viernes, 11 de diciembre de 2009

Un Cordero entre leones



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Antonio Ortiz Mena, Jesús Silva Herzog, Pedro Aspe Armella, Guillermo Ortiz Martínez, José Angel Gurría, Francisco Gil Díaz, Agustín Carstens y... ¿Ernesto Cordero?



¿Quién es Ernesto Cordero? Es la pregunta que insistentemente se escucha entre los principales jugadores de la economía y finanzas mundiales.

Y es que el nuevo Secretario de Hacienda mexicano, no tiene antecedente alguno en el selecto club al que pertenecen Tim Geithner, actual secretario del Tesoro norteamericano; Larry Summers, asesor económico de la Casa Blanca o Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, por ejemplo.

Mucho menos tiene relación alguna con los premios Nobel de economía Robert A. Mundell o Joseph Sitglitz.

El flamante Secretario de Hacienda mexicano, no tiene la culpa de que no lo conozcan ni estos personajes ni los principales inversionistas de Nueva York.

Simplemente nunca tuvo la oportunidad de que lo conocieran, ni siquiera a través de sus libros de economía, porque, que se sepa, no ha escrito ninguno.

Como no conocían tampoco a Luis Ernesto Derbez que antes de la toma de posesión de Vicente Fox ya se hacía en la silla de la Secretaría de Hacienda.

El presidente Felipe Calderón designó a Ernesto Cordero como nuevo secretario de Hacienda.

El nombramiento ha causado polémica. Sobre todo si se considera que para muchos, el mayor mérito de Ernesto Cordero es ser amigo del primer mandatario.

Se preguntan si eso es suficiente para desempeñar exitosamente un trabajo tan complejo.

La historia ha dejado muchas lecciones de lo que pasa cuando se hace este tipo de designaciones.

¿Qué factores son tomados en cuenta para designar a los secretarios del Tesoro de Estados Unidos (EU)?

¿Cuál ha sido la experiencia mexicana al respecto?

Comencemos por la historia de nuestros vecinos del norte.

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El mejor para el cargo


"¿Qué razón podría haber tenido el presidente electo Ronald Reagan para nombrar a un individuo a quien sólo había visto dos veces en su vida, y para un cargo tan importante como el del Tesoro?", se preguntó Donald T. Regan cuando un amigo le llamó para informarle que Reagan planeaba invitarlo a colaborar en su gabinete.

Donald estaba prácticamente en la edad del retiro. Además, nunca había trabajado en el gobierno. Sin embargo, tenía otros méritos -más que suficientes- para ser secretario del Tesoro del país más poderoso del mundo.

Gozaba de gran prestigio en la comunidad financiera internacional y de su propio país. Era el presidente de Merrill Lynch.

Había llegado hasta ahí por méritos propios después de una exitosa carrera de 30 años.

Conocía al revés y al derecho lo más sofisticado del mundo económico y financiero.

Sus amigos le seguían insistiendo que sería invitado a formar parte del nuevo gabinete, pero Donald no lo creía.

Sin embargo, decidió que si lo invitaban, aceptaría sin pensarlo dos veces.

Donald T. Regan explica en sus memorias las razones por las que fue llamado a ser parte del equipo de Reagan.

"Reagan quería nombrar a su gabinete con bases objetivas; el encargado de elegir a los candidatos, un californiano llamado Pendleton James, había recibido instrucciones de buscar a los mejores hombres para cada cargo, fueran cuales fuesen sus anteriores afiliaciones políticas", escribió el ex secretario del Tesoro de Estados Unidos y ex jefe de Gabinete de la Casa Blanca.

Donald T. Regan no era amigo del presidente. Ni compañero de partido. Ni un subordinado incondicional. Simplemente era el mejor para el cargo.

Y la historia le dio la razón al presidente Ronald Reagan.

Su decisión fue tan acertada, que durante su mandato se inauguró una de las épocas más largas de prosperidad y crecimiento económico de Estados Unidos.

Entre otras cosas, Donald T. Regan hizo que las grandes compañías de su país que no pagaban un dólar de impuestos legalmente, lo hicieran.

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La decisión de Obama

Estas bases objetivas parecen haber sido las mismas que llevaron al presidente Barack Obama a seleccionar a sus más importantes colaboradores en el área de finanzas públicas.

El criterio fue elegir al mejor para cada puesto.

Son los casos, por citar dos ejemplos, de Tim Geithner como secretario del Tesoro y Larry Summers como director del Consejo Nacional de Economía de la Casa Blanca.

Ninguno de ellos es amigo cercano de Obama, pero tienen otras cualidades.

Ambos, como otros que integran el gabinete económico de EU, tienen gran prestigio en la comunidad financiera y empresarial porque durante años se desempeñaron exitosamente en esos ámbitos.

Conocen y se les reconoce.

No importa tanto qué han dicho, sino qué han hecho.

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TIM GEITHNER

SECRETARIO DEL TESORO

Los actores más importantes de la vida económica de Estados Unidos lo conocían desde antes de que tomara posesión como secretario de Estado. No es un improvisado.

Su trayectoria en el Tesoro es larga. Tim Geithner tiene 48 años, pero ha dedicado al menos 20 años de su vida profesional a servir a su país en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y en la Reserva.

Conoce todos los rincones del sofisticado mundo económico y financiero, no solo de Estados Unidos, sino del mundo.

Sin duda, el nuevo secretario de Hacienda mexicano, Ernesto Cordero, se sorprenderá cuando se reúna con su homólogo estadounidense.

Y es que puede ser que Geithner conozca con más detalle que Cordero los problemas de la política hacendaria mexicana.

Hay que considerar que mientras Ernesto Cordero solo trabajó 14 meses como subsecretario de Egresos de la SHCP, Geithner lo ha hecho por 20 años, precisamente en el área de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro.

Tim era subsecretario en 1995, cuando se presentó la gran crisis mexicana. En cambio, el actuario Cordero estaba planeando estudiar economía en Estados Unidos.

No en Chicago, no en el MIT, ni en Harvard. Tampoco en Columbia o en Yale, sino en la Universidad de Pensilvania.

En 1995, Geithner era subsecretario adjunto para la Política Monetaria y Financiera. William Clinton era el presidente de EU.

Al año siguiente, Tim fue designado subsecretario adjunto para Asuntos Internacionales. Y durante 1997 y 1998, se desempeñó como secretario adjunto para Asuntos Internacionales.

Después de 13 años dedicados a Asuntos Internacionales, en 2002 dejó el Tesoro para incorporarse al Consejo de Relaciones Exteriores.

Al año siguiente fue nombrado presidente de la Reserva Federal de Nueva York y, posteriormente, vicepresidente de la FED.

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LARRY SUMMERS

DIRECTOR DEL CONSEJO NACIONAL DE ECONOMÍA

Tim Geithner asumió la Secretaría Adjunta de Asuntos Internacionales cuando su jefe, Larry Summers, fue designado secretario del Tesoro en 1999.

Summers es hoy director del Consejo Nacional de Economía de la Casa Blanca.

En el mundo de la academia es de sobra conocido. Fue presidente de la Universidad de Harvard por siete años.

También tiene una carrera notable en el mundo de las finanzas públicas.

En 1982, Summers participó en el Consejo del presidente Reagan. También fue economista en jefe del Banco Mundial en el periodo 1992-1993.

Fue designado subsecretario de Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro en 1993, durante la administración de Bill Clinton. Y en 1999, sustituyó a Robert Rubin en el cargo de secretario del Tesoro.

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Lecciones a la mexicana



Cuando los presidentes de EU tienen que elegir a su secretario del Tesoro, no les importa si los candidatos han sido funcionarios públicos o no, lo que les interesa es el prestigio que tengan en el sector financiero.



Más allá de su talento, y hasta de sus conocimientos, deben conocer a los agentes económicos y deben ser reconocidos por ellos.

En el complicado y sofisticado mundo del dinero, la confianza es un elemento crucial. Y la confianza se gana con el tiempo.

Claro, como en todo, puede haber excepciones. Y el nuevo secretario Cordero podría ser una de ellas.

Sin embargo, si de por sí es difícil abordar cualquier tarea en la que no se tiene experiencia y no se conoce a nadie, esto resulta más complicado cuando se trata de ser secretario de Hacienda.

La experiencia mexicana lo demuestra.

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El error de diciembre

El primer secretario de Hacienda de Ernesto Zedillo, Jaime Serra Puche, duró menos de un mes en el cargo a pesar de haber sido el titular más exitoso de la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi) y de haber operado como arquitecto del Tratado de Libre Comercio (TLC) con el ex presidente Carlos Salinas.

Zedillo había tomado la decisión de no ratificar a Pedro Aspe como secretario de Hacienda. Corrió el riesgo, y todos pagamos los costos.

Y no es que Pedro Aspe fuera insustituible. Otros podían ocupar ese cargo, como lo hizo después Guillermo Ortiz.

El problema de Serra Puche era que nadie lo conocía en el cerrado mundo financiero de Nueva York.

Salinas de Gortari lo comenta así en su libro "México, un Paso Difícil a la Modernidad":

"A las 12:30 horas del último día de noviembre de 1994 se anunció el gabinete del presidente Zedillo. De inmediato la Bolsa Mexicana de Valores, tras dos semanas continuas que acumulaban un 10% de ganancias, inició una caída que continuó hasta la fatídica devaluación. ¿Por qué cayó la bolsa? Los inversionistas financieros reprobaron el nuevo gabinete. Lo consideraban 'inexperto' y recriminaban la ausencia de Pedro Aspe en la cartera de Hacienda. Durante varios años Aspe había construido un capital de credibilidad y confianza".

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El amigo del presidente

"Sencillamente tomé posesión del cargo una mañana temprano de mayo de 1973, día 28, en presencia de los subsecretarios Mario Ramón Beteta, Enrique Cárdenas González y Carlos A. Isoard, y de los directores y empleados principales de la secretaría, entre ellos, Miguel de la Madrid, Carlos Tello y Ernesto Fernández Hurtado. Viví el acto con sentimientos complejos", cuenta José López Portillo en sus memorias.

El ex presidente confiesa que podía percibir lo que seguramente sentía cada uno de ellos. Que estaban más calificados que el "intruso que tomaba posesión por el solo título de que era amigo del presidente".

"Era la primera vez, en mi carrera política, que estaba en esa situación: designación sin méritos específicos, fundada en lo que se esperaba que hiciera y no en lo que se sabía había hecho o sabía hacer", precisa.

Tres años después vino el descalabro traumático con la devaluación abrupta de septiembre de 1976. Para ese entonces, José López Portillo ya era el presidente electo.

No había tenido oposición. Su amigo, el presidente Luis Echeverría, lo había designado para sucederlo.

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'EN EL CORAZÓN DEL CASTILLO'

Por Félix Arredondo

"Lo que el presidente me estaba ofreciendo era precisamente la Secretaría de Hacienda...".

"(Yo) carecía de formación, de experiencia y de relaciones en aquel ámbito cerrado de celosos financieros, que constituyen una self recluting class".

"Quizá (el presidente) deseaba tener una persona de su total confianza en espacios cerrados y con uno que otro mistagogo, pedante y reservado, que transmitía los secretos que le parecía, con la oportunidad que se le ocurría".

"Es cierto, yo no pertenecía a la clase cerrada que se auto reclutaba para promoverse en la Secretaría de Hacienda y todas sus muchas y otras inesperadas agencias".

"El nombramiento me tomó totalmente desprevenido".




"De la noche a la mañana, estaba yo sentado en la silla de tantos personajes importantes de la historia de México: Limantour, De la Huerta, Suárez, Montes de Oca, Beteta, Carrillo, Ortiz Mena, para citar algunos".

"El puesto de secretario de Hacienda no solo significaba el de mayor responsabilidad de todo el gabinete; sino que, además me colocaba en la primera fila política, y dada mi amistad con el presidente y la oportunidad de la designación, me hacía entrar de lleno al juego sucesorio".

"Naturalmente, acepté el cargo".

"Ya estaba en el corazón del castillo y me iba a enterar de la verdad y de los misterios de los cajones que se desdoblan, muchos de ellos inexistentes; de las paredes que están en ninguna parte, de las cajas inesperadas, de los telones y entretelones, de velos y veladuras que dejaban pasar, ocultaban o perdían pretensiones o promociones. Ya estaba yo en el ámbito misterioso de nieblas y humos en los que había visto actuar la magia sabia de don Antonio Ortiz Mena, y de don Enrique Carmaño Muñoz (...). Era yo mago, y tenía ámbito, gesto y palabra".

"Todo tomó sitio, recibía un nombre y tenía una casa".

"Y en el fondo de todo, se agudizaba la crisis".

Dos años después, en 1975, el autor de estas palabras fue candidato a la Presidencia de la República.

Tres años después, José López Portillo tomó posesión como presidente de la República.

Diez días antes de su asunción, surgieron rumores de que habría un golpe de Estado. Ese año, 1976, el peso se devaluó abruptamente.

Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV

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