JENARO VILLAMIL
MÉXICO, DF, 10 de febrero (apro).- Una pequeña señal televisiva, el Canal 40, fue asfixiada económicamente en 1997 por haber difundido las denuncias de ocho exintegrantes de los Legionarios de Cristo, quienes acusaron a Marcial Maciel de pederasta.
El periódico La Jornada resintió en ese mismo año una intensa campaña de boicot publicitario por haber reproducido el reportaje original de Gerald Renner y Jason Berry, periodistas de Harp of Current, quienes "destaparon" el escándalo contemporáneo en contra de Mon Pérre.
Todavía en 2002, el programa Círculo Rojo, en Televisa, recibió las presiones de los millonarios simpatizantes de la Legión que expresaron su desacuerdo con las entrevistas de Javier Solórzano y Carmen Aristegui con las víctimas de la pederastia de Maciel.
Fueron las épocas de oro de la censura de la Legión de Cristo.
Quienes osaban romper con la omertá –el pacto de silencio que profesaban los poco más de 800 sacerdotes y más de 50 mil miembros del movimiento Regnum Christi para encubrir a Maciel-- padecieron persecuciones e intimidaciones.
Morían socialmente para sus familiares y amigos. El caso más dramático fue el del sacerdote Juan Manuel Fernández Amenábar, cuyo testimonio desgarrador fue reproducido por su último confesor, Alberto Athié.
"Entregué mi vida a Dios a través del padre Maciel, y el padre Maciel destruyó mi vida", le dijo Fernández Amenábar a Athié Gallo, en diciembre de 1994, poco antes de morir.
El caso transformó la vida de Athié y generó un enfrentamiento directo con Norberto Rivera, actual cardenal de la Ciudad de México, quien encabezó en los últimos años la omertá en torno de Maciel.
Otro censurado y perseguido por las complejas redes de poder de Maciel fue José Barba, valeroso exlegionario que no ha modificado un ápice su testimonio y su lucha por dar a conocer la verdad en torno del fundador de la Legión.
Antes que falleciera Juan Pablo II, Barba le entregó un ensayo, Las razones de mi silencio. El texto fue silenciado, no así la voluntad de Barba para continuar el litigio jurídico.
Con estos antecedentes no deja de ser sorpresivo que los propios Legionarios eligieran "filtrar" a medios aparentemente marginales las primeras críticas a su fundador, un año después de su muerte.
En los blogs ExLC, Life Alter y American Papist destaparon el 2 de febrero que Maciel llevaba una "doble vida".
El New York Times acreditó esta información y la transformó en un escándalo internacional que difícilmente parará en los testimonios que revelan cómo Maciel violó el celibato sacerdotal, tuvo una hija y abandonó a la madre después de exprimirle sus recursos.
El expediente de Maciel no se limita a la "doble vida", tan común en el fariseico mundo del celibato católico.
El caso es emblemático de una auténtica mafia que encubrió durante muchos años no sólo a su fundador, sino a decenas de cómplices que supieron y participaron en historias de abuso sexual –al parecer, Maciel dejó una escuela de impunidad en este sentido--, que lo solapó en su adicción a la dolantina –un derivado de la morfina-- y, sobre todo, que formó parte de una compleja red de estafas multimillonarias que apenas se conocen en su profundidad.
Algo muy similar a lo que ocurrió con la muerte de José Stalin, el dictador ruso que ejerció una férrea censura y mandó a los gulags a miles de disidentes, puede suceder con el caso de la Legión y sus herederos.
Es el momento de la glasnot o la transparencia, no sólo para esta congregación sino para toda la jerarquía eclesiástica.
Lo peor que puede suceder –y todo parece apuntar hacia allá-- es que el Vaticano decida cerrar una investigación profunda como la que ha realizado la abogada canonista Marta Wegan para protagonizar un ajuste de cuentas interno que tiene más relación con el control de los fondos millonarios del Regnum Christi que con la santidad de Mon Pérre.
Cuando la omertá termina, inicia el periodo de revelaciones. Este es un proceso imparable. Y los medios que antes temieron rozar con una mínima crítica al incansable censor, tendrán la oportunidad de informar e investigar el rostro real de un gran fraude espiritual.
Las víctimas del padre Maciel se lo merecen. Es por ellos y por su valentía que la Iglesia católica debe actuar con la verdad, la enseñanza de Jesucristo más valiosa en 2 mil años de historia.
Comentarios: jenarovi@yahoo.com.mx
miércoles, 11 de febrero de 2009
Legionarios, el fin de la "Omertá"
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