Fausto Fernández Ponte
17 febrero 2010
ffponte@gmail.com
Asimetrías
“Reconstrucción del Tejido Social”
Por Fausto Fernández Ponte
“Ni el gobierno ni el clero deben tratar al ciudadano como menor de edad”.
Julio Frenk.
I
El Presidente de Facto de México, Felipe Calderón, anunció que se invertirán “inicialmente” 500 millones de pesos en la “reconstrucción del tejido social de Ciudad Juárez”. El móvil de esa inversión antójase demagógica; su propósito, igual.
¿Por qué? Por lo siguiente:
Ítem uno, el tejido social de la mártir urbe fronteriza no está más deteriorado que el de otras ciudades colindantes con Estados Unidos, como Tijuana, por ejemplo, o Reynosa y Matamoros, Tamaulipas, y más al sur, hasta Chiapas.
Ítem tres, reconstruir un tejido social en un entorno dado –es decir, localizado-- implica salirle al paso integralmente a las causas reales, objetiva y honestamente discernidas, de la degradación de la urdimbre de la sociedad.
E ítem tres, uno más, identificadas que se hayan las causas de la degradación del tejido, su reconstrucción –volver a tejer-- debe ser la consecuencia de un enfoque multidisciplinario de la estructura y la superestructura de la sociedad mexicana.
Por añadidura, el poder político del Estado mexicano como tal no estaría a la altura del reto de volver a tejer la urdimbre destruida y degradada. Se requiere un nuevo hilo.
II
Reconstruir el tejido social no es tarea de los políticos del cuño, la laya y la naturaleza de los actuales personeros del poder político panista, priísta, perredista --o de otras denominaciones partidistas-- y de interés crematístico del Estado mexicano.
Ello es obvio, a nuestro ver, pues esos personeros del poder político –que comprende a los tres Poderes de la Unión Federal y sus niveles en los 31 Estados y el Distrito Federal-- han mostrado omisión ante la destrucción del tejido social.
Esa omisión es, para no pocos mexicanos, premeditada, lo cual la convierte en comisión y, por ende, crminógena, si no es que francamen te criminal, rayana en en una modalidad de genocidio de honda perversidad. Esa omisión/comisión es antisocial.
Para proceder a la reconstrucción del tejido social, el poder político del Estado mexicano debe dejar esa tarea --que antójase sin duda colosal— a la ciudadanía o a las vertientes del todo societal. que conocemos como “sociedad civil”.
Ello implicaría establecer paradigmas que desprivilegien, por un lado, la politización del proceso reconstructor y, por otro, el mercantilismo impúdico e inmoral de ciertos segmentos particularmente voraces de las oligarquías mexicanas macro y micros.
Antes de proseguir cabría precisar qué se entiende en sociología por estructura, superestructura y, desde luego, tejido social, a fin de identificar el contexto dentro del cual pretende el poder político del Estado “reconstruir” el tejido social juarense.
III
Por tejido social –o “social fabric”, según la definición estadounidense adoptada en México y abrazada por el poder político panista y priísta-- es el conjunto de relaciones, grupos, instituciones y organismos en cuyo espacio concreto se enmarca el mexicano.
Otras escuelas sociológicas –como la del marxismo europeo-- incorporan como componentes centrales de la definición lo que sienten y piensan los individuos que conforman el tejido social. Esto tiene que ver con la superestructura de la sociedad.
La estructura define aquellas relaciones internas y estables que articulan a los diferentes elementos constitutivos de una totalidad concreta que, en el caso de Ciudad Juárez y, de hecho, todo México, es la población y sus interacciones y su cultura.
Y tocante a la superestructura, ésta es el conjunto de instituciones cuya función es la de cohesionar a la sociedad y a la cultura en torno a la base económica, y de asegurar la reproducción de ésta última bajo ciertas relaciones de producción y fuerzas productivas.
¿Qué nos dicen éstos conceptos? Que la “reconstrucción del tejido social de Ciudad Juárez” propuesta por el señor Calderón es, en realidad, una socaliña para comprar aquiescencia –voluntades, pues— hacia la militarización emprendida por el gobierno.
Es también una guisa inspirada en la filosofía de la corrupción moral: recompensar a priori por daños que seguirá causando el Ejército. El tejido social no se reconstruye así; lo opuesto: se destruye aun más. ¡Qué peligrosa y monumental apuesta!
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