lunes, 6 de diciembre de 2010

Wikileaks, Assange y el ciudadano digital



Wikileaks, Assange y el ciudadano digital

¿Habrá revelaciones sobre la guerra que se libra en México contra el narcotráfico? ¿La embajada reportaría los tropiezos y las dudas sobre Genaro García Luna y su círculo íntimo? ¿El Consulado de Monterrey hablaría de las dudas sobre la administración de Natividad González Parás? México espera las revelaciones mientras el mundo debate sobre…



¿Es Julian Assange, el fundador de Wikileaks, el primer terrorista digital del siglo 21? No lo creo.

Lo que este personaje rebelde y solitario está mostrando hoy al mundo con la filtración de 251 mil documentos clasificados es de qué pasta está hecha la política exterior estadounidense.

Pero más profundo aún, lo que este ciudadano digital está sometiendo a debate es cómo las nuevas tecnologías vinieron a cambiar, de una vez y por todas, el ejercicio del poder de la información en el mundo. Y eso modificará todo.

Los secretos de Estado serán cosa del pasado. De nada servirá ir contra el mensajero o intentar romper el espejo que lo refleja. Siempre existirá del otro lado de la mesa otro ciudadano que, cansado de excesos y abusos de los poderosos, filtre documentos comprometedores a los Wikileaks que gracias a las nuevas tecnologías despertarán en todo el mundo.

Por eso el debate de si Wikileaks hace o no lo correcto es ocioso. Tanto como lo fue en 1972 el debatir si el Washington Post hizo lo correcto al publicar las filtraciones que le hizo “Garganta Profunda” sobre el espionaje electoral en el Hotel Watergate.

Lo importante entonces fue que aun contra los poderes establecidos que los villanizaban, el editor Ben Bradley y los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward no cejaron en la revelación de documentos que obligaron a la renuncia de Richard Nixon, el único presidente en la historia de Estados Unidos que ha dimitido.

Pero más allá de las investigaciones, el Watergate y la renuncia de Nixon jamás habrían sido posibles sin las filtraciones aportadas al Post por Mark Felt, el director adjunto del FBI en la administración de Nixon, quien era identificado con el apodo de “Garganta Profunda”.



Hoy el “Garganta Profunda” de Wikileaks tiene nombre y apellido. Se llama Bradley Manning, un joven de 22 años a quien se le acusa de utilizar su posición de analista de inteligencia en una base militar en Iraq para descargar materiales clasificados.

Manning, quien enfrentará un juicio militar en 2011, es acusado de filtrar a Wikileaks el video de un helicóptero militar desde el que fueron victimados civiles en Bagdad, incluyendo un reportero y su ayudante de la agencia informativa Reuters. Y también los 251 mil documentos que hoy tienen contra la pared al gobierno norteamericano.

Pero ésa es la nueva realidad del ciberespacio y de las nuevas tecnologías. El permitir que la minoría, que cualquier Bradley Manning, en cualquier país, desde cualquier computadora, tenga la posibilidad de descorrer los velos de los arreglos, las componendas, la diplomacia de doble cara, las presiones ejercidas contra gobiernos o lo que el establishment no desea que se conozca.



Sobrarán quienes pretendan desviar la atención para debatir si Wikileaks ahora, como el Washington Post en su momento, tienen o no el derecho de divulgar documentos “secretos”, cuando el debate debe centrarse en el contenido de esos documentos.



Confirmado el espionaje en el Hotel Watergate y confeso Nixon de encubrimiento, el cuestionar si el Post hacía lo correcto o no salió sobrando. La política estadounidense fue otra después del Watergate. Bradley, Bernstein y Woodward se convirtieron en íconos del periodismo de investigación.

Lo mismo sucederá con Julian Assange y su “Garganta Profunda” Manning una vez que terminen de conocerse todos los detalles de la desclasificación de los documentos, lo mismo del Departamento de Estado, que del Pentágono y la Casa Blanca.



Porque ésa es la irrenunciable definición de lo que hemos dado en llamar el Ciudadano Digital y que se dibuja como el nuevo epicentro de la información relevante, no limitada exclusivamente a los medios tradicionales de comunicación.

Por eso lo que se destapó en esta última semana de noviembre de 2010 pasará a la historia como el primer Watergate Digital. Porque no fue necesario que las revelaciones vinieran de una fuente formal a través de las grandes corporaciones mediáticas mundiales. Bastó la minoría de dos. Un tecnólogo con su sitio y un ciudadano que se rebeló a lo que vio y leyó.

Más aún, Julian Assange tuvo la virtud de convocar a cinco de los más prestigiados medios internacionales –The New York Times, The Guardian, El País, Le Monde y Der Spiegel– para compartirles la primicia y legitimar su difusión.

El tsunami informativo digital que generaron las revelaciones de Wikileaks apenas empieza. Lo que vemos es apenas la ola que está a punto de romperse en tierra, y sus efectos modificarán la faz de la información en el mundo.

Mientras esto sucede, en México esperamos las revelaciones contenidas en los 2 mil 625 cables que se generaron en la embajada y los consulados de Estados Unidos en México.

De esos documentos, sólo 12 son clasificados como secretos y 344 como confidenciales. Los restantes mil 941 son No Clasificados.

Los temas dominantes son derechos humanos y narcotráfico. Aunque también los hay sobre política interna, actividades criminales, terrorismo, petróleo, seguridad nacional, tráfico financiero y operaciones militares.

Fuera de la embajada estadounidense en la Ciudad de México, el consulado que más documentos aporta es el de Monterrey, con tres documentos secretos, 53 calificados como Confidenciales y 106 sin clasificación.

Habrá que ver qué percepción tienen los diplomáticos de Estados Unidos sobre la lucha que se ha emprendido en México contra el narcotráfico. ¿Hay algún reporte que evalúe el desempeño de Genaro García Luna como responsable nacional de la seguridad? ¿Qué dirán los comunicados del Consulado de Monterrey sobre las estrategias contra el crimen organizado que aplicó el gobierno de Natividad González Parás? No faltan muchas horas para saberlo. El Ciudadano Digital está imparable y no está dispuesto a renunciar.

Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV

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