martes, 6 de julio de 2010

British Petroleum: el miedo interno


British Petroleum: el miedo interno
Leonardo Boix


LONDRES, 4 de julio (apro).- Los empleados y ejecutivos de la petrolera British Petroleum (BP) en la casa matriz de la firma en Londres no pueden ocultar su preocupación y temores por la creciente incertidumbre acerca del futuro de la empresa multinacional, afectada tras el enorme derrame de crudo en el Golfo de México, el mayor desastre medioambiental en la historia de Estados Unidos.

El lujoso edificio ubicado en el número 1 de St. James’s Square, en Mayfair, uno de los barrios más exclusivos de Londres y a pocos metros de la residencia oficial del príncipe Carlos, Clarence House, alberga a unos 3 mil empleados de BP, en su mayoría ejecutivos de alto cargo, analistas y expertos petroleros.

Hasta el 20 de abril pasado, el día del fatídico accidente en la plataforma Deepwater Horizon, que provocó la muerte de 11 operarios y dio comienzo al derrame, los trabajadores de la compañía esperaban con optimismo los resultados favorables de la empresa, que en 2009 registró beneficios por 246 mil 100 millones de dólares y una capitalización de mercado de 181 mil millones.

En total, la firma emplea a 92 mil personas en todo el mundo, produce 2.3 millones de barriles de crudo por día y posee 22 mil 400 gasolineras en todo el planeta, aunque su centro y base de operaciones se encuentra en Londres, hoy plagada de incertidumbres y un ambiente de trabajo muy sombrío.

En un recorrido por sus amplias oficinas, el ambiente no puede ser más pesimista.

Las diez salas de reuniones están desiertas, muchas de las habitaciones que deberían utilizarse para “meetings” de negocios parecen despobladas, con secretarias que debieron suspender sus vacaciones de verano por el derrame en el Golfo de México y empleados que pululan por el edificio con rostros de preocupación, algunos de ellos al temer por sus propios puestos de trabajo en caso de una imprevista reducción de personal.

En el cuarto piso, donde se encuentran las oficinas de los ejecutivos de mayor rango, el acceso es vedado a este reportero, aunque nadie esconde su sentimiento de duda.

“Lo que se vive aquí día a día es muy feo. Después del desastre en el Golfo de México habrá una reducción importante en la plantilla de personal y, por supuesto, no se pagarán dividendos a los accionistas como ha sido anunciado. Pero lo peor es la incertidumbre, es no saber cuándo se controlará el vertido, por cuánto será demandada la empresa y si los costos seguirán creciendo exponencialmente”, declaró a Apro uno alto ejecutivo de origen latinoamericano de la firma, que pidió mantener su nombre bajo anonimato por razones de seguridad laboral.

“En la sede de Londres la situación es aún más compleja porque aquí funciona la base central, así que los problemas más graves son discutidos en estas oficinas. Los últimos meses, trabajar aquí dentro ha sido bastante difícil”, admitió el informante desde el edificio de St. James’s Square.

Para el ejecutivo, “el ambiente de trabajo es de decepción y dudas por lo que vendrá. Hay que ser positivos, incluso en los peores momentos”, agregó.

Desde que ocurrió el accidente en la plataforma del Golfo de México, la capitalización de mercado de BP se redujo a casi la mitad, sus acciones en la Bolsa de Londres cayeron a 300 peniques (el mínimo de los últimos 13 años), luego de haber trepado a casi 660 peniques antes del siniestro, y los costos para las operaciones de limpieza del vertido crecen día a día, llegando actualmente a los 2 mil 650 millones de dólares.

La empresa, que integra servicios del sector gasífero y petrolero, es la tercera del sector energético más grande del mundo y la cuarta compañía más grande del mundo. Pero ahora los trabajadores en la sede central de Londres temen por su futuro y el de la compañía si los litigios por la mancha de petróleo superan todas las previsiones.

En ese sentido, el pasado 29 de junio el director de mercadeo de BP en el Mar del Norte, el británico Bernard Looney, se trasladó a la ciudad escocesa de Aberdeen para reasegurar a los empleados de la compañía que la firma seguirá operando en esa región.

Looney les dijo a los trabajadores que sus puestos “están seguros” y que “por el momento” no hay planes de recorte, a pesar de los altos costos de limpieza en el Golfo de México, que en sólo esos últimos tres días habían sido de 300 millones de dólares.

El ejecutivo de BP negó las especulaciones acerca de que la compañía planea vender sus bienes en el Mar del Norte para ayudar a financiar los costos, y de esa forma trasladar sus operaciones a actividades offshore.

Sin embargo, las preocupaciones de los trabajadores persisten y se agravaron desde que, el pasado 22 de junio, la firma anunció desde la capital inglesa que el director ejecutivo, el mediático ejecutivo británico Tony Hayward, será desplazado de las tareas para hacer frente al vertido de crudo, luego de una serie de errores y pifias en las últimas semanas, que afectaron la imagen de la empresa.

El último de esos errores ocurrió el sábado 19 del mes anterior, cuando Hayward y su hijo decidieron asistir con su yate de lujo a la exclusiva regata de la Isla de Wight, en el sur de Inglaterra, generando todo tipo de críticas por parte de la Casa Blanca, que acusó al directivo de divertirse en las tranquilas aguas del Canal de la Mancha en lugar de hacer frente al desastre en el Golfo de México.

El ejecutivo de BP delegó tres días después una ponencia en la influyente conferencia de petroleros en Londres, la World National Oil Companies Congress, a su segundo, Steve Westwell, y canceló su asistencia para la noche del 23 de junio a la inauguración de un premio de arte en la National Portrait Gallery de la capital, que es auspiciado desde hace más de una década por la empresa.

Ambas cancelaciones habrían tenido que ver con la decisión de Hayward de evitar mostrarse en público, y de esa forma no tener que enfrentar críticas de la prensa y de activistas del grupo Greenpeace, que desde hace días realizan protestas fuera del edificio de St. James’s Square y en donde sea que aparezca Hayward.

Los ambientalistas lograron avergonzar aún más a la petrolera multinacional, luego de ingresar al recinto de la conferencia en Londres la noche del 22 de junio en el Hotel The Grange St Paul's y hablar ante un sorprendido público, que incluía a multimillonarios petroleros y a ministros.

"Invitados a esta conferencia: Debido a que BP es incapaz de decirles la verdad, les voy a decir lo que tienen que saber", declaró a gritos Emma Gibson, activista de Greenpeace en Gran Bretaña, poco después de quitarle el micrófono a Westwell, que había comenzado a pedir disculpas por la ausencia de Hayward.

"Tenemos que acelerar el progreso y poner fin a la era del petróleo", agregó Gibson, antes que ella y su colega y activista Katie Swan fueran retiradas a empujones por varios guardias de seguridad, mientras desplegaban un cartel que leía: "Go Beyond Petroleum" (Vayamos más allá del Petróleo).

Lo cierto es que hasta ahora la compañía se ha negado a detallar dónde se encuentra Hayward, un hecho que aumentó incluso más las preocupaciones de los empleados de la firma, aunque fuentes allegadas a BP indicaron a Apro que el ejecutivo habría viajado a Rusia para tratar de llevar confianza a uno de los principales mercados de la empresa.

Durante su viaje incluso habría mantenido un encuentro secreto con el presidente ruso, Dimitry Medvedev, siempre según esas fuentes.

La filial rusa de BP, TNK-BP, es responsable por un cuarto de la producción mundial de crudo de la petrolera.

Luego de ser expulsadas de la conferencia de petroleros en Londres, Gibson sostuvo al periódico inglés The Guardian que los grupos ambientalistas "quieren un cambio" en las políticas energéticas de BP, que según la activista "dependen demasiado del combustible a base de fósiles".

"Lo que ha ocurrido en el Golfo de México es un desastre sin precedentes. Parece que se ha hecho un daño irreparable al medioambiente del planeta. La vida de miles de personas cambiará para siempre", subrayó.

Gibson afirma que BP "está en severos problemas" porque no escuchó a los activistas a favor del medioambiente, y por el contrario prefirió seguir adelante con proyectos riesgosos. "Si nos hubieran escuchado hace muchos años acerca del uso de energías renovables, hoy no estarían haciendo frente a un desastre de más de 40 mil millones de dólares", dijo por su parte Swan a The Guardian.

Hayward ha delegado ahora su control por las tareas de limpieza del vertido en el Golfo de México a Bob Dudley, director de BP en Estados Unidos.

Para los analistas del petróleo en la City de Londres, Hayward seguirá en su puesto a corto plazo, pero es probable que la debacle por el derrame le cueste su cargo y afecte severamente la imagen de la petrolera.

El pasado 28 de junio BP sufrió otro “escrache”, esta vez en las puertas del prestigioso museo Tate Britain de Londres, luego que una veintena de artista arrojó durante la fiesta de verano de la institución artística un tarro de petróleo a las puertas del museo, en protesta al auspicio multimillonario de la petrolera a la Tate, así como al British Museum, a la National Portrait Gallery y al Royal Opera House de londinense.

Los artistas escribieron además una carta abierta al periódico The Guardian, que fue publicada el mismo día de la protesta en la Tate, en la que indicó que el logo de BP como auspiciante del museo londinense "representa una mancha en la reputación internacional de la Tate", que busca "distraer la atención del impacto a los derechos humanos, medioambientales y de cambio climático" generado por el vertido.

Entre los 171 firmantes de la solicitud estaba el dramaturgo Caryl Churchill, el ilustrador Martin Rowson, el comediante Robert Newman, el pintor John Keane y el creador de música electrónica Matthew Herbert.

Mientras, Matthew Lynn, experto en asuntos de hidrocarburos de la Bolsa londinense, declaró a Apro que BP debería contratar al exprimer ministro británico Tony Blair para “salvar a la compañía del colapso”.

Lynn sostuvo que Blair, que ha amasado una fortuna personal de más de 100 millones de dólares desde que abandonó en 2007 su cargo al frente del gobierno, al trabajar como asesor especial de bancos, entidades financieras y hasta de la Familia Real saudita, debería reemplazar al actual presidente de BP, Carl-Henric Svanberg.

"Aquellos que escuchamos hablar al director ejecutivo Tony Hayward mientras trataba de acallar críticas en el Congreso estadounidense, nos damos cuenta que la empresa necesita mejorar su imagen en un 1.000 por ciento. Esta es una crisis política, así que ¿por qué no contratar a un político? Blair tendría que reemplazar a Hayward", agregó.

El exprimer ministro británico es muy popular en Estados Unidos, principalmente debido a su apoyo incondicional al presidente George W. Bush en la guerra de Irak. Además, es asesor de empresas financieras como JP Morgan y Chase & Co, ambas con sede en Norteamérica.

Blair tenía vínculos cercanos con BP cuando estaba a cargo del gobierno británico. Una de sus principales consejeras, Anji Hunter, terminó trabajando para la petrolera, mientras que el exdirector ejecutivo de la firma, el lord John Browne, también fue un consejero cercano del entonces primer ministro.

De vuelta en la sede central en Londres, los interrogantes crecían con el correr de los días.

Especialmente tras el anuncio hecho el pasado 16 de junio por Svanberg, luego de una reunión en la Casa Blanca, acerca de que la empresa suspenderá los pagos de dividendos a accionistas, afectando no sólo a aquellos inversores con acciones de BP, sino también a pensionados que aportan a fondos vinculados con las actividades económicas de la empresa.

BP normalmente paga 2 mil 670 millones de dólares en dividendos cada tres meses y es responsable por cerca de 1.5 de cada 10.5 dólares de dividendos pagados por las principales empresas de Gran Bretaña.

Tony Nutt, manager del grupo Jupiter Income, que está ligado financieramente a BP, sostuvo el pasado 23 de junio a la radio 4 de la BBC que para los empleados de la petrolera e inversores “la situación es más que preocupante, especialmente a futuro”.

“BP debe pagar los dividendos porque la empresa es capaz de hacerlo. Si cometió un error de cálculo por el desastre en el Golfo de México, no es nuestro problema, tuvo que haberlo pensado antes”, agregó.

Sin embargo, son los empleados de la firma quienes temían por su futuro y el de BP. Robert Wilson, un analista de sistemas de BP que se jubiló el año pasado tras 15 años con la compañía, no deja de ver las noticias por la televisión, y está preocupado por lo que ocurrirá con la empresa. "Espero que hagan lo correcto y paguen todo lo que es legítimo a esta gente afectada", declaró el hombre de 72 años a la agencia de noticias AP.

Wilson sostuvo además que sus colegas que aún siguen en la compañía tratan de trabajar normalmente después del accidente, “los técnicos buscando hacer las refinerías más seguras, los empleados procesando contratos de negocios y los ejecutivos manejando cuentas corporativas”.

Jerry Ehlers, un geofísico de 64 años de BP, sostuvo que a pesar del vertido, muchos empleados esperan que la compañía logre resolver la crisis y sobreviva a la debacle, aunque admiten que debe hacerse responsable por el vertido.

"Muchas veces me deprime leer las noticias sobre el tema, porque parece que la mancha no dejará de crecer. La empresa saldrá adelante a pesar de lo que ocurrió. Para muchos es su sustento de vida y una debacle de la empresa sería catastrófica, pero debe hacerse responsable por lo que ocurrió, especialmente si los daños terminan siendo irreparables", concluyó.


Fuente: Proceso
Difusión AMLOTV

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