EL ALEMÁN VICTIMIZARÁ A MILLONES DE INFANTES MEXICANOS
11/12/09
Por: José Luis Elías García
De no ser cierto que Felipe Calderón está cumpliendo su promesa de que los niños que nacieran durante su gestión de gobierno llegarían con una torta bajo el brazo, millones de ellos, aunados a los que desde hace unos cuantos años, y a muy temprana edad, son de la calle, se drogan, delinquen, etc., que enorme pena por ellos y que desperdicio de vidas. Formaran parte de otra generación perdida de mexicanos.
En este caso, según estudio realizado y presentado recientemente; será debido a la desnutrición que millones de niños ya nacidos padecen.
Este estudio muestra una gráfica en donde muestra dos plantas del cerebro. Una de un niño bien alimentado y otra de un niño en estado de desnutrición.
En la nota aparecida en televisión nacional, se informa que el niño en estado de desnutrición no tendrá la capacidad de memoria que el primero. Que ni siquiera podrá recordar un número telefónico. Que requerirá de repetir, o de que le repitan 34 veces las cosas para recordarlas.
¡Hijo de su madre!, que afortunado soy yo, mi hija, mis nietas, mi único nieto y mi bisnieto, ya sobrepasamos los cinco años de vida y nos alimentamos bien antes de llegar a ellos.
Recuerdo que cuando púber, cuando estaba en la escuela primaria, me consideraba ser muy pobre por usar huaraches de tres puntadas, hechos por mi abuelo materno, con correas de piel de vaca y suela de hule de llanta de automóvil. Además de ir a la escuela y salir los domingos, con pantalones y camisas remendadas, eso sí muy limpios. ¡Que tonto era! No me daba cuenta de lo ricos que éramos en casa, ya que nunca nos faltaron alimentos nutritivos.
El maíz para las tortillas que hacía a mano mi abuela materna, se sembraba en el enorme patio y huerto de la casa. La carne de puerco, de res, de borrego, de chivo, de gallina, de pato y guajolote, al igual que la leche y los huevos que consumíamos, eran de los animales que se criaban en los corrales de mi padre y abuelo; alimentados con pastos y semillas naturales, que bebían y se regaban con agua del arroyo que cruzaba el predio (más limpia que la que hoy consumimos potabilizada a base de químicos).
El fertilizante que se les aplicaba tanto a las milpas, hortalizas, como a los árboles frutales que también mi padre y mi abuelo materno sembraban y tenían, era el excremento de los animales domésticos.
Nada de las porquerías contaminantes del aire, agua y suelo, que hoy se les aplica a los primeros, y se les da a los segundos para que crezcan más rápido y engorden más. Mucho menos que los animales estuvieran enjaulados sin poder moverse, comiéndose su propio excremento reciclado. Eran libres dentro del gran espacio del terreno propiedad de mi padre y de mis abuelos maternos.
Otra razón por la que en lo particular fui muy rico y afortunado. Es en razón de los extraordinarios padres que tuve, más ignorantes que yo, pero con un enorme amor y respeto hacia sus hijos. Un gran sentido común y un amplio criterio; que formaron con el ejemplo e los principios y valores universales, aunque por un tiempo me descarríe, finalmente hicieron de mi lo que hoy soy. Un libre pensador y respetuoso de los demás.
Todos estos detallazos, sumados a la gran calidad y compromiso social, de esos verdaderos apóstoles de la educación; los aunque pocos, mis excelentes e inolvidables maestros. Ellos me enseñaron no solo a leer y escribir, sino a sumar, a restar, a multiplicar y a dividir.
Unos y unas, en una u otra forma, me enseñaron a ponerles atención muy respetuosamente (claro, no había programas como La Escuelita, ni Padre de Familia, ni Los Simpson). Me enseñaron a razonar, a entender, a discernir, incluso a discutir, pero con bases firmes y por ello a recordar lo que aprendía.
Estoy por cumplir 64 años y aún recuerdo los teléfonos de la jefatura de policía de Culiacán, Sinaloa, de la empresa Gas del Pacífico, que eran de tres dígitos. El 1-05 y el 2-10.
Los números telefónicos de familiares y amigos, que ya eran de cinco dígitos. De mi madre 2-85-33, de mi abuela 2-75-38. Del primero de mis compadres 2-43-15, el de una hermana de él, madre del mejor amigo de mi juventud, el 2-39-15. El de otro compadre, que además es hoy el mejor amigo con el que cuento, a quien respeto y aprecio, el 3-38-39. De La Farmacia de Dios, el 2-13-28 y de La Maderería Alonso, el 2-13-00. Dos de mis primeros trabajos. Si piensan que presumo mucho, es más, que miento, está sujeto a comprobación.
Mis muy respetables y respetados maestros me inculcaron el muy necesario y benéfico, que es todo un tesoro. El hábito de la lectura. He leído cerca de tres mil libros. El haber sido estos maestros, respetables y respetados, se lo ganaron por sí mismos, a pulso, con su incansable y muy elogiable trabajo como docentes y por no tener una dirigente sindical de la calaña de la seudo y muy corrupta maestra que hoy los borreguea a nivel nacional.
A riesgo de resultar más presuntuoso aún, “el alemán” no ha sido muy agresivo conmigo. Pues en base a mi privilegiada memoria, muchos de los datos que incluyo en los cientos de artículos que he escrito y los que sigo escribiendo, son o sucedieron desde la época de mi infancia o temprana juventud.
Afortunadamente, ni yo, por razones de edad, ni mis descendientes corren el riesgo de los millones de niños mexicanos desnutridos. El de no tener la capacidad de aprendizaje, ni el de no memorizar estudios o información.
Esa es la razón por la que doy mis sinceras gracias a mis padres y abuelos, tíos y por supuesto a mis maestros. En una palabra, le doy Gracias a la Vida. A pesar de mi gran pérdida, la vida de mi único hijo varón en el año 2001, y a pesar de mis actuales carencias económicas y de salud, he sido y sigo siendo muy afortunado y como el inolvidable poeta mexicano, con gran orgullo y satisfacción grito a los cuatro vientos:
¡Vida nada te debo, vida estamos en paz!
Ciudad Juárez, Chihuahua. Diciembre 10 del 2009. José Luis Elías García.
Fuente: Indice Político
Difusión: AMLOTV
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