miércoles, 17 de febrero de 2010

El águila de los huevos de oro





El águila de los huevos de oro

Bancomer, el banco más grande de México, y ahora propiedad de extranjeros, se llevó a España unos mil 55 millones de dólares bajo el mecanismo de decretar dividendos para sus accionistas.
Por Francisco Blanco, Desiderio Morales
16/02/2010 - 0 comentarios
Categoría: Economía
Este pago, que se realizó en el tercer trimestre de 2009 y que apenas fue revelado por las autoridades mexicanas el pasado mes de enero, provocó una caída en la inversión extranjera. Es la primera vez que esto ocurre desde 1967.

Y es que el monto repatriado, producto de una decisión tomada desde las oficinas centrales de la filial mexicana en España, significa el 11 por ciento de la inversión foránea de México, una variable clave para el crecimiento de la economía.

Los dólares extraídos de México por Bancomer equivalen también a la mitad de las utilidades estimadas del banco en 2009.

Aunque la decisión es legal –después de todo se trata de dinero producto de una inversión en México del banco español comprado a regiomontanos en 2003–, pone en el tintero una tema que preocupa a las autoridades mexicanas y podría ubicarse en el centro de una controversia.


¿Cómo regular las operaciones de la banca extranjera que domina más de 70 por ciento de este sector a fin de no provocar efectos adversos en la economía?

¿Sobre todo, en tiempos de vacas flacas como los actuales, cuando el crédito es escaso, el país vulnerable y se encamina a una frágil recuperación?

¿En dónde está la línea divisoria entre la decisión –legítima– de la banca extranjera que opera en el país de movilizar fondos fuera de México y su responsabilidad moral de no afectar con estas decisiones al país que le da cobijo?

Además, ¿se debe o no imponer normas a la operación de la banca extranjera cuando la combinación de la escasa competencia bancaria y la falta de regulación ha provocado que México sea la “gallina de los huevos de oro” de estas instituciones del exterior?Y es que a casi una década de la extranjerización de la banca, mientras este sector clave para el ahorro y el crédito vive una jauja de elevadas ganancias, la economía mexicana registra un crecimiento raquítico.

Incluso ha padecido una severa caída, y el nivel de vida del hombre de la calle se encuentra estancado.



¿Es justo que los bancos extranjeros gocen de manga ancha para explotar sin tapujos los variados mecanismos que permiten sacar dinero del país, mientras los usuarios de estos servicios-banca padecen altos costos de crédito, no por la competencia sino, al contrario, por poderes excesivos sobre el mercado financiero tolerados por las autoridades?

Veamos.



TRAS LA PISTA

El primer indicio del inusual movimiento de Bancomer decidido desde los cuarteles generales de la institución financiera en España, lo dio el Banco de México el 29 de noviembre pasado.

Banxico informó de una caída en la inversión extranjera en el tercer trimestre de 2009, por 637 millones de dólares (la primera desde 1967), ocasionada por una salida de capitales de mil 55 millones de dólares.

El banco central atribuyó esta caída en el flujo de inversión foránea de México a “la decisión de una compañía de disponer de recursos de capital de su filial en México”.

Banxico dijo el pecado, pero no el pecador.

Unos días después, la Secretaría de Economía amplió la ventana informativa.

En su página de Internet precisó que se trataba en realidad de dos salidas de capitales: una, de mil 195.1 millones de dólares bajo el concepto de “banca múltiple” y otra por 219.4 millones de dólares, por “instituciones de seguros”. En total: mil 413.4 millones de dólares.

Deslizó que el epicentro de la operación se dio en un banco, pero sin aún mencionar el nombre.

La baja en la inversión extranjera, de 637 millones de dólares en el tercer trimestre de 2009, se produjo al restar precisamente la salida de divisas derivadas principalmente del decreto de dividendos por parte de Bancomer con las entradas de dólares.

El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, decidió correr el velo. El 27 de enero, en una entrevista a El Semanario, confirmó que el grupo español BBVA-Bancomer fue quien “dispuso de recursos de capital de su filial mexicana”

Carstens no indicó el monto y se apresuró a matizar su postura, señalando que “todo se ha hecho conforme a la ley”.

El ambiente que priva al interior de las autoridades financieras como consecuencia de la decisión de Bancomer, se reflejó en otra información de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), ocho días después.

El organismo regulador de la actividad financiera en México anunció el 4 de febrero que se preparan nuevas reglas en una “Circular Única de Bancos” que “evite que las filiales de estos grupos (extranjeros) puedan ser utilizadas para capitalizar a sus matrices en tiempos de crisis”.

El sigilo de las autoridades y el tono admonitorio de la CNBV dibuja las limitaciones del marco legal que heredaron las autoridades financieras luego del traspaso masivo de capital accionario a extranjeros que se dio en los 90.

Y es que, primero por la venta de bancos de accionistas mexicanos a extranjeros que se dio en forma traumática por la secuela de la quiebra de muchas de estas instituciones en 1995.


Y luego por la propia lentitud de las autoridades por reaccionar con rapidez a este cambio abrupto del sistema financiero en México, al arrancar el siglo las autoridades mexicanas se encontraron con una contradicción.

A saber: bancos fuertes con predominio extranjero y una desmedida influencia en el mercado –con tintes monopólicos– recibiendo directrices desde los centros de poder económico de Estados Unidos, Inglaterra o España, frente a un marco regulatorio nulo.

La influencia de los cinco mayores bancos extranjeros que operan en el país, BBVA Bancomer, Banamex, Santander, HSBC y Scotiabank Inverlat, se ha incrementado en la primera década del siglo.

Estos cinco bancos controlan ahora 70.4 por ciento del mercado mexicano, medido a través de la captación, contra 62.1 por ciento en 2001.

De cada 100 pesos de utilidad que genera el negocio bancario en México, a estas cinco instituciones extranjeras les corresponde 77 centavos, contra 63 en 2001.

EL ÁGUILA DE LOS HUEVOS DE ORO

El desempeño en rentabilidad de parte de los bancos extranjeros en México pone el dedo en la llaga en un punto sensible que crea una atmósfera de opinión pública partidaria de una mayor regulación.

A saber, el contraste de una economía estancada y un mexicano promedio empobrecido frente a transnacionales financieras propietarias de bancos mexicanos en auge como Citigroup y Bilbao de Vizcaya.

Comprar bancos en México ha sido un negocio redondo para los extranjeros. Las filiales mexicanas han sido un auténtica “águila de los huevos de oro” para las casas matrices de Nueva York, Madrid o Londres.

Las ganancias de la filial mexicana BBVA Bancomer, de unos mil 950 millones de dólares en 2009, representan una tercera parte de las utilidades totales de la corporación en el mundo.

Nada mal para los resultados en un solo país de esta corporación española que opera en muchísimos más.

El caso de Banamex, filial de Citigroup, que tiene negocios a lo largo y ancho del planeta es más contrastante.

Mientras la corporación mundial azotada por la crisis registró pérdidas de mil 606 millones de dólares en 2009, su filial mexicana ganó 928 millones de dólares solo de enero a septiembre del año pasado.

De 2001 a 2009, Banamex ha obtenido ganancias por 7 mil 642 millones de dólares.

Indicio de que fue buena la compra es que en esos nueve años, Citigroup ha recuperado las dos terceras partes de lo que pagó por Banamex a accionistas encabezados por Roberto Hernández, unos 12 mil 500 millones de dólares, en una controvertida operación.

No hay hilo negro para explicar esta rentabilidad elevada de la banca extranjera. El origen es el legado de un negocio de pocos competidores que produce jugosos cobros por servicios.

Los empobrecidos ahorradores reciben rendimientos microscópicos que no rebasan el 5 por ciento anual.

Mientras tanto, la banca cobra, por ejemplo, por el dinero que presta a los usuarios de tarjetas de crédito, rendimientos anualizados de 67 por ciento por este servicio, un margen altísimo, según un reporte de Condusef.

Citigroup, por ejemplo, cobra por tarjetas de crédito en Estados Unidos una tasa de interés anual de alrededor de 12 por ciento, mientras que en México, la misma corporación receta a sus clientes a través de Banamex por un servicio similar cinco veces más.

El argumento para justificar esta diferencia –de que en EU se cobra en dólares y en México en pesos– no es válido, dado que la inflación en ambos países es menor de 5 por ciento.

¿QUÉ HACER?

El núcleo de la cuestión es que el poder acrecentado de la banca extranjera en México potencia también la capacidad para lastimar la economía mexicana por decisiones que se tomen desde las matrices de estas filiales en otros lugares del planeta.

Bancomer utilizó un instrumento: el reparto de dividendos a sus accionistas españoles, pero hay otros. Bajo el actual marco regulatorio, los bancos extranjeros pueden en forma libre otorgar créditos a sus filiales o a sus socios en forma ventajosa, por ejemplo, cobrando más barato que los que ofrecerían a los clientes usuales de México.

Pueden también, por obra y gracia de decisiones directivas, beneficiar a sus casas matrices –en detrimento de la filial mexicana– con comisiones, o comprar activos casi por cualquier concepto que se les pegue la gana.

O, incluso, hasta es posible pagar regalías por el uso de tecnología.

El punto es que puede haber impacto macroeconómico de estas medidas, como lo demostró Bancomer al provocar una caída en la inversión extranjera –el reparto de dividendos que decretó se encuentra dentro de esta categoría–.

Si benefician con créditos a sus casas matrices o accionistas, cortan las alas a los financiamientos para mexicanos, algo en extremo lesivo en tiempos de crisis.

Si tales transacciones hacen figura, por ejemplo en una acción mancomunada para decretar dividendos a sus accionistas de sus casas matrices, es posible una escasez de divisas elevando el precio del billete verde e impactando, por tanto, las tasas de interés y hasta el mercado de valores.

La prueba de que la falta de regulación de los bancos, combinada con una atmósfera permisiva de quienes diseñan la política económica, es un asunto serio a tomar en cuenta, se dio en EU en 2008.

Ahí los bancos se valieron de otro recurso: alimentar una burbuja de créditos mediante la creación de una amplia gama de instrumentos de inversión y capital sin el respaldo debido.

Tales licencias provocaron quiebras en instituciones de inversión, como Lehman Brothers, un pánico en los mercados de valores del mundo y una crisis internacional, que obligó al gobierno a orquestar un plan de rescate bancario de más de 700 mil millones de dólares.

Si los bancos de EU pudieron doblegar a la nación más poderosa del mundo, ¿qué podría suceder en México, donde el gobierno muestra síntomas de debilidad?

La tarea para las instituciones reguladoras de México no es nada fácil, no sólo por lo más obvio que es el acrecentado poder de la banca extranjera.


La decisión de Bancomer de retirar dividendos para su casa matriz española impacta a las cuentas de inversión, pero aún no genera efectos perceptibles para la mayoría de la población.

Empero, en ausencia de regulaciones, la economía mexicana puede resentirse si los bancos actúan en conjunto en alguna coyuntura por cualquier razón para sacar dinero del país.

Puede suceder que por la voluntad de un hombre de traje y corbata de Wall Sreet, o Madrid o, peor aún, por una decisión conjunta de varios camaradas, los ahorros nacionales podrían terminar financiando necesidades de liquidez o inversión en otros lugares del mundo y ocasionando perturbaciones significativas en la economía mexicana.

Habrá que tejer muy fino por qué los bancos pueden apelar a argumentos legítimos. El principal es que, como lo reconoció Carstens, en la decisión de Bancomer de repatriar dólares a su casa matriz, el hecho no es ilegal.

También porque los bancos podrían señalar que presuntos actos regulatorios de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, por ejemplo, podrían vulnerar sus derechos de propiedad o las leyes internacionales.

Por lo pronto, el dilema que enfrentan las autoridades no es simple: O se atreven a iniciar un proceso de regulación o corren los riesgos de elevar aún más la vulnerabilidad de la ya frágil economía mexicana.



Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV

No hay comentarios: