viernes, 4 de septiembre de 2009

El resentimiento




El resentimiento

El resentimiento es incurable, según Gregorio Marañón, autor español que tuvo su auge en la primera mitad del siglo XX. Su obra sobre el tema, referida ayer en este mismo espacio, fue precisamente la que utilizó Carlos Salinas para fundamentar el resentimiento de Ernesto Zedillo en su contra.


Sallard
Para Marañón, la única medicina contra el resentimiento es la generosidad. “Y esta pasión nobilísima nace con el alma y se puede, por lo tanto, fomentar o disminuir, pero no crear en quien no la tiene”.

Más definiciones:

--Parece a primera vista que como el resentido es siempre un fracasado –fracasado con relación a su ambición—el triunfo le debería curar. Pero, en la realidad, el triunfo, cuando llega, puede tranquilizar al resentido, pero no le cura jamás. Ocurre, por el contrario, muchas veces, que, al triunfar, el resentido, lejos de curarse, empeora. Porque el triunfo es para él como una consagración solemne de que estaba justificado su resentimiento; y esta justificación aumenta la vieja acritud. Esta es otra de las razones de la violencia vengativa de los resentidos cuando alcanzan el poder; y de la enorme importancia que, en consecuencia, ha tenido esta pasión en la historia.

--El resentido es, allá en el plano de las causas hondas, un ser mal dotado para el amor; y, por lo tanto, un ser de mediocre calidad moral.

--El hombre resentido suele tener positiva inteligencia. Casi todos los grandes resentidos son hombres bien dotados. El pobre de espíritu acepta la adversidad sin este tipo de amarga reacción. Es el inteligente el que plantea, ante cada trance adverso, el contraste entre la realidad de aquél y la dicha que cree merecer.

--El resentido tiene una memoria contumaz, inaccesible al tiempo. Cuando ocurre, esta explosión agresiva del resentimiento suele ser muy tardía; existe siempre entre la ofensa y la vindicta un período muy largo de incubación.

--El humorismo puede ser una aptitud innata de los individuos y de las razas. Pero otras veces es una reacción ocasional, típica del resentimiento; porque es la patente de corso para crucificar, entre sonrisas, las cosas, las personas o los símbolos que nos han hecho un mal o que nos figuramos que nos lo han hecho.

--El resentido ronda, como animado por sordos impulsos, en torno del poderoso; le atrae e irrita a la vez. Este doble sentimiento le ata amargamente al séquito del que manda. Por esto encontramos tantas veces al resentido en la corte de los poderosos. Y los poderosos deben saber que a su sombra crece inevitablemente, mil veces más peligroso que la envidia, el resentimiento de aquellos mismos que viven de su favor.

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