Un asesinato desdeñado
Arturo Rodríguez García
MONTERREY, NL., 5 de mayo (Proceso).- Por incapacidad o por razones que se desconocen, las autoridades nuevoleonesas se empecinan en ocultar información acerca de Víctor Castro Santillán, estudiante capitalino asesinado cerca de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Se trata de un caso plagado de lagunas que fue desdeñado por las autoridades del estado y de la propia UANL, no así por la Universidad Nacional Autónoma de México, institución que reclama su esclarecimiento.
El asesinato del joven universitario Víctor Castro Santillán, cometido entre el 20 y el 21 de abril pasados, evidenció el desinterés y la falta de profesionalismo de las autoridades de la entidad, que se apresuraron a identificarlo como “narcomenudista”.
Durante dos días, el gobierno estatal ocultó a los padres de Víctor su desaparición. Tampoco les informó que el cuerpo había sido localizado y no rectificó su imputación, no obstante haberse confirmado que el muchacho estudiaba en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), cuyo rector, Jesús Ancer, optó por deslindarse del caso.
El presidente Felipe Calderón estuvo en esta ciudad el miércoles 28 para reunirse con empresarios, representantes de organizaciones civiles y rectores de universidades. En ese encuentro dijo:
“Refrendo mi compromiso para el esclarecimiento de lo ocurrido en la puerta del Tecnológico de Monterrey, pero también, de este muchacho que falleció aquí la semana pasada, que nos mencionaba el rector, que fue, tengo entendido, objeto de violencia física; es decir, de golpes, más que de armas de fuego, y del que no tenemos mayor información.”
Las declaraciones del presidente confirman que el asesinato de Víctor se encuentra rodeado por el desinterés y la opacidad. Para las autoridades estatales y educativas la muerte del joven encierra muchas incógnitas; sin embargo, la familia no está conforme con el resultado de las investigaciones y exige que se haga justicia.
En entrevista con Proceso, Vicente Castro y Sofía Santillán, padres de la víctima, aseguran que no les permitieron conocer los resultados de la autopsia y les impidieron la identificación directa del cadáver.
También comentan que la persona más cercana a su hijo era la estudiante francesa de intercambio Justine Plessard, quien identificó el cuerpo antes que ellos. Esta joven, que había tenido problemas con otros universitarios y era pieza clave en la indagatoria, les dijo que solicitaría asistencia consular, después de lo cual desapareció... Fue apenas el 25 de abril cuando, por medio de Facebook, los padres de Víctor se enteraron de que la muchacha ya estaba en Francia.
Caso enmarañado
El cuerpo de Víctor fue localizado el 21 de abril en las inmediaciones de la empresa ferrocarrilera Kansas City Southern. En esa zona se ubican la Ciudad Universitaria, los estadios de futbol de Tigres y de beisbol de Sultanes, un centro deportivo de alto rendimiento y un campo militar.
Ese día la violencia sacudió a Nuevo León: hubo 13 muertos, seis heridos y por lo menos 16 tiroteos a plena luz del día que causaron terror entre la población.
Los reporteros de la fuente policiaca se encontraban muy atareados cuando les avisaron del hallazgo de una persona, “al parecer un soldado”, asesinada a golpes. Se trataba del joven universitario.
Al día siguiente, al referirse a los hechos sangrientos ocurridos la víspera, el procurador de Justicia de Nuevo León, Alejandro Garza y Garza, se refirió a Víctor con un galimatías:
“Las investigaciones que por lo pronto se han realizado, no tenemos conocimiento ahorita… de que fuera persona que no estuviera ligada y en conductas no lícitas que digamos, siempre pudiera estar relacionada con conductas a lo mejor en cuanto a narcodistribuidor (sic).”
Estudiante de octavo semestre de sicología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Castro Santillán participaba en un programa de movilidad académica en la UANL. Mantenía un alto promedio y decidió cursar un semestre en esta institución, pues le atrajo su programa de estudios enfocado al sicoanálisis.
Sus padres aseguran que era un lector voraz y que había ganado certámenes nacionales e internacionales como ejecutante de guitarra clásica.
Sus compañeros dicen que era frecuente verlo con su guitarra, e incluso comentan que iba a participar en un evento cultural de la Facultad de Sicología de la UANL, donde ofrecería un recital. Hablaba inglés, francés y alemán, y la UNAM lo consideraba un alumno brillante.
Junto a su cadáver se encontró un libro de Sigmund Freud. Pese a ello y a la proximidad de Ciudad Universitaria, el procurador y sus peritos, tan proclives a proporcionar datos de balística, así como de revistas y publicaciones aseguradas en las escenas del crimen, jamás mencionaron que la víctima tuviera relación con la comunidad universitaria.
Cuando finalmente se supo quién era, funcionarios de la procuraduría dijeron a la familia que se trataba de “una venganza pasional”.
Luego de que el procurador sostuvo que el estudiante era un narcomenudista, ni su dependencia ni la UANL –cuyas autoridades ya tenían el reporte de su desaparición– brindaron más información en torno del caso.
De no ser porque la UNAM emitió un comunicado de prensa el 26 de abril, en el que exigía que se realizara una investigación a fondo para que el crimen no quedara impune, en Nuevo León nadie se hubiera enterado del crimen.
Los asesinos están “en la UANL”
El 20 de abril los padres de Víctor perdieron contacto con él. Un día después le preguntaron a Heder, uno de sus compañeros, si sabía dónde se encontraba. Él les respondió que estaba en clases; sin embargo, al día siguiente Heder se comunicó con la madre para avisarle que Víctor estaba desaparecido.
De inmediato, Vicente Castro y Sofía Santillán se desplazaron hasta esta ciudad capital. Acudieron a la Facultad de Sicología y ahí se encontraron con el director del plantel, José Armando Peña Moreno, con la encargada de intercambios y un abogado. Estas personas afirmaron que no tenían ninguna noticia de Víctor y los condujeron al Hospital Universitario.
En el lugar se encontraba Justine Plessard, también estudiante de intercambio, quien se abalanzó llorando sobre la madre del joven. Estaban en el anfiteatro y ahí se enteraron de que su hijo estaba muerto. “Es increíble”, comenta el padre, que ninguna autoridad ministerial o universitaria les informara qué había pasado con Víctor.
Además, abunda, en ese hospital no le permitieron ver el cuerpo; le dijeron que por “cuestiones de higiene” tendría que reconocerlo por medio de fotografías, en la pantalla de una computadora. Su insistencia y argumentos fueron inútiles.
“Vencido por el dolor y la burocracia, firmé el reconocimiento”, dice, y agrega que no se le entregó copia de los resultados de la autopsia. En el acta de defunción se asentó “traumatismo en cráneo y tórax” como causa de la muerte. Un día después el cuerpo se entregó a una funeraria, ya amortajado.
El matrimonio afirma que su hijo tenía una perforación en la cabeza, “como una herida de bala”. No pudieron constatarlo pero la madre insiste en que, por las condiciones de su rostro, parecía que lo habían torturado.
A las diligencias del 23 de abril los acompañó Justine. Conocían a la francesa porque en las vacaciones de la Semana de Pascua ella y otros jóvenes habían ido a la Ciudad de México y se hospedaron con la familia de Víctor. Los muchachos comentaron que no se encontraban muy a gusto en Monterrey, pues percibían un ambiente xenófobo: él por ser chilango y ella por sus problemas para hablar español.
Habla la madre del joven:
“Justine estuvo recibiendo muchas llamadas y me dijo que eran del consulado francés. Le pedí que me siguiera acompañando pero ya no aceptó. Sólo la vi de lejos el viernes (23 de abril) en la noche, y el domingo nos enteramos por Facebook que había regresado a su país.
“Hasta entonces recordé que cuando estuvieron en la Ciudad de México ella dijo que antes se juntaba con ‘amigos basura’. Víctor le respondió: ‘sí, pero yo te rescaté’.”
Proceso solicitó información a la Embajada de Francia acerca de la precipitada salida de Plessard, quien debía terminar el semestre en Monterrey y, durante la semana que siguió al homicidio, presentar exámenes parciales. En respuesta, un portavoz de la representación diplomática negó que a la joven se le hubiera proporcionado algún tipo de asistencia para su retorno.
–¿Le sugirieron que abandonara el país? ¿Advirtieron que había algún riesgo para ella? –insistió el reportero.
–Fue una decisión personal. Ella tenía pasaporte vigente y no había impedimento judicial ni de ningún tipo para que ella regresara a Francia. Quizá decidió volver con su familia.
Para Sofía Santillán, quien como su marido es sicóloga egresada de la UNAM, los asesinos están dentro de la UANL, y aunque no descarta otras posibilidades, sostiene que quienes mataron a su hijo lo conocían.
Coincidencias
El perfil de Víctor Castro Santillán es similar al de los estudiantes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) Francisco Javier Arredondo Verdugo y Jorge Antonio Mercado Alonso, abatidos el 19 de marzo pasado en las inmediaciones del campus de esa casa de estudios en esta ciudad.
Entre otras cosas, destaca que Víctor era estudiante de excelencia, como los del ITESM. Sus actividades extracurriculares eran sobresalientes, pues mientras Mercado Alonso era campeón deportivo, Víctor era un virtuoso de la guitarra clásica.
Tanto Jorge Antonio como Víctor eran hijos únicos. Sus respectivas madres dijeron al reportero que creían que sus hijos habían sido torturados.
Los tres eran estudiantes foráneos.
A los del ITESM, el procurador Garza y Garza los calificó de “sicarios”, supuestamente a partir de un informe militar; y al de la UNAM, de “narcomenudista”. En ninguno de los casos hubo rectificación.
Los tres fueron hallados, sin identificaciones, cerca de un campus universitario y también en las cercanías de instalaciones militares.
A los familiares se les impidió la identificación directa y sólo pudieron hacerla mediante fotografías en computadora. Con precipitación y evasivas, los cuerpos fueron embalsamados rápidamente y enviados a funerarias.
Referente a Víctor Castro, no hay explicación sobre sus identificaciones y se ocultó su desaparición y muerte por espacio de 48 horas. La familia supo del crimen justo el día 24, cuando los estudiantes de todas las universidades locales marchaban en repudio a los crímenes del ITESM.
En el caso de Víctor, Justine Plessard desapareció.
La UNAM ventiló el caso mediante un comunicado de prensa, pero el rector de la UANL, Jesús Ancer, no dio la cara y el 28 de abril dijo que todo estaba en manos de las autoridades. Su postura contrasta con la del rector del ITESM, Rafael Rangel Sostmann, quien ha exigido que se limpie el nombre de los estudiantes señalados en un principio como integrantes del crimen organizado.
En la UANL, los estudiantes de la Facultad de Sicología, por su cuenta y sin permiso, exigieron justicia a través de un comunicado.
Cuando el reportero de Milenio Luis García preguntó al secretario de Gobierno de Nuevo León, Javier Treviño Cantú, sobre el caso de Víctor Castro, el funcionario dijo que no ha entablado comunicación con la familia del joven, justificó al procurador por haberlo llamado narcomenudista, pues no contaba con información suficiente acerca del asunto, y para concluir dijo lo mismo que el presidente Felipe Calderón: “No tengo datos sobre eso”.
Apenas el 30 de abril, el agente del Ministerio Público René Morales informó a los padres del joven que se habían abierto otras líneas de investigación; que las pesquisas se orientarían a indagar si se había tratado de “una confusión”, o bien de “un desacuerdo con otros estudiantes”. Añadió que ya tenían un automóvil asegurado, en el que, sin embargo, no se habían encontrado evidencias de un asalto.
Ese mismo día, el procurador Garza y Garza anunció que la dependencia a su cargo realizaría gestiones diplomáticas para que Plessard, a quien se refirió como “compañera sentimental” de Víctor, aporte una “declaración informativa”, pues se considera que no tuvo ninguna participación en el crimen.
Fuente: Proceso
Difusión AMLOTV
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