Por Carlos Fazio
México (PL).- En materia económica, la primera década del siglo XXI ubica a México como el país de menor crecimiento de América Latina.
En ese lapso, el incremento promedio del Producto Bruto Interno fue de tan sólo 1.6 por ciento, el más bajo en 90 años.
La crisis financiera global puso en evidencia una serie de problemas estructurales que padece la economía mexicana, entre ellos, la elevada dependencia del ciclo económico de Estados Unidos y el peso de los ingresos petroleros en el presupuesto (cerca de 40 por ciento), que lo hace más vulnerable a los vaivenes del mercado.
En el marco de otra década perdida para el desarrollo, peor que la de los años 80, a las mujeres mexicanas les ha llovido sobre mojado.
Pero en el año que termina, los registros negativos en materia económica se han agudizado y el sector exhibe tasas más altas de desempleo, un aumento en las filas del sector informal, peores condiciones de trabajo y una reducción en el poder de compra. Según Carmen Ponce Meléndez, economista experta en el tema de género, la crisis recesiva en 2009 derivó en una disminución de la calidad de vida de las mujeres pobres y de la clase media mexicanas, que tienen cada vez menos acceso al mercado de trabajo.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en octubre pasado había en México dos millones 900 mil desempleados, de los cuales la mayor parte fueron mujeres.
Cifras del organismo oficial indican que en los tres primeros años de gobierno de Felipe Calderón, “el presidente del empleo”, la desocupación aumentó 83 por ciento.
La situación se agravó este año a raíz del decreto presidencial que extinguió la compañía paraestatal Luz y Fuerza del Centro.
La medida dejó en la calle a 44 mil trabajadores. De ellos, cuatro mil eran mujeres electricistas que se sumaron a las 12.2 millones de personas ocupadas en el sector informal de la economía, donde labora una de cada tres mujeres en el país.
Otro saldo de la aguda crisis recesiva y las erradas políticas económicas gubernamentales fue la agudización de la precarización laboral, condición en la que ya vivían la mayoría de las 17 millones de trabajadoras del país, quienes representan, según el Inegi, 38.3 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA).
Cuatro de cada 10 trabajadoras gana menos de dos salarios mínimos al día (entre 54 y 110 pesos), y a ello se suma que las mujeres reciben en promedio 30 por ciento menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, en empleos por lo general carentes de contrato, prestaciones sociales y estabilidad.
Por otra parte, debido al aumento constante de la inflación, que en septiembre pasado alcanzó 4.89 por ciento, el costo de la canasta básica se elevó entre siete y 20 por ciento.
Con datos del Inegi, Carmen Ponce señala que la reducción del poder de compra de las mujeres se sintió en los hogares más pobres, donde destinan la mitad de su ingreso a alimentos y bebidas.
Ante el desempleo, la precarización y la falta de seguridad social, derecho laboral del que sólo goza 30 por ciento de la población en México, la mejor opción para la mujer trabajadora es la sindicalización, según recomienda Héctor de la Cueva, director del Centro de Información Laboral y Asesoría Sindical.
Y es que “sólo organizadas podrán defender las mujeres sus derechos de manera colectiva y de ese modo alcanzar una mejor calidad de vida”, dice el especialista.
Lo peor es que las expectativas de recuperación económica para 2010 no son muy alentadoras.
Aún cuando se estima un crecimiento para México de 3.5 por ciento, los especialistas coinciden que la reactivación será lenta y prolongada, por lo cual la recuperación del empleo tardará y será a principios de 2011 cuando los niveles de ocupación regresen a los existentes antes de la crisis.
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