Fausto Fernández Ponte
10 marzo 2010
ffponte@gmail.com
Asimetrías
Enpezar de Nuevo
Por Fausto Fernández Ponte
“El papel que juegan (los políticos) obligan a pensar a uno que si ésto es todo lo que tienen que ofrecernos … pues tenemos que empezar de nuevo”.
Carlos Monsiváis.
I
El celebrado escritor Monsiváis propone que para “empezar de nuevo” habría que refundar a la clase política. Ese sería, añade, un buen homenaje al bicentenario del “grito” de Hidalgo para iniciar la guerra por la independencia de la Nueva España, hoy México.
La apreciación de don Carlos es atinente. Refundar la clase política –es decir, el poder político del Estado-- sugiere mucho más. Sugiere, pensaríase, refundar al Estado mexicano mismo. Equivaldría ello a reconstruirlo, aunque lo ideal sería construir uno nuevo.
Pero la historia consigna pedagógicamente que no es posible construir de nuevo, sino reconstruir, pues así lo establecen los imperativos del “continuum” histórico mexicano. El primer Estado, el del Imperio iturbidista, fue calca pomposa de lo que se tenía a la mano.
De ese efímero Estado se transitó al de la Primera República, perfilada preceptivamente y con un talante prescriptivo por una Constitución que recogía, por cualesquier razones, las premisas y silogismos de la constitución de la federación de Estados Unidos de América.
El saltode la Primera a la Segunda República, la jurista, se inspiró un poco más en las insoslayables realidades políticas mexicanas. Por la supervivencia misma de la endeble nación había que poner coto al avieso y voraz poder del Estado Vaticano en México.
II
De ese hito luminoso se transitó, en 1874, al oscurantismo de la hora de Porfirio Díaz, quien hasta 1911 abrió, sin proponérselo, las compuertas de los torrentes que culminarían en la Tercera República con la Constitución de 1917, revolucionaria a medias.
Pero no más. La Tercera República, desgastada al degradante extremo de ser hoy irreconocible e incluso irreconocida en la letra y el espíritu, está en los estertores. Yace moribunda, corroída por la descomposición y desintegración de su propio poder político.
¿Adviértense acaso en el horizonte el espejismo alucinante de una nueva República, la Cuarta? ¿Regístranse tal vez barruntos del anhelado advenimiento de un nuevo orden, fundado y construido o, por mejor decirlo, refundado y reconstruido?
Hay indicios que nos barruntan algo inmaterial –y, por ello, inasible--, etéreo quizá, inserto en la fuerza de la gravedad del anhelo social caro o, posiblemente, la ensoñación colectiva que nos arranque de las zarpas afiladas de la pesadilla neoliberal.
. Vemos los mexicanos que la Tercera República --el Estado de simulación revolucionaria y podrido hasta el tuétano por el agente cancerígeno de la corrupción-- se desmorona con espectacular dramatismo. Se cae a pedazos a ojos vistas.
III
Sin embargo, esa descomposición de varios de los elementos constitutivos del Estado --entre ellos el poder político, el territorio y la soberanía-- ha adquirido ya visajes de desintegración. Pero el poder político, absorto en su narcicismo, no se ha dado cuenta.
La fundación/construcción –o más apropiadamente, la refundación/reconstrucción— del Estado mexicano de la Cuarta República (¿2010 o 2011 o 2012?) ya empezó impulsada y guiada no por un determinismo histórico improbable, sino por vectores aun más poderosos.
¿Y cuáles son esos vectores? Uno, desconocer la historia, ignorar sus moralejas y, dicho sin tapujos, arrogancia y franca y l1ana estupidez del conservadurismo panista y priísta y el palerismo perredista de vena contractual y los demás que lamen migajas del festín.
Y así como el adalid del panismo faccioso y jefe campeador espurio del Estado, Felipe Calderón, se describe a sí mismo como salvador de la humanidad por “vencer” al A/H1N1, el priísmo se prtoclama ya presto a “salvar” en 2012 a México. Salvar al pueblo.
Ese es el otro vector: en 2012, el PRI –progenitor vero de la debacle y la desintegración del poder político del Estado-- dispensará con el dedo el proverbial atole para distender la furia societal. Será en vano: el Estado de la Tercera República ya está cavando su tumba.
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