca del tema, sino que además indican el predominio de una percepción deformada del mismo.
Dicha encuesta incluye un indicador de cultura científica que evalúa de acuerdo a una batería de preguntas el conocimiento de los entrevistados sobre asuntos científicos básicos, clasificando a los individuos en: 1) Bien informados; 2) moderadamente informados, y 3) escasamente informados. La encuesta indica consistentemente, desde el año 2001 y hasta 2009, que más de 90 por ciento de los individuos incluidos en la muestra no está bien informado; esto es, que queda ubicado en las categorías 2 y 3 (60 por ciento corresponde a la clase de los escasamente informados). Dado que la muestra tiene representatividad nacional, entonces puede inferirse que menos de 10 por ciento de la población mexicana adulta, habitante de zonas urbanas, está bien informada sobre temas científicos.
No más de 13 por ciento de la población considerada lee artículos de ciencia y tecnología en periódicos o revistas, aunque 41 por ciento dijo ver programas de ciencia y tecnología en televisión y 38 por ciento escucha programas en radio sobre el tema. A esto hay que agregar que, según otra encuesta, los adultos mexicanos, en promedio, leen menos de un libro al año.
También resulta interesante que a más de la mitad de los entrevistados les parece que “debido a su conocimiento los investigadores y científicos tienen poderes que los hacen peligrosos”. Sin embargo, paradójicamente, en cierta forma se considera benéfico el desarrollo científico y tecnológico, ya que más de 90 por ciento considera que “el progreso científico y tecnológico ayudará a encontrar la cura para enfermedades como el cáncer y el sida”. Y más de 80 por ciento declara que “la investigación científica debe ser apoyada por el gobierno federal, aún cuando los resultados no sean inmediatos”.
En cuanto al contraste entre ciencia y fe –episteme y dogma– la encuesta revela que cerca de 80 por ciento considera que “confiamos demasiado en la fe y muy poco en la ciencia”, y aproximadamente el 40 por ciento cree que los ovnis “son vehículos espaciales de otras civilizaciones” y que “algunas personas tienen poderes síquicos”.
Estos datos reflejan que lamentablemente en su mayoría los mexicanos son ajenos a la ciencia, lo cual se refleja, entre otras cosas, en una población fácilmente manipulable ideológicamente, al no contar con los elementos –conocimientos científicos básicos– que le permitan un análisis objetivo de la realidad y de la información que sobre ésta última se difunde a través de los medios de comunicación. De ahí las constantes estafas derivadas del cuento de los productos milagrosos para conservar la salud, de las infalibles fórmulas para volverse inteligente o millonario, y tantas otras mentiras que diariamente se difunden entre una población inerme, que no cuenta con los medios intelectuales para descifrar el engaño. Sin olvidar las otras estafas, diseñadas por los promotores de las numerosas sectas “religiosas” que surgen por doquier. Y de los políticos y sus engañifas, ni hablar.
Por otra parte, todo aquel ciudadano que no goce del acceso a elementos mínimos del conocimiento tecno-científico contemporáneo en cierta forma vive en el pasado, no es un contemporáneo del mundo presente, lo que lo condena a vivir en la precariedad intelectual y espiritual, aunada generalmente a la precariedad material. Situación que se traduce, literalmente, en una tragedia, personal y social.
Hay que comenzar por entender que el atraso científico y tecnológico del país obedece, en última instancia, a causas estructurales de naturaleza socioeconómica, y no es atribuible solamente a la falta de voluntad o ignorancia de quienes gobiernan la nación. Lo que podría llevarnos a concluir que la condición necesaria para alcanzar un pleno desarrollo de la ciencia sería un cambio en la estructura económica y política. Ello no obstante, en mi apreciación, existe la posibilidad de incidir y de dinamizar tal desarrollo, en las circunstancias presentes, incrementando la cultura científica del pueblo en general; tarea que corresponde, por su propia función, a las instituciones educativas y, particularmente, a la comunidad científica misma.
La responsabilidad de establecer estrategias con el propósito de fomentar y consolidar una cultura científica en el país recae principalmente en los propios científicos, pues son éstos quienes conocen la ciencia y poseen los instrumentos y métodos para analizar científicamente distintos tipos de fenómenos. Son los investigadores, ya sea a título individual o institucionalmente, a través de sociedades científicas o de la dependencia a la que están adscritos, quienes deben “sacar a la ciencia del closet (de la academia)”.
Hay que socializar el pensamiento científico buscando aquellos medios a los que la mayoría tiene acceso: periódicos, radio y TV comerciales y llevar la ciencia a lugares a donde asiste la gente (calles, parques, barrios, bares y cafés, etcétera) y no esperar a que el público asista a conferencias impartidas en algún recinto académico.
En cuanto a las formas habrá que buscar el teatro, la poesía, la música, el baile, como medios efectivos para comunicar ideas científicas. Lo cual ya se hace en muchos sitios del país y del extranjero, incluyendo las actividades desarrolladas por el colectivo autónomo (no depende ni recibe financiamiento de institución, secta o partido alguno) de los Camaradas de la Ciencia, que opera en Xalapa desde hace más de tres años, con una buena aceptación por parte de la comunidad.
En el caso de la televisión hay que considerar ejemplos de series (gabachas desde luego) en las cuales se presentan temas científicos, de manera excelente, en forma de comedia o drama. Son programas cuyos guiones son asesorados por un panel de científicos. Pienso en las series Dr. House (medicina) y Numbers (matemáticas). Un médico, conocido mío, como ejercicio didáctico, analiza con sus estudiantes los casos médicos presentados en la serie Dr. House, con buenos resultados según me comenta. ¿No podría hacerse lo mismo en secundaria o preparatoria con Numbers? ¿O mejor, qué no podemos hacer nuestras propias series radiofónicas o televisivas (hasta en forma de radio o telenovelas)?
Entonces lo que procede es lanzar una “guerra de guerrillas” por la socialización de la ciencia, con lo que quiero decir que hay que –además de fomentar las actividades institucionales– promover la participación de una diversidad de personas, grupos y colectivos que, con la asesoría de científicos, se den a esta tarea en forma libre y espontánea, sin ataduras burocráticas, pues éstas a la larga terminan por diluir el espíritu juguetón y desenfadado (el arte por el arte) que debe alentar esta actividad.
Para concluir creo que la encuesta aquí mencionada no refleja solamente la falta de una cultura científica, sino el bajo nivel educativo general de la población; actualmente hay más de 30 millones de adultos que no terminaron la educación básica y, según sabemos, la principal fuente de información de la población es la televisión abierta, la cual –por su mediocre calidad– induce en el espectador estereotipos deformados de personas y situaciones. Entonces, como se ha comentado, de alguna manera se cree que la ciencia es importante, pero a la vez no hay una apreciación objetiva del trabajo de los científicos ni de la ciencia en general. Lo cual contribuye a que la ciencia siga siendo considerada, por la mayoría de los mexicanos, como una actividad esotérica o por completo ajena a su vida cotidiana.
Fuente: La Jornada de Veracruz
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