lunes, 12 de abril de 2010

La vergüenza y el respeto van unidos




Por María Teresa Jardí

Cuando los gobernantes pierden la vergüenza, los gobernados no los respetan, dice, en un panel de una chorrada de programa: “La ruleta de la suerte”, que pasa por antena 3 de televisión española. Y me digo, que sí, que efectivamente cuando los gobernantes pierden la vergüenza los gobernados les perdemos el respeto y el contrato social, entendido como el tejido que mantiene funcionando en paz y con tranquilidad a un grupo social, se rasga y en casos extremos como el mexicano se convierte en casi imposible la posibilidad de zurcirlo. El aparato procurador de justicia, convertido en cobrador de venganza, está acabado. Y lo único sensato, en un caso como el del Estado de México, tan indignante, desde donde se analice, habría sido el de cesar de inmediato a todos los involucrados.
Pero perdida por completo la vergüenza, a los gobernantes no les importa que los pueblos, que desgobiernan, no los respeten. A final de cuentas: el respeto también es mutuo y ellos tampoco, ni siquiera a los ciudadanos, respetan, sabiéndose, como se saben, objetos chatarra, vendidos por la televisión a modo que los compra y a la que sirven.
Colar buscando que se crea que fue accidente el asesinato de Paulette ni a los párvulos convence. Pero como salir un poco más ricos, aunque hagan el ridículo y queden como corruptos ineficientes ante el mundo, es la única aspiración que tienen hoy los que hartan al pueblo con sus estupideces que suben de tono incluso en los casos convertidos en culebrón a modo por el poder fáctico en que se ha convertido a la telebasura en México. Ni a la lógica más elemental recurren ya para adecuar al menos con visos de creíble el encubrimiento que hacen de los criminales, sin pudor alguno, mientras persiguen a los luchadores sociales sin tregua.
Vean ustedes. Si realmente se les hubiera muerto la hija por accidente y aunque nada de lógico hubiera igual tenido lo del escándalo desatado incluso por la red de la Internet con relación al inventado secuestro, pensando en que tontos que son los padres y prepotentes nuevos ricos que se creen con derecho a hacer lo que les venga en gana, pero asustados también, y por eso los padres hubieran movido a otro lugar el cuerpo. Una vez arraigados habrían explicado lo que había pasado y el lugar donde tenían escondido el cadáver. Lo que suponía la conservación en hielo del mismo. Seguramente en un congelador. Y la participación de quien supiera cómo hacerlo y tuviera el lugar adecuado para esconderlo y la sangre fría necesaria, en medio de una tragedia que, de entrada —testigo televisivo ha sido el mundo, eso es lo malo de convertirlo todo en raiting—, a los padres no afectaba y en ese lugar habría “encontrado” —como debió encontrar, pero sin moverlo, así debió darlo a conocer—el cadáver la Procuraduría. Pero, claro, entonces habría tenido que fincar las responsabilidades correspondientes a todos los involucrados en el ocultamiento del cadáver y etcéteras.
Como debieron explicar —ahí sí sin duda alguna— a las autoridades los pormenores del crimen cometido, los padres evidentemente involucrados en el asesinato de la menor. Luego de aceitarles con dinero las manos, en busca de la ayuda, que es obvio que esas autoridades les dieron, para regresar el cadáver al lugar donde fue encontrado. De una estupidez mayúscula incluso el encubrimiento que pudieron hacer menos mal.
Perdida la vergüenza por parte de los gobernantes a la mexicana, engolosinados con un poder obtenido a base de televisiva propaganda, vendidos y comprados como los productos chatarra, que las televisoras promueven a sabiendas de que convierten en diabéticos a los niños o para convertirnos a todos en consumistas irredentos de porquería innecesaria, el “pirruris”, que nos quieren ensartar como sucesor de Calderón sus televisivos también hacedores, sale a defender a su procurador pensando que convence, cuando lo que evidencia es que a él también debieron llegarle al precio estipulado para encubrir el crimen. Uno más, a final de cuentas. México se encuentra convertido en el país paraíso también de los asesinos, amén de que lo es de los pederastas, de los tratantes de blancas, de los extorsionadores, abusadores, delincuentes de cuello blanco, narcotraficantes, lavadores de dinero… México es hoy el paraíso para los rufianes, pues.

Fuente: Por ESto
Difusión: AMLOTV

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