Por Ramón Alberto Garza
30 Oct 2009
Con su denuncia genérica de que los grandes corporativos pagan muy pocos impuestos y que son ellos los que piden aplicar el IVA a alimentos y medicinas, Felipe Calderón está abriendo una caja de Pandora que creíamos cerrada desde 1982.
Desde que José López Portillo pronunció aquella célebre frase de "Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear", ningún presidente mexicano había chocado frontalmente con la clase empresarial.
Por eso sorprendió que Felipe Calderón, el mandatario conservador, el que llegó a Los Pinos por oficio y beneficio de las chequeras de grandes empresas, se lanzara el miércoles y el jueves contra los grandes corporativos acusándolos de no pagar impuestos.
La torpe alocución presidencial sólo puede entenderse en el contexto de un Felipe Calderón desesperado, acorralado, que no ve una salida a la crisis generada por una reforma fiscal que no cuaja.
Una reforma fiscal que, como nunca, tiene confrontados a todos contra todos.
Priistas contra priistas. Los de Beatriz Paredes contra los de Manlio Fabio Beltrones, lo del sonorense contra los de Enrique Peña Nieto.
Panistas contra panistas. Los de Gustavo Madero que acatan el designio presidencial y los de Santiago Creel que están en franca rebelión y no quieren que su partido pague los platos rotos.
Ministros contra premios Nobel. Los galardonados en economía que vinieron a México a recordar que elevar impuestos en una recesión es desastroso y un secretario de Hacienda que les responde, incluso a algunos de ellos que fueron sus maestros, que si no conocen México, no deben opinar. Que están equivocados.
Pero, sin duda, la confrontación más seria es la del presidente con las cúpulas del sector privado. Sobre todo porque se asumía que ya eran tiempos superados. Y nadie imaginaría que esas denuncias salieran de un mandatario panista.
Y no es que no existan empresas o corporaciones que evadan o eludan impuestos. Las hay. Como tampoco es que el presidente Calderón no tenga derecho a denunciarlas. Lo tiene.
Pero una cosa es levantar el dedo y señalar con nombres y apellidos a los presuntos evasores de impuestos, y otra muy distinta es sembrar la duda de que todas las grandes corporaciones son evasoras por definición.
Lo más grave es la forma y el contexto en que el presidente Calderón hace sus aseveraciones. Basta analizar el texto línea por línea.
"Pero lo que me parece inaceptable es que haya grandes corporativos que le exigen al gobierno que recorte su gasto, que ponga impuestos sobre alimentos y medicinas a la gente más pobre, pero que a la hora de ver sus cifras, en promedio pagan el 1.7 por ciento de impuestos durante varios años. Esto ya no puede ser".
Primera llamada de atención. Si eso ya es inaceptable, ¿quién lo ha estado aceptando?, ¿por qué?, ¿a cambio de qué?, ¿por qué no se puede actuar?
Segunda llamada de atención. La más preocupante. Que el presidente Calderón diga que los grandes corporativos que no pagan impuestos le están pidiendo "que ponga impuestos sobre alimentos y medicinas a la gente más pobre".
En lenguaje llano, que "los ricos evasores" quieren que los impuestos que ellos no pagan, los cubra "la gente más pobre". Esto es invocar a una peligrosa lucha de clases.
Tercera llamada de atención. "Esto ya no puede ser". Una frase así no debe salir de los labios de un mandatario.
Porque si él sabe que alguien está evadiendo impuestos, y no actúa en consecuencia, la responsabilidad es suya. Decir que "ya no puede ser" y no actuar, teniendo toda la autoridad de su investidura presidencial, además de ser un absurdo, puede tipificarse como tolerancia o incluso complicidad.
Cuarta llamada de atención. ¿Que acaso ese discurso de los evasores corporativos no era el eje de la crítica fiscal de Andrés Manuel López Obrador?
Pero la respuesta no se hizo esperar. Armando Paredes, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, dijo: "no compartimos la opinión de que las grandes empresas no están contribuyendo. Sí están contribuyendo y están dentro de un marco legal, siguen las reglas del juego".
En Nuevo León, Andrés Garza Herrera, presidente de la Caintra, señaló que las declaraciones presidenciales eran ofensivas y decepcionantes.
Sentenció que sólo podían tener explicación por la influencia de los recaudadores de Hacienda que usan información equivocada.
Y a lo mejor tiene razón. Porque horas más tarde fue Agustín Carstens quien salió a enmendar la plana al presidente Calderón.
"La mayoría de las empresas mexicanas de todos los tamaños, incluidas las grandes empresas, pagan sus impuestos y los pagan bien", dijo el secretario de Hacienda.
Salvó a las empresas de actuar con dolo y dijo que existen en la ley excepciones que son aprovechadas por algunos contribuyentes para evadir aportaciones fiscales.
Por ahora, el paquete fiscal está atorado en el Senado.
Lo que ya se aprobó desde la Cámara de Diputados y en el Senado es el aumento del 28 al 30 por ciento del Impuesto sobre la Renta.
También el incremento de 2 a 3 por ciento del Impuesto a los Depósitos en Efectivo (IDE) y la tasa de 30 por ciento a juegos y sorteos.
Al parecer, tampoco alguien objetó el impuesto especial al tabaco de 80 centavos por cajetilla, y el gravamen sobre la cerveza terminó negociado, se bajó del 28 por ciento propuesto al 26.5 aprobado.
Lo que se mantiene pendiente por serias diferencias entre las bancadas del PAN y el PRI, pero sobre todo por disputas dentro de los mismos partidos, que no terminan de ponerse de acuerdo, es el aumento del IVA de 15 a 16 por ciento.
Tampoco existen acuerdos sobre el precio promedio del barril de petróleo que regirá en el presupuesto 2010, así como el nivel del déficit público, que se busca elevar de 60 a 90 por ciento.
Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV
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