lunes, 14 de junio de 2010

Sergio Adrián Hernández


Manuel Camacho Solís
Sergio Adrián Hernández
14 de junio de 2010


2010-06-14




Sergio Adrián Hernández es el estudiante de secundaria que murió asesinado en territorio mexicano por un policía de la patrulla fronteriza de El Paso, Texas. Sergio no debiera ser un número más en la lista de las muertes que ocurren en una frontera violenta. No debiera serlo, si todavía somos capaces de sentir tristeza o vergüenza al escuchar los llantos de su madre y su familia.

Ante esta tragedia, como ante los asesinatos de otros jóvenes en Ciudad Juárez, o el crimen contra la funcionaria del consulado, o el asesinato de Anastasio Sánchez Rojas, necesitamos algo más que una declaración.

Hay tres acciones que contribuirían a reducir la probabilidad de que hechos como este sigan ocurriendo.

La primera es asegurarnos que se haga justicia. En ninguna ciudad de los Estados Unidos dejaría de ser llevado a proceso un policía que, ante un joven de catorce años que arroja una piedra, respondiera con un balazo que le ocasionara la muerte. El gobierno mexicano debe asegurarse que el responsable del crimen sea sancionado en los mismos términos en que lo sería cualquier otro policía.

La segunda es que conviene impulsar un tratado bilateral sobre el uso de la fuerza en la zona fronteriza. Una es la violencia de las organizaciones criminales, pero otro problema, desde luego diferente, es la relación cotidiana entre los habitantes de estas ciudades y la fuerza pública. Deben establecerse protocolos que respeten los derechos humanos y coadyuven a reducir la violencia.

La tercera es la necesidad de revisar el arreglo institucional y administrativo con el que se están gobernando nuestras ciudades fronterizas. En sitios con un avanzado proceso de descomposición social y frente al crecimiento de la violencia y la ingobernabilidad, ha quedado rebasado el arreglo tradicional de múltiples dependencias federales descoordinadas, gobiernos estatales lejanos, gobiernos municipales con facultades disminuidas. Hay que cambiar de política y de modelo de gobernabilidad.

Se necesita una fórmula que vaya respaldada de la mayor legitimidad nacional, con un modelo de coordinación entre las dependencias y niveles de gobierno que permita mejorar la eficacia de las políticas, privilegiar la política social y aprovechar la participación ciudadana.

Hay una responsabilidad que nosotros no podemos eludir: la pérdida de la gobernabilidad y el crecimiento escalofriante de la violencia donde ocurrió el crimen y en varias regiones del país. Es urgente construir una nueva política de seguridad para las ciudades fronterizas y revisar el arreglo con el que ahí se gobierna.

A México y a EUA les conviene apostar con determinación a favor de la convivencia civilizada. Lo otro sería un infierno fronterizo. Si se acepta dar rienda suelta al temor y al uso de la fuerza, ambos países saldríamos perdiendo. Si no se paran la acciones represivas contra los mexicanos, una de las fronteras con menor nivel de confrontación, se terminaría convirtiendo en una frontera peligrosa.

Coordinador del Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA)


Fuente: El Universal
Difusión AMLOTV

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