Fausto Fernández Ponte
24 febrero 2010
ffponte@gmail.com
Asimetrías
La Indiedad Americana
Por Fausto Fernández Ponte
“México se liberará pronto”.
Evo Morales.
I
Evo Morales, jefe del Estado Plurinacional de Bolivia, es el participante en la llamada reunión “Cumbre de la Unidad” --realizada en Cancún-- de Nuestra América india- afro-ibérica y caribeña afro-europeizada, con ejemplos de profunda trascendencia histórica: la reivindicación indígena.
De hecho, es el único mandatario indio –de la nación aymara-- participante, pues todos son o criollos, descendientes de los colonizadores españoles, o mestizos, formados y conformados en el molde aun prevaleciente de los resabios de la dominación imperialista y cristiana europeos.
Mas si la indiedad étnico-cultural, cosmogónico-filosófica e ideológica y política del mandatario boliviano es un hecho insoslayable, también lo es otro de sus atributos: los indios de Nuestra América --oprimidos y despojados durante cinco siglos-- reivindican derechos ancestrales.
Acude, pues, don Evo a Cancún con un bagaje de acervos experienciales plenos de moralejas que, obvio antojaríase, los demás participantes ven, como los mandatarios de Brasil, Cuba, Ecuador y Venezuela, con empatía, pero otros –los de Colombia, México y Perú-- con recelos.
Don Evo trajo a un primer plano de atención mundial la insurrección civil de conciencia india, por un lado; por otro, que esa insurgencia tomó el poder político del Estado boliviano para liberarse de las opresiones del imperialismo estadunidense aliado a la oligarquía local.
II
Mientras en Bolivia los indios han tomado el poder y proceden a la transformación del mapa estructural y superestructural y el andamiaje de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, en México los pueblos originarios son encadenados y destruidos por Estado.
Esa destrucción se observa, fedatariamente, con dramatismo, en Chiapas, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Michoacán, Chihuahua, Nayarit, en el confín mexiquense, Tlaxcala, etc. El Estado mexicano libra una feroz guerra contra las naciones indias que habitan México.
Esa guerra se da en todos los confines y bajo varias modalidades, que van desde la militar y paramilitar y económica y político-ideológico hasta la cultural. Esa guerra se realiza en nombre del pueblo mestizo, mayoritario. La filosofía es la misma que la de los conquistadores: despojar.
Esa brutal guerra de exterminio --agresiones con fines de despojo de hábitat históricos, destrucción y daño a éstos y saqueo de las riquezas naturales --v. gr., las minas de consorcios canadienses y de oligarcas mexicanos como los Larrea-- ocurre ante la indiferencia societal.
En los estratos y sustratos medios de la sociedad mexicana –incluyendo aquellos proletarizados ya por la inviabilidad misma del modelo económico neoliberal, y las burguesías--, la discriminación rampante agravia “lo indio” y cierra las redes de capilaridad social, económica y política .
III
No hay movilidad de los pueblos indios con resopecto a la sociedad mestiza potenciaria en las redes de ésta. La oligarquía está confomada por criollos; los políticos de alto vuelo son éstos y/o mestizos. Algunos indios, como el general Guillermo Galván, sirven ignominiosamente a aquellos.
Y muchos indios, que pasan por mestizos,carecen de conciencia de su indiedad y, por tanto, ignoran la enorme riqueza de su etnicidad y la importancia histórica y cultural identitaria de ésta y la definitiva e insoslayable aportación genética al mestizaje mexicano y la cosmicidad inherente.
Lázaro Cárdenas fue el último mandatario indio. La Virgen de Guadalupe, tan venerada por los mexicanos y asidero político de El Vaticano, es morena, pero no india; fue a un indio, el mítico Juan Diego, a quien se le “apareció”, pero éste fue accesorio y coyuntural, usado, un “extra”.
En Brasil, los indios son despojados y, por ello, destruidos; en Colombia, Chile, Guatemala, Panamá y Perú, igual; Pero resisten, como en México. Aquí las lenguas náhuatl y maya son habladas por millones, con literatura propia y, por cierto, muy rica, con simbolismos mágicos.
La ley misma agravia a los indios de México: procurar e impartirles justicia es violatorio de los derechos de habitantes de un territorio del cual les despojamos y ocupamos. Nos impresionan sus monumentos, pero reprmimos su existencia. Nos aterra que se organicen, como en Bolivia.
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