En un sondeo, el 25 por ciento de los entrevistados cree que es una arbitrariedad la detención de Gregorio Sánchez, Greg; un porcentaje similar dice que la Procuraduría General de la República tuvo razón en aprehenderlo; un cuarto de los opinantes, que ninguno es fiable, y los restantes no saben nada al respecto.
En otro, publicado en Reforma (1 de junio), mientras que 68 por ciento de líderes de opinión está en desacuerdo con la lucha antinarco de Felipe Calderón, entre la gente común sólo el 48 por ciento señala que el hombre de Los Pinos no ha hecho lo adecuado; es decir, hay 20 puntos de diferencia entre uno y otro grupo de población.
Las anteriores son ejemplos de que las famosas encuestas, antes muy atendidas y hasta certeras, presentan diferencias notables; más, previo a elecciones.
Veamos otros casos. En Colombia, antes de las votaciones del domingo 30 de mayo, quienes levantan opiniones señalaban que Juan Manuel Santos, el candidato oficialista y exministro de Defensa, obtendría el 35 por ciento de los sufragios, mientras que el abanderado del Partido Verde, Atanas Mockus, conseguiría el 34 por ciento.
La realidad fue muy diferente: en tanto el empleado de Álvaro Uribe logró el 47 por ciento de las papeletas, el filósofo y matemático sólo consiguió el 21 por ciento; 26 puntos de diferencia. Y si bien los dos irán a una segunda vuelta el 29 de junio, la tendencia parece irreversible y tendremos cuatro años más de guerra contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en lugar de una solución negociada y civilizada, como se esperaba con Mockus y sus compañeros universitarios.
Recientemente hubo cambio de poder en Mérida, Yucatán, alcaldía obtenida desde hace 20 años por el Partido Acción Nacional (PAN). Las estimaciones, luego de consultar a miles de pobladores, eran que la contendiente priista, Angélica Araujo, ganaría por más de 20 puntos a Beatriz Zavala, del PAN. La realidad fue otra. Aunque triunfó la del partido tricolor, lo hizo con 3 por ciento de diferencia. Esto demuestra que ya no son tan certeros esos instrumentos de medición.
¿Qué está ocurriendo? La pregunta es importante al acercarse los comicios del 4 de julio, donde habrá cambios de gobernador.
Hay varias respuestas. Una es que las casas que realizan esos ejercicios demoscópicos llevan a cabo diversas tareas: cabildeo, imagen de los candidatos, relaciones públicas, posicionamiento antes los medios, elaboración de plataformas e incluso manejo de los nuevos instrumentos de difusión: Twitter y Facebook, entre otros.
Es decir, muchas de esas compañías son juez y parte. Un ejemplo: GEA- ISA, la que siempre dio como ganador en los comicios de 2006 a Felipe Calderón. En dicho consorcio, sobresalen dos socios muy conocidos: Jesús Reyes Heroles González Garza, quien fue director de Petróleos Mexicanos, y Guillermo Valdés, el por más de tres años jefe del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, quien llegó al cargo sin ninguna experiencia.
¿Se vale que dirigentes de una encuestadora acepten puestos importantes en una administración luego de haber llevado a cabo mediciones de la opinión pública? ¿Es ético que se vaya de la empresa privada a la pública y viceversa, obteniendo contratos, cuyo ejemplo nítido es Reyes Heroles?
Hay otras casas de encuestas que están ligadas a partidos y/o dirigentes políticos, o en su seno trabajan hombres importantes de sexenios anteriores, como el exsecretario particular de Ernesto Zedillo, Liébano Sáenz, quien, por cierto, trató de censurar los programas que emitió Canal 40 acerca de Marcial Maciel.
Otros asuntos deben ser también considerados.
Ciertos suspirantes tienen bolsas de dinero tan grandes que compran, dicen columnistas de largo trayecto, a medios impresos completos; otros están ligados al narcotráfico y es difícil hablar de ellos; algunos más son los delfines de los gobernadores y en sus entidades ningún periódico o medio audiovisual los critica.
No es posible dejar de lado que la televisión recibe en algunos casos (Estado de México y Peña Nieto, aunque no es el único ejemplo) contratos millonarios para hacer de ciertas figuras un anuncio interminable y evitar el mínimo cuestionamiento.
Un aspecto importante, que es similar aquí y en Colombia, es la baja en los asistentes a las urnas. Menos del 50 por ciento va a sufragar, lo que muestra que hay apatía electoral, básicamente entre los jóvenes.
Ejemplo claro de marrullerías, el caso de Puebla: mientras el periódico El Universal da un punto arriba a Rafael Moreno Valle sobre Javier López Zavala, del Partido Revolucionario Institucional, Milenio le otorga 10 de ventaja al pupilo de Mario Marín ante el aliancista del PAN-Partido de la Revolución Democrática. Otros estudios, pagados por el exjefe de prensa del góber precioso, otorgan ventaja de 20 puntos al tricolor. Es decir, la última cifra es un engaño vil de Marín para decir que su pupilo, hoy en graves dificultades, es un auténtico cañonazo.
Frente a ese caótico panorama, el Instituto Federal Electoral sigue hibernando.
Las encuestas son ahora muy cuestionables. Si bien han medido siempre el instante, cada vez es más volátil la opinión ciudadana debido a los vaivenes y transformaciones que padecemos. Ello se agrava por el manipuleo del dinero, el abuso de los gobernantes y la debilidad de los medios respecto del poder económico.
Asunto que debemos estudiar con nuevas herramientas. Sobre todo por lo ocurrido en Colombia, donde una serie de universitarios que gobernaron con tino, calidad y profundidad las ciudades de Bogotá y Medellín, entre ellos, la dupla Atanas Mockus y Sergio Fajardo, pero igual los exalcaldes bogotanos Enrique Peñaloza y Lucho Garzón, no pudieron ganar ni en sus localidades ante un jefe de militares que no parará sus enfrentamientos con los rebeldes y favorecerá lo mismo a Estados Unidos que a la oligarquía.
En México, júrelo, habrá sorpresas el 4 de julio, ya que nadie cree en los pronósticos de los medios, pues han demostrado fallas en los últimos tiempos. Aunque lo que urge es otra política, elecciones diferentes, nuevas formas de comunicación.
Fuente: Contralínea
Difusión: AMLOTV
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