viernes, 4 de junio de 2010

Agarrando al toro por los cuernos





Agarrando al toro por los cuernos

Las “banderillas” están clavadas para domar al “toro” de Wall Sreet. El Congreso ha aprobado una nueva reforma financiera enviada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Por Desiderio Morales, Francisco Blanco


El objetivo es regular el negocio bancario, que dio muestras de avaricia e imprudencia –al mejor estilo de las Vegas– en la crisis de 2008, con abusos desmesurados que estuvieron a punto de provocar una Gran Depresión. Junto a los planteamientos de Obama para enderezar al sector financiero de Wall Street hay otros más atrevidos. Entra a Indigonomics y conoce los detalles sobre…

AGARRANDO AL TORO POR LOS CUERNOS

El presidente Barack Obama se ha lanzado al ruedo para jugar una de las faenas más importantes para el destino de la economía de Estados Unidos (EU).

El objetivo es agarrar al “toro” de Wall Street por los cuernos.



El primer hombre de color en la Casa Blanca busca prevenir abusos de parte de los banqueros como los que cometieron en 2008, cuando estuvieron a punto de llevar a pique la economía de EU y la del mundo.

El instrumento a utilizar –o “banderilla” a clavar– es la reforma más importante desde la Gran Depresión aplicada al poderoso sector financiero estadounidense, la cual ya fue aprobada por el Senado y pronto se convertirá en decreto.

Obama está “lanzándose al ruedo” con un menú inédito de medidas centradas en mayores regulaciones a la banca, que solamente se explican por el tamaño de los riesgos y desafíos que se enfrentan.

Las medidas, en conjunto, buscan algo en común.

Primero, proteger o vacunar anticipadamente de otra quiebra de la banca. Evitar otro rescate.

Luego, proteger a la economía del riesgo de que, por esta quiebra, haya otra debacle económica.

Y, después, contener la irritación del causante dado que mientras pierde el empleo o la casa, o ve pulverizados sus ingresos, observa cómo los banqueros siguen aumentando sus ganancias y –para colmo– hay la posibilidad de otra crisis que tendría que pagar el hombre de la calle.

Hay demasiado en juego en esta reforma financiera de Obama.

Fracasar mantendría las luces rojas de Wall Street para la economía de EU.

Problemas que, sumados a los otros convierten la economía más grande del mundo en un auténtico campo minado.

Como los altos déficits del gobierno de EU.

O la crisis presupuestal de algunos países de la eurozona, como Grecia, que ya obligaron a implementar otro plan de rescate que no despejó los temores de los inversionistas de que se activen “minas” similares en esas naciones.

O la tarea –postergada en gran medida– de retirar la liquidez que se inyectó a la economía mundial en 2008 y cuya permanencia representa un riesgo porque puede activar la inflación internacional, complicada para colmo por otra dosis de recursos emergentes suministrada por la eurozona para su propio plan de rescate.

Los riesgos para el éxito de la reforma financiera son estos y muchos más.

¿Se “llevará la tarde” el primer presidente de color de la Casa Blanca y saldrá cargado en hombros por el público estadounidense?

¿O el “toro” de Wall Street se saldrá con la suya, sacándose las “banderillas” y dejando en ridículo al rejoneador y en grave riesgo no solamente al sistema financiero, sino a la economía de EU y del mundo?

Veamos.





EL GRAN CASINO





Los íconos de Wall Street ya no son los grandes empresarios de antaño, como el petrolero David Rockefeller, el banquero JP Morgan o el barón de Rotshchild.
Hoy dominan el escenario neoyorquino personajes como George Soros, autodefinido como especulador, filántropo y filósofo; o Warren Buffett, master en riesgos.

O el empresario mexicano Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, que construyó su imperio apalancado en la bolsa en su ingenio financiero, pero también en su habilidad para explotar los juegos de poder del sistema político mexicano.

¿Qué tienen todos en común? Son especuladores.

Wall Street entronizó a este nuevo arquetipo empresarial facilitando abiertamente la especulación con reglas del juego con mínimas regulaciones. Así construyó una burbuja en los mercados.

Aunque sin una política de dinero fácil de las autoridades monetarias –de abundante liquidez y tasas de interés bajas– los bancos jamás habrían montado la burbuja inmobiliaria desde donde estalló la crisis, lo que hace corresponsable al gobierno de EU.

Hoy Wall Street parece más un gran casino de Las Vegas que un recinto de intermediación que canaliza inversiones a las empresas para fomentar el crecimiento económico.

Y es que los bancos tomaron todos los riesgos del mundo en los años previos a 2008, en particular en el mercado de viviendas.

Excedieron, con mucho, los créditos inmobiliarios sin medir los riesgos, aprovechando que las autoridades regulatorias no fijaron condiciones de capitalización.

Otorgaron préstamos a personas sin capacidad de pago.

Construyeron una burbuja inmobiliaria, que potenciaron al máximo cuando se apalancaron en estos valores para emitir bonos que vendieron en los cuatro rincones del planeta y que pasaron luego a la categoría de tóxicos.

Se trató, como dice el Premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz, de auténticos “préstamos depredadores”.

Los bancos de EU, como añade Stiglitz, inventaron además los derivados, los instrumentos sofisticados de inversión que nacieron como una forma de cobertura y terminaron convirtiéndose en un medio de abierta especulación. Estos tuvieron su mejor época en los años previos a 2008.

Instrumentos que ocultaron el riesgo, engañando tanto a inversionistas como a reguladores y comercializándose en el extranjero, como quedó claro después en la crisis de Grecia. Con tales medios, alentaron una burbuja mundial de deuda para empresas y gobiernos.

La burbuja inmobiliaria se propagó a la bolsa a los mercados de bonos, deuda y crédito, inflando los activos. En 2008, la burbuja estalló. Secó la liquidez y, a la inversa, como un virus, contaminó los mercados y derribó los precios.

El gobierno se vio obligado a montar un multimillonario plan de salvamento de 700 mil millones de dólares para evitar una debacle económica.

La crisis hizo cenizas a Bear Stearns y Lehman Brothers. Obligó a la fusión de Merrill Lynch con el Bank of America.

Solamente en 2009 quebraron 140 bancos.

Con el plan de salvamento, muchos pensaron que se corregirían los problemas de la banca. Las bajas de la calificación de bonos –valores que en muchos casos se convirtieron en chatarra– frenaron en efecto los préstamos depredadores.

Pero los abusos no pararon.

Hay por lo menos dos agravios de los bancos a la economía estadounidense, después del plan de rescate.

El primero consistió en que continuó creciendo la emisión de derivados, que en un ámbito no regulado alcanza unos 615 millones de millones de dólares, una cifra que espanta y es considerada por los expertos como un instrumento con potencial de destrucción masiva para los mercados financieros.

El segundo, que aunque pararon los créditos depredadores en el mercado hipotecario, frenaron también los empréstitos que requiere la economía para activar la inversión y dar mayor solidez al repunte en la actividad productiva.

La falta de regulación, que llega hasta 2010, posibilitó este gran engaño de la banca que se dio después de la época de los grandes abusos previa a 2008.



Siguieron generando ganancias a raudales. Mientras tanto, el hombre de la calle vio contraídos sus ingresos o perdido su empleo, lo que aumentó la irritación popular.

El sentimiento público de que el gobierno salvó a los banqueros y sus accionistas, pero no a los inversionistas, es correcto. Por supuesto, el causante pagó el precio. Además de que el gobierno aumentó a dosis elevadas el déficit gubernamental y la deuda por el oneroso costo del plan de rescate.



LAS REFORMAS




En esa atmósfera de abusos que continuaron después del plan de rescate y en medio del encono popular contra los bancos, ahora la administración Obama empuja sus “banderillas” contra el “toro” de Wall Sreet.

Se trata de una lucha intestina, que no tiene precedentes desde la Gran Depresión.

En una esquina se encuentra la Casa Blanca y el Congreso, y en la otra, el poder de Wall Street con su ejército de cabilderos.

Su arma principal son las regulaciones, que llegan tardías. Su objetivo es vacunar al sistema financiero de otra crisis como la de 2008. No son pocos quienes aún en ausencia de la Reforma Financiera temen que el agua se desborde otra vez en Wall Street, lo que evidencia el riesgo.

La reforma nace con expectativas enormes. Se trata de proteger contra potenciales quebrantos emanados de los bancos, a los inversionistas y –en última instancia– al causante, quien pagaría el costo de una nueva crisis como ya sucedió una vez.

-Se aplican mayores controles y regulaciones a los bancos para reducir los riesgos sistémicos. Se les prohíbe –siguiendo la denominada Regla Volcker– negociar valores con recursos propios e invertir en fondos de cobertura de capital de riesgo. No podrán comprar otros bancos si con ello superan el 10% de los activos del sistema e, incluso, la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) podrá dividir bancos si hay riesgo para la estabilidad, es decir, que sean demasiado grandes para caer. Hay un veto para participar directamente en el mercado de derivados.

-Hay mayores restricciones para los fondos de cobertura (hedge funds) y las firmas de capital privado para detectar riesgos anticipadamente, obligándolos a registrarse con la SEC para disponer de la información necesaria.

-Se regula el mercado de derivados para examinar de cerca esta “bomba financiera” y evitar que siga creciendo.

-Se establece un Consejo de Supervisión de Estabilidad Financiera que impondría requisitos de capital más elevados y podría obligar a las corredurías y bancos a vender compañías o deshacerse de inversiones que impliquen riesgo sistémico.

-A las calificadoras se les imponen reglas más estrictas, además de que los inversionistas podrán demandarlas, una situación de la que ya existen precedentes.

-Se avanza en la legislación de protección de consumidor de servicios bancarios. Se crea una agencia que supervisaría a los bancos y otras instituciones financieras a fin de evitar abusos en tarjetas de crédito y préstamos hipotecarios. Se impide a los bancos incrementar las tasas de interés sin previo aviso, cobrar recargos a deudores con más de 60 días de retraso y aumentar las líneas de crédito automáticamente a clientes que han sobrepasado sus límites.



LECCIONES PARA MÉXICO



La “faena” que lleva a cabo Obama en EU contra Wall Street entraña lecciones para México, que no aplica la máxima de que “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.

Y es que no se ven por ningún lado de parte de los entes reguladores mexicanos como el Banco de México, la Secretaría de Hacienda o de Economía, medidas de fondo para evitar el riesgo –enorme– que representa para el país que el sistema de pagos esté dominado por filiales de bancos extranjeros.

No hay acciones contundentes para corregir los temores de que en una crisis haya acciones lesivas para la economía mexicana –como enviar dinero a sus filiales– de parte de los cinco bancos extranjeros que controlan las dos terceras partes del crédito o la captación.


Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV

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