Para nadie es un secreto que Francisco Rojas es el hombre de todas las confianzas de Carlos Salinas de Gortari. Tanto que durante su sexenio le entregó la más cara posesión nacional: Pemex.
La misión de Paco Rojas, como se le conoce desde entonces, era neutralizar el poder político y económico del sindicato petrolero.
Su amigo Carlos lo vivió en carne propia durante la campaña presidencial, cuando "La Quina" decidió apoyar a Cuauthémoc Cárdenas y sabotear en las urnas al PRI y a su candidato.
Por eso tan pronto como Salinas se sentó en Los Pinos sacudió al poderoso sindicato con la detención de su líder. Había que bajarles los humos. Y al mismo tiempo debía frenarse su expansivo crecimiento e influencia política.
Por eso, el entonces presidente diseñó, bajo la autoría intelectual de Paco Rojas, una estrategia para que el crecimiento de la industria petrolera ya no fuera a la sombra de un sindicato que cada día cobraba más por su paz.
Fue así como se gestó a finales de los 80 y a principios de los 90 lo que hoy se conoce como Pemex Internacional, ese enorme hoyo negro en donde coexisten brokers y traders, refinerías en el extranjero, navieras y servicios múltiples off-shore.
Las nuevas comisiones, las del crecimiento y la expansión, ya no serían para el sindicato y sus líderes. Una nueva estirpe de cuello blanco, operando desde el extranjero, sería la beneficiaria.
Desde entonces y hasta la fecha ninguna nueva refinería en territorio mexicano. Preferimos pagar a extranjeros la refinación de nuestro crudo. El pretexto fue que hacerlo aquí, con los costos sindicales, sería más caro y políticamente peligroso.
Por eso el valor de Paco Rojas. Porque fue para Salinas el arquitecto del nuevo Pemex que da menos comisiones al sindicato, pero que deja jugosas ganancias a brookers, traders y multinacionales en contratos de miles de millones de dólares.
Son las mismas compañías que en su momento aparecieron de la mano de la familia Bush, revitalizando la industria petrolera norteamericana y reconstruyendo Irak.
Bajo esa óptica y esas manos operando entre el crudo es como hay que ver la designación de Paco Rojas como nuevo jefe de la bancada priista.
Lo que se instala con él no es sino la prolongación de un proyecto político y económico articulado por Carlos Salinas en un intento por blindar la candidatura presidencial de otro mexiquense, Enrique Peña Nieto.
Un jefe de bancada que responda a la confianza del ex presidente y que, al igual que como Paco Rojas lo hizo con Miguel de la Madrid tras su entrevista con Carmen Aristegui, sea capaz de someter y pactar con los jefes priistas para alinear la causa.
Habrá que esperar para ver si los priistas no repiten por soberbia el gravísimo error de 2003, cuando ya se sentían que recuperaban la silla presidencial en 2006.
Aquellos días en que Elba Esther Gordillo era el Paco Rojas. Cuando Roberto Madrazo era el Beatriz Paredes. Cuando el Arturo era el Enrique Peña Nieto. Cuando Manlio Fabio Beltrones era el Emilio Gamboa.
La disputa entonces se salió de control. Ni acuerdos, ni reformas, ni unidad. El favorito Montiel, el dueño entonces de las pantallas de televisión, acabó destronado. Y el PRI condenado.
Los salinistas, con los maestros y los gobernadores del Tucom, emigraron sus apoyos al PAN para hacerle la diferencia a Felipe Calderón.
El resto de la historia todavía la pagamos en abonos, a diario. Si lo duda, asómese al gabinete. Al que está y al que viene.
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