Sergio Aguayo Quezada saguayo@colmex.mx
Reforma 25 de noviembre de 2009
Difusión: AMLO TV
¡Crece uno de los aspectos más negativos del viejo afrancesamiento entre políticos mexicanos! Sí, compiten en la emulación del desdén de María Antonieta y del maltrato infligido a los alemanes con el Tratado de Versalles.
Estaba un día de 1788 la dispendiosa reina María Antonieta retozando en Versalles, cuando llegó el hambriento pueblo parisino a quejarse por la falta de pan. La monarca respondió con un frívolo "pues que coman pasteles", una frase que le sería recordada por los revolucionarios franceses cuando recorría la ruta que terminaba en la guillotina. Tiempo después, en junio de 1919, se firmó ahí mismo el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Los victoriosos responsabilizaron, sancionaron y humillaron a Alemania todo lo que pudieron; tendieron, sin darse cuenta, los cimientos sobre los cuales se edificaría el nazismo y se pavimentaría el camino a la Segunda Guerra Mundial.
El espíritu de aquel Versalles es el que se vive en la política mexicana, donde son frecuentes las frases hirientes y las políticas lesivas contra la ciudadanía. El surtido es tan abundante que fue difícil seleccionar la frase más representativa. Me quedé con un hecho lamentable que conduce, además, al altar de la Santa Impunidad, patrona de quienes nos gobiernan.
Como es sabido, aunque en la guardería ABC de Sonora murieron 49 niños mientras dormían la siesta, el gobernador de Sonora Eduardo Bours declaró tener la "conciencia tranquila" y dormir "como bebé". Por esas muertes sólo está detenida la infortunada empleada del IMSS que revisaba los menús. Un contraste grotesco y brutal es el escándalo desatado por los destrozos de una falsa cosmetóloga en los glúteos de la cantante Alejandra Guzmán. En esta ocasión, la justicia ha sido veloz e implacable y ya están tras las rejas alrededor de 10 personas por el atentado.
Hay por otro lado una inquietante similitud entre el pasado alemán y el presente mexicano. El Diktat impuesto a Alemania por los aliados en Versalles es imitado por los políticos mexicanos. Me explico. Para llegar a un acuerdo de paz, los alemanes fueron invitados a escuchar que eran los únicos responsables y lo que debían pagar a otras naciones; los mexicanos ahora somos invitados a observar lo que hacen con nosotros en el Congreso.
En teoría el Legislativo es el espacio donde se reúnen los representantes de la sociedad. En la realidad hemos visto en las últimas semanas cómo los diputados y senadores del PRI, el PAN, el Verde y el Panal aumentaban los impuestos a las mayorías mientras cobijaban a los que más tienen y se negaban a reducirse salarios, prestaciones y prerrogativas. Y cuando se les critica, oscilan entre el silencio o la descalificación dependiendo de si se trata de mexicanos comunes o de celebridades. Como en el pasado.
En mayo de 1968, Gustavo Díaz Ordaz dejó sin respuesta una mesurada carta de Lucio Cabañas; de haberla atendido tal vez se hubiera evitado el sufrimiento y los miles de muertos de la Guerra Sucia. Cuando en 1990 Mario Vargas Llosa describió al régimen priista como "dictadura perfecta", de las entrañas del sistema político salió un coro monumental descalificándolo por haberse atrevido a opinar sobre un país que ignoraba.
La semana pasada se supo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó al Estado mexicano como responsable por la muerte de tres jovencitas en Ciudad Juárez. La única reacción oficial fue un cauteloso comunicado conjunto de Gobernación y Relaciones Exteriores. Ninguna conferencia de prensa, ninguna entrevista de banqueta. La mesura desapareció cuando, ese mismo día, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz criticó el manejo oficial de la crisis. En ese momento el panismo se atropelló para darle un escarmiento al "pérfido" economista.
El senador Gustavo Madero acuñó la hermética frase: "al premio Nobel no sé qué jabón lo patrocina". ¿Podría alguien explicarme qué quiso decir? El secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, nunca terminó su tesis de doctorado pero eso no le impidió adoptar el tono de catedrático emérito que, instalado en la presunción, trató al Nobel como imberbe estudiante y lo mandó a leer "un poquito más de México". Definitivo: el PAN es legítimo heredero del lenguaje y los esquemas mentales del PRI, incluida la sangronería de los jóvenes tecnócratas.
Ignoro si el desbarajuste terminará en estallido social. Por lo pronto, un signo positivo es que algunos políticos están mostrándose más sensibles a lo que está pasando mientras la sociedad se empeña en obtener las vacunas que contengan la epidemia del afrancesamiento. Dedicaré la próxima columna a lo que podemos hacer desde la sociedad y honraré, de esa manera, los 25 años de la Academia Mexicana de Derechos Humanos (AMDH).
Colaboró Laura Ruiz Castro. Tito Javier Ayala me sugirió comparar la impunidad en la guardería ABC con el fulminante desagravio a las nalgas de la Guzmán.
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