viernes, 3 de septiembre de 2010

La Opacidad


Alejandro Encinas Nájera

Durante muchos años el 1 de septiembre era el día en el que se rendía pleitesía al presidente. Con un Congreso monocolor, el informe era un mero ritual republicano de aclamación unánime.

Esta realidad fue cambiando conforme el Poder Legislativo fue abriendo las puertas a la pluralidad política. Emblemáticas fueron las primeras interpelaciones de la oposición a una figura presidencial que iba despojándose de su carácter intocable.

Todo aparentaba que transitábamos hacia un régimen de equilibrios y de rendición de cuentas, propio de una democracia. Lamentablemente Vicente Fox, al fungir como impulsor del desafuero de Andrés Manuel López Obrador y jefe de campaña de Felipe Calderón Hinojosa, dilapidó la investidura presidencial y truncó este trayecto.

Hoy, en vez de haber arribado al destino deseado, nos encontramos estancados en un fango en el que si bien los legisladores ya no son los levantamanos del titular del Poder Ejecutivo federal, carecen de la capacidad y de las condiciones para llamarlo a que acuda ante el pleno del Congreso de la Unión a una auténtica rendición de cuentas.

Felipe Calderón prefiere rendir su Informe de Gobierno ante las cámaras de las televisoras privadas, que ante las cámaras parlamentarias.

Con esas acciones, cree resuelta su obligación constitucional. En spots de 30 segundos nos pinta un país que tan sólo se vislumbra a través del cristal de sus anteojos. Más que a un informe, asistimos a una campaña proselitista.

En conclusión, sería inaceptable restaurar el antiguo ritual priista, pero a la vez se deben crear nuevos mecanismos para que el titular del Ejecutivo federal asista a rendir cuentas no sólo una vez al año, sino tantas veces como sea requerido. Así funciona en muchos sistemas políticos europeos y no hay razón ni condena para que en México eso no sea viable.

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Fuente: La Jornada de Oriente
Difusión: Soberanía Popular

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