jueves, 26 de noviembre de 2009

El decálogo III




El decálogo III

Sallard

El octavo punto del decálogo presentado por Andrés Manuel López Obrador el domingo pasado en el Zócalo capitalino, retoma una meta del Estado mexicano anterior al ascenso de los neoliberales al poder público: Alcanzar la soberanía alimentaria.

Desde 1983, en efecto, se dejó sin apoyo al sector agropecuario y se optó absurdamente por comprar en el exterior los alimentos que consumimos. Consecuentemente, existe una gran cantidad de tierras ociosas en la actualidad. Por eso el medio rural se ha despoblado y millones de mexicanos han tenido que emigrar.

Este año, por ejemplo, están destinados 16 mil millones de dólares para la compra de alimentos en el extranjero. La mayor parte corresponde a maíz, frijol, arroz y leche, pero también a carne de res, de cerdo y a desechos de pollo, que bien podrían producirse en el país.

Ante este panorama, el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal reclama el fortalecimiento de la agricultura de autoconsumo, de la cual dependen millones de campesinos e indígenas pobres. Está convencido de que es ahí donde se conservan las semillas orgánicas y las variedades de maíz que forman parte de la gran riqueza genética de México. Desde luego, se opone al maíz transgénico.

Noveno punto: ¿Qué significa establecer el Estado de bienestar? Proteger a los pobres, a los débiles y a los olvidados, frente a la desigualdad social, la incertidumbre económica y otras calamidades. Bajo este criterio, el Estado mexicano debe garantizarse el derecho a la educación, al trabajo, a la salud, a la alimentación y a la vivienda.

López Obrador insiste en que debe de otorgarse la pensión universal para los adultos mayores del país; el otorgamiento de becas a todos los discapacitados pobres; y la atención médica y los medicamentos gratuitos para la mitad de los mexicanos que no cuentan con seguridad social.

En su formulación, la solidaridad con los desposeídos no sólo es un asunto de justicia, es también la manera más eficaz, más humana y más barata para garantizar la tranquilidad y la seguridad pública. Por eso reitera, con miras al 2012, su eslogan de campaña para la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal en 2000: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

El décimo y último punto de la propuesta obradorista es “promover una nueva corriente de pensamiento”. Ello significa que la necesaria transformación del país no sólo debe tener como propósito alcanzar el crecimiento económico, la democracia, el desarrollo y el bienestar; implica también, y sobre todo, “cristalizar una nueva corriente de pensamiento sustentada en la cultura de nuestro pueblo, en su vocación de trabajo y en su inmensa bondad; añadiendo valores como el de la tolerancia, la solidaridad, el respeto a la diversidad y la protección del medio ambiente”.

Hay que alentar, dice, un pensamiento que ayude a impedir el predominio del dinero, del engaño, de la corrupción y del afán de lucro, a la vez que exalte la dignidad, la verdad, la moral y el amor al prójimo.

Tales son las premisas con las que el tabasqueño construye su Nuevo Proyecto Alternativo de Nación. Son las mismas con las que pretende transformar su simbólica Presidencia Legítima en Presidencia Constitucional dentro de tres años. El problema es que el tan temido estallido social del que todos hablan, puede modificar los esquemas y estrategias. Primero hay que sobrevivir el 2010. ¿Y la resistencia civil? Mañana abordamos el tema.


Fuente: El Periódico
Difusión AMLOTV

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