jueves, 1 de julio de 2010

Hermanos y herencia política - 1 de julio de 2010

Miguel Angel Granados Chapa
Hermanos y herencia política - 1 de julio de 2010


01 julio 2010
ma@granadoschapa.com

Quienes no pierden el humor nunca, ni siquiera en las horas sombrías, andan ya diciendo que todo fue un error: que de lo más alto de Los Pinos se giró una instrucción terminante a Patricia Flores, la poderosa jefa de la Oficina de la Presidencia, para despedir a Gómez Mont, y ella creyó que se trataba de Miguel, quien fue cesado de la dirección del Fonatur.

Miguel Gómez Mont, que ayer dio a conocer su versión del bochornoso episodio en un palco del Soccer City, el domingo pasado, en donde parece haberse portado, a lo García Lorca, como quien es y por ello fue despedido, llegó a la administración de Felipe Calderón antes que su hermano menor, Fernando, quien se mostró renuente a aceptar un cargo hasta que la muerte de Juan Camilo Mouriño hizo necesario que lo supliera en Gobernación. Hay que decir que el ex panista que despacha en Bucareli no fue consultado sobre la sanción impuesta a su hermano mayor, despido que se consideró de urgente ejecución para no añadir a la nota luctuosa del domingo, la derrota de la selección mexicana, lenidad ante una grosera manifestación de poder.

Miguel Gómez Mont, ingeniero industrial, se había dedicado a la construcción de vivienda y a la representación corporativa de ese sector antes de ser nombrado responsable del Fondo Nacional de Fomento al Turismo, Fonatur. No tenía experiencia en el ramo (aunque una parte sustancial de su encomienda tenía que ver con inmuebles propiedad de la federación), y sin embargo se le confió una tarea requerida cada vez más imperiosamente de resultados, ante el abatimiento de otras fuentes de divisas y las dificultades del propio sector turismo para mantenerse como generador de recursos procedentes del extranjero. Su parentesco con el secretario de Gobernación fue irrelevante en el tiempo en que coincidieron en la administración federal y, salvo que el cuentecillo con que arrancó esta columna tuviera un fondo de verdad, su salida del gobierno tampoco se relacionó con su hermano Fernando.

Sin embargo, el ex director de Fonatur se había convertido en “el hermano del secretario de Gobernación”. Le aconteció algo semejante a lo sucedido a Arely Gómez. Ha sido, más que ella misma, “la hermana de Leopoldo Gómez”, vicepresidente de información de Televisa y por ende un influyente tomador de decisiones en los poderes fácticos. Ella desempeñó responsabilidades administrativas, no jurídicas, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Eso no obstante, se le confió la delicada Fiscalía Especializada en Delitos Electorales, que desde enero de 2007 pareció estar acéfala, pues no la atendió del modo asiduo que es preciso. Renunció ayer, en vísperas de los comicios en media república. Y si bien se trata de elecciones locales, y cada entidad cuenta en esa materia con su propia regulación penal y su fiscalía correspondiente, la Fepade ejerce facultades relacionadas, por ejemplo, con el mal uso de recursos de la federación para comprar votos y o coaccionar a los votantes. Marcharse a estas alturas es señal de irresponsabilidad, atribuible a ella si fue su decisión o al procurador Arturo Chávez Chávez si la determinación llegó de lo alto.

No siempre es justo hacer referencia a las relaciones familiares de las personas para ubicar el origen de su designación o despedida y la lenidad respecto de su desempeño. Es inevitable hacerlo en el caso de Egidio Torre Cantú, hermano mayor de Rodolfo, el candidato priísta asesinado el lunes pasado, que debe meramente a la fraternidad con la víctima del grave atentado su unción como singular candidato por un día y la más duradera herencia de un sexenio entero para gobernar a Tamaulipas. No fue propuesto para ello en los momentos y términos correspondientes, sino que su peculiar ubicación es resultado de los juegos de poder propiciados por el asesinato de su familiar.

El próximo gobernador, impulsado por el comité estatal priísta, es decir por el gobernador Eugenio Hernández Flores como lo fue su hermano, no ha sido ajeno a la política, pero su principal presencia pública se debe a su condición de constructor, contratista de obras públicas. Fue dos veces director de ese ramo: del estado con el gobernador Américo Villarreal, hace ya veinte años; y en el municipio capitalino, hace una década. De ese cargo pasó a ser alcalde sustituto cuando el titular Enrique Cárdenas del Avellano pidió licencia para contender por una curul que no alcanzó debido al efecto Fox.

En esa suplencia permaneció un año. En la que por circunstancias trágicas que lo tocan directamente se le abre ahora, permanecerá un sexenio. Algo habrá de estafa a los tamaulipecos al hacerles votar por un Torre Cantú, el que aparece en las boletas e hizo campaña en busca de los votos, cuando en realidad los sufragantes harán gobernador a otro. Partir sólo del parentesco para la selección de un candidato sustituto ha tenido significado en Filipinas, Nicaragua, Panamá, cuando a la muerte de un candidato quedaba en riesgo su proyecto político. Las viudas de Aquino, Chamorro y Arias eran símbolo de la lucha de sus maridos. El nuevo Torre Cantú dista de ostentar ese carácter emblemático. Más bien debe su designación al empeño del gobernador saliente, Hernández Flores, de hacerse suceder por alguien de su entera confianza, que con él ganó contratos millonarios. El efímero candidato, pues pasará en breve a la condición de gobernador electo, es colega de su inesperado antecesor. Ambos estudiaron ingeniería civil en el Tecnológico de Monterrey.— México.

karina_md2003@yahoo.com.mx

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