Una fábrica de pobres
Históricamente, uno de los secretarios de Hacienda más respetados de México, David Ibarra, hace a sus 80 años una lúcida radiografía de la política económica, cuestionando la política industrial, el abaratamiento del tipo de cambio y la ausencia de una política para el empleo. Por eso advierte que… La economía mexicana es una fábrica de pobres
Por Ramón Alberto Garza
23/02/2010 - 0 comentarios
Categoría: Economía
David Ibarra Muñoz, ex secretario de Hacienda de México en la época de López Portillo, lanza el reclamo, la condena moral sobre la política económica de los gobiernos de las últimas décadas.
México padece múltiples crisis –simultáneas – por adoptar un modelo económico importado, que abrió las puertas a la competencia en forma irresponsable, sin crear las condiciones para que fuera en beneficio del país.
Esta enorme falla en la gestión ha colocado a México en una situación donde es azotado a la vez por una crisis económica, política, social y –una cuarta– de inserción en un mundo global, que mantiene en la marginación a la mitad de la población.
A sus ochenta años, mientras se da a la tarea de recopilar lo hecho en vida y a punto de dar a luz un libro, David Ibarra Muñoz presenta a Indigonomics un crudo diagnóstico de la realidad del país.
La economía mexicana se ha convertido en una fábrica de pobres y desesperanza, porque el sistema político se encuentra arrinconado, haciendo “reformitas”, pequeños cambios, en lugar de tomar decisiones para priorizar –antes que nada– el empleo.
Para el hombre que fue secretario de Hacienda de 1976 hasta 1982, en el sexenio de López Portillo, antes de la nacionalización bancaria, el veredicto es claro:
Los gobiernos desde los 80, sean del PRI o sus sucesores del PAN que ya van para 12 años en el timón, le han apostado en exceso a la “mano invisible” que predicaba el célebre economista Adam Smith, quien afirmaba que buscando todos su propio interés en un marco de competencia libre vendría la prosperidad.
Tal modelo no ha funcionado en México, sentencia, porque frente a la apertura económica, el estado ha autorrenunciado a la aplicación de una política de fomento industrial o de promoción de la innovación que aliente el empleo.
Los pecados de omisión de la política económica son mayores.
Ejemplo: se privatizó la banca y –craso error– al mismo tiempo se liberaron las amarras de la regulación.
Esa situación ha generado una banca rentista, sin vocación de crédito y, peor aún, haciendo de las suyas con el consumidor de los servicios porque frente a los poderes monopólicos de este sector de la economía hoy en manos extranjeras, el estado no tiene dientes para regularla.
En la política cambiaria, el pecado capital secular del Banco de México ha sido abaratar el dólar, lo que ha creado un aliento artificial a las importaciones promoviendo el empleo…pero en otras partes del mundo, y un desaliento a las exportaciones, es decir, a la actividad económica y por ende la ocupación en nuestro país.
A Banxico, sentencia Ibarra, le interesa mantener el peso sobrevaluado –barato– para tener a raya la inflación, pero a un costo social elevadísimo.
Tales ineficiencias en la conducción económica del país generan un círculo vicioso.
En ausencia de una política de promoción del empleo, y de una política social con instrumentos de peso para combatir la marginalidad, se ha creado un caldo de cultivo donde ha sido lógico no solamente el crecimiento de la pobreza –que azota ya a la mitad de los mexicanos– sino hasta del crimen organizado.
En forma franca, lúcida y abierta, David Ibarra Muñoz habla a Indigo no solo del tiempo que le tocó vivir en el convulso sexenio lopezportillista –marcado por la nacionalización de la banca en 1982– cuando ya no era secretario de Hacienda, sino de la época más reciente.
Hombre de controversia que se distanció del PRI y ha sabido ubicarse con integridad en la oposición, Ibarra se da tiempo en esta entrevista para las revelaciones.
Afirma que le renunció a López Portillo a la cartera de Hacienda por desacuerdos ante medidas radicales para recomponer la imagen de un gobierno desgastado, como el aumento desmedido de los salarios que se dio a principios de 1982 y que detonaría una espiral inflacionaria y presiones cambiarias.
Y sostiene que la nacionalización de la banca –que confirmó sus temores– donde López Portillo enmarcó este acto, en su último informe de gobierno, con aquéllas frase de “ya nos saquearon, no nos volverán a saquear” fue un desplante mediático.
Un acción, sentencia Ibarra, donde el culpable no fue el mexicano común sino el propio gobierno.
El ojo crítico de Ibarra da en el blanco: fue el propio López Portillo quien creó las condiciones para el saqueo de divisas abaratando irresponsablemente el dólar e ignorando los focos rojos claros, en el deterioro grave de la balanza de pagos del país, que ameritaban un ajuste cambiario.
La mirada analítica del economista examina con claridad y rigor lo mismo los desaciertos de López Portillo, Vicente Fox o Felipe Calderón, que las fallas de Banxico o Hacienda de hoy en día, las recetas contra los monopolios o para procurar una política de fomento industrial, o el origen de crisis de liderazgo que vive el país.
Veamos.
Las cuatro crisis de México
EL ORIGEN DE LA CRISIS
PREGUNTA: Don David Ibarra, recientemente homenajeado, muy justamente homenajeado, ¿por cuántos años, don David?
RESPUESTA: Ochenta, nada menos que ochenta.
PREGUNTA: Don David, usted es parte muy importante de la historia económica de este país. Estamos ante un México que parece no encontrar una ruta, una salida, un proyecto. ¿Dónde estamos?
RESPUESTA: México tiene múltiples crisis. Tiene una crisis no solo económica, sino política, social y de inserción en un mundo globalizado.
Estas crisis ocurren simultáneamente y están haciendo que el país, en lugar de ascender o siquiera atender sus enormes problemas, tenga un rezago.
Una de las razones fundamentales de la crisis es que procuramos adaptarnos a la globalización y al nuevo orden económico internacional de una manera enteramente defectuosa.
PREGUNTA: ¿Por qué?
RESPUESTA: Porque nos vendieron esas ideas. Esa reforma de la apertura del comercio, de la privatización, fue importada. Nosotros no pensamos en cómo instrumentarla y en cómo fuera en beneficio del país.
Compramos, importamos reformas, pensando que el mercado lo resolvía todo. Y el mercado ayuda mucho en determinados terrenos, pero no resuelve todo. Los mercados globalizados han tenido un efecto terrible en lo social, concentrado el ingreso, aumentado la pobreza y beneficiado o perjudicado de manera muy distinta a los diversos países. Pensamos que traería prosperidad automática y trastornamos tremendamente la vida institucional. Hicimos un poco como los aprendices de brujo, que se equivocan.
Uno, empezamos a reformar nuestras instituciones y reglas de conducta establecidas en las leyes, de manera terrible y yo diría hasta poco reflexiva.
¿Qué hicimos?: Hemos modificado la Constitución. Del 80 a la fecha hay más de 500 modificaciones a los artículos constitucionales. ¿Para qué? Para adaptarnos a un nuevo modelo social de desarrollo.
¿Qué implica?: Apertura externa, retirada del Estado de la producción, privatizaciones y dar una influencia poderosísima a los mercados. Mientras tanto, la regulación estatal va de capa caída.
Eso trastornó nuestra vida social en el sentido de cambiar a los actores más exitosos. Por ejemplo, los empresarios que antes sustituían importaciones los apagamos y nos fuimos con aquellos con capacidad autónoma de exportar.
¿Qué otra cosa hicimos? Retiramos el Estado mexicano, quien contaba con el 35 por ciento hasta el 40 por ciento del producto con todas sus empresas y lo redujimos hasta al 20 por ciento del producto.
Eso trastornó radicalmente la distribución del ingreso como lo hicimos con los empresarios. Pensamos que vendría la prosperidad pero ésta se retrasó.
No generamos suficientes empleos. Nuestro sector exportador con el Tratado de Libre Comercio, sí, empezó a exportar mucho, pero como un apéndice de la economía norteamericana, sin mucho avance tecnológico, sin una transformación productiva y sin fortalecer los encadenamientos interindustriales que hubieran generado mucho empleo.
Ni encadenamientos industriales, ni innovación tecnológica. Nos limitamos a hacer operaciones simples, de maquila que tienen otra característica: no contribuyen al fisco.
Entonces, el sector estratégico, principal de la economía, no contribuye al fisco porque está sujeto a una serie de privilegios fiscales enormes. Eso fue lo que empezamos a hacer desde el ángulo económico.
Desde el ángulo social no nos interesó la creación de nuevos empleos. Pensamos que con los mercados abiertos y las privatizaciones se iban a multiplicar. Pero no.
Entonces, angustiados, empezamos a inventar los programas para compensar la pobreza, la miseria de grandes estratos de la población.
¿Y qué hicimos? Pues sacamos los esquemas que ustedes conocen muy bien, de Progresa y Oportunidades, que han venido cambiando de nombre, pero un poco por fuera de la estructura económica.
Ayudamos a los pobres dándoles subsidios. Pensando que de esa manera iban a estar en una situación menos angustiosa, pero no pensamos estructuralmente –a mediano y largo plazo– que lo que la población necesitaba fundamentalmente es empleo.
Entonces, se ve, claramente, una vinculación estrecha entre la reforma económica y los problemas sociales.
En materia política, ha habido muchos avances. ¿Qué hemos hecho? Tenemos ahora un sistema electoral mucho más limpio, nítido. Hemos desmantelado el viejo autoritarismo presidencial.
La democracia formalmente ha avanzado mucho, pero no ha respondido a un aspecto fundamental: las demandas de la gente. Por eso tenemos una crisis social, entreverada con la crisis económica y con nuestra adaptación equivocada al mundo globalizado.
De ahí se derivan otras cosas. En este caldo de cultivo surge y se fortalece el narcotráfico y el crimen organizado, como se le llama ahora. Y para atenderlo iniciamos una estrategia a la cual se la ha dado la principal prioridad, utilizando al Ejército y todas las fuerzas del Estado.
Pero la solución de este problema está vinculada a las otras reformas. Si no hay empleo, si no hay una política social realmente activa, es muy difícil combatir el narcotráfico y el crimen organizado.
¿Y por qué lo es? Porque el grueso de la gente, digamos el 50 por ciento de la población, es pobre, y más del 40 por ciento de la población trabajadora está en el sector informal, por lo que es un caldo de cultivo que va a fomentar el crimen.
Se trata, en suma, de reformas interrelacionadas.
Frente a esta interrelación de reformas ¿qué es lo que se ha intentado?
Se han intentado reformitas, pequeñitas, puntuales, que no resuelven mayor cosa.
Cito los ejemplos más obvios: queremos hacer una reforma energética para asegurar el patrimonio nacional de los recursos petroleros. Pero, ¿cómo lo queremos hacer? En lo posible –y aquí hay un enfrentamiento– cediendo a la inversión extranjera estos recursos.
No estoy juzgando si es bueno, malo o regular. Hay otro grupo o muchos grupos que se oponen. Hay una especie de empate y evidentemente la reforma energética se queda en el aire.
¿Qué otra cosa intentamos? La reforma de pensiones, porque se consideró que el Estado mexicano no podía con la carga de las pensiones e intentamos reformarlo. Por lo menos se hizo parcialmente, trasladando la carga de las pensiones del Estado a las familias y a las familias de clase media o clase pobre.
Uno se pregunta: ¿Esto va a funcionar?
Todo indica que no va a funcionar bien, que los pensionados van a tener un ingreso muy bajo. Claro, le quitamos con esa reforma algún peso a las erogaciones estatales. Al principio de las reformas hubo que pagar por aquí y por allá para convencer a la población.
Y luego tenemos una reforma fiscal. Hemos intentado fundamentalmente generalizar al IVA, pero no nos hemos preocupado de lo que es fundamental en toda reforma fiscal: que tenga quien la apoye, porque sus intereses están vinculados a ello.
Si yo quiero generalizar el Impuesto al Valor Agregado, ¿qué le voy a dar a la gente pobre?; ¿cómo me voy a hacer de clientela que me apoye? Tengo que ofrecer algo y aquí no se ha ofrecido nada.
Se puede ofrecer, por ejemplo, primero, financiar, por cinco o diez años la seguridad social con recursos impositivos.
¿Para qué? Para tener gente que apoye la reforma fiscal. ¿Y quiénes lo van a apoyar? Los trabajadores porque el costo de la mano de obra va a descender y se generarán más empleos.
Aquí voy a tener de mi lado a buena parte del sector empresarial. ¿Y a quién más voy a tener de mi lado? A los exportadores porque el IVA se descuenta del costo de las exportaciones.
Entonces voy a tener quien respalde a esa reforma fiscal y enseguida con esto puedo fortalecer el gasto social del Estado. Pero eso no se hizo, se quiso hacer.
QUÉ HACER CON LOS BANCOS
PREGUNTA: ¿Qué siente David Ibarra, quien fue secretario de Hacienda en los momentos en que se daba ese quiebre ideológico, de volver un poquito a ser más equilibrada la parte pública y privada de la economía? ¿Qué siente cuando hoy tenemos un país, por ejemplo, uno de los pocos sino es que el único en el mundo, donde su sistema de pagos está fuera del país, en Nueva York y Madrid. ¿Qué piensa David Ibarra de eso? ¿Fue un acierto? ¿Fue un error, lo que se hizo con la banca?
RESPUESTA: Esa es otra de las reformas mal hechas. Nacionalizamos la banca. Creo que fue una decisión equivocada, por una razón fundamentalmente ideológica que predomina en el mundo: No se pueden tocar mucho los derechos de propiedades sin despertar a los ogros y gigantes mundiales.
PREGUNTA: ¿Por qué se hizo?
RESPUESTA: Porque había una presión política de un gobierno muy debilitado que pensó que de esa manera iba a generar un respaldo popular enorme y no ocurrió así. Luego se le quita buena tajada a la banca para dársela, con beneficios extraordinarios, a las casas de bolsa, que crecieron mucho. Y luego, ¿que se hizo? La banca pública nacionalizada, no es que haya funcionado extraordinariamente, pero no cometió errores graves.
¡Ah!, pero después decidimos privatizarla y al privatizarla cometimos errores muy serios.
PREGUNTA: ¿Cómo cuáles?
RESPUESTA: Uno, combinarla con la apertura financiera. Quitamos todos los mecanismos reguladores que tenía el Banco de México y la Comisión Nacional Bancaria.
Quitamos el crédito preferencial, la fijación de las tasas de interés, y dejamos que los bancos prestaran a trochemoche.
Más aún, multiplicamos, además, las licencias bancarias. Entonces generamos una oleada de crédito que pasó de representar alrededor de 20 por ciento del producto a más del 70 por ciento en el lapso de dos o tres años.
Eso fue un error monumental porque muchos de los nuevos banqueros no tenían la vieja disciplina ni el conocimiento de sus clientes… quien pagaba, quien no pagaba.
Pero provocamos una explosión crediticia y luego se viene la crisis del 94-95. Y, ¿qué ocurre?: la gente, los negocios no pueden pagar.
La ruina, buena parte de la ruina para muchas empresas y bancos. Fue una acumulación de errores serios por hacer esta importación de reformas sin haberlas meditado.
Luego se empieza a privatizar y extranjerizar a la banca. Ya el 80 ó 90 por ciento de los activos bancarios están en manos de accionistas extranjeros. Esto ocurre en pocos países, yo diría que en ninguno.
Siempre los países han sido muy celosos de mantener su autonomía financiera. Y eso, ¿qué provoca? Otra secuela de problemas porque entonces el financiamiento de la economía mexicana se bifurca, las empresas grandes se financian en el exterior, las empresas chicas se ahogan por falta de crédito o se les da a cuenta gotas.
PREGUNTA: Y a un interés muy alto…
RESPUESTA: En seguida a la banca de desarrollo la multiplicamos por cero, haciéndola de segundo piso, esto es, quitándole toda su capacidad real de fomento a la producción y hace que dependan de si la banca comercial privada quiere llevar adelante determinado proyecto.
Pero ocurre que la banca comercial privada no está interesada en la formación del capital nacional y menos en la producción. Está interesada en obtener, en dar créditos a corto plazo y en lo posible sin riesgo.
A la banca comercial establecida en México se le ha desvinculado orgánicamente de la oferta productiva. Y ¿qué es lo que hace para sobrevivir y obtener utilidades?, presta al consumo o presta al gobierno.
PREGUNTA: A tasas únicas, elevadísimas, que no se repiten en ninguna parte…
RESPUESTA: Elevadísimas que en ningún país del mundo se calificarían de razonables.
PREGUNTA: ¿Qué sentimos, por ejemplo, que en el tercer trimestre del año pasado, que se acaba de dar el reporte, tuvimos por primera vez una balanza negativa en los ingresos de capital por la salida de más de mil y pico de millones de dólares de Bancomer?
RESPUESTA: Bueno, se hace eso. ¿Qué otra cosa hace la banca comercial? Le presta al gobierno, sin riesgo. Es una banca que presta sin riesgo y con altas tasas de interés, ¡por favor! Bueno, ¿ve? Hay una secuela de reformas mal meditadas y menos entrelazadas orgánicamente para que sirvan al país.
LAS RECETAS PARA HACIENDA
PREGUNTA: Si David Ibarra fuera llamado hoy a la Secretaría de Hacienda, ¿qué medidas implementaría?
RESPUESTA: Mire, yo llevaría adelante dos clases de política para iniciar el proceso de mejorar el entramado de las reformas. Una primera, fijar como la prioridad central del gobierno y del país la generación de empleos.
Vea, hay armas. Tenemos a la banca de desarrollo, con todo y que está medio desmantelada. ¿Por qué el banco de obras (Banobras) no puede instrumentar un ambicioso programa de infraestructura?
¿Por qué de infraestructura? Porque la tenemos rezagada y además de que tiene poco contenido importado; no nos pega tanto en la balanza de pagos y genera mucho empleo.
¿Por qué no podemos regenerar los distritos de riego?
PREGUNTA: (Por ejemplo) el drenaje de la ciudad. ¡Estamos hoy inundados!
RESPUESTA: El drenaje de la ciudad, como usted dice. Así habría una enorme cantidad de proyectos factibles de empujarse para sacar a este país. ¿Por qué Nacional Financiera no se encarga de hacer un programa de política industrial que nos ponga al día con lo que hacen los países asiáticos?
Que escoja porque hay que escoger y no hay otra forma. El mercado no escoge, hay que escoger las industrias y las actividades fundamentales para el país.
El Banco Nacional de Comercio Exterior es otro instrumento olvidado. ¿A quién le da crédito? A no más de cien empresas.
Si tenemos una estrategia exportadora y un banco que financie, en lugar de alentarlo, de hacer que instrumente programas tenemos… (tratados de libre comercio).
México es el país que tiene más tratados de libre comercio en el mundo.
Y, sin embargo, tenemos un déficit en la balanza de pagos. Y nos llevamos los 80, 90 mil millones de dólares que nos deja el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá y los distribuimos de tal manera que acabamos con déficit en los otros tratados de libre comercio, con las actividades que tenemos, por ejemplo con China, donde ya el déficit llega a cerca de 30 mil millones de dólares.
Bueno, ¡por favor! No tenemos una política de fomento exportador ni utilizamos al Banco Nacional de Comercio Exterior en ello. ¿Usted cree que no lo podremos hacer?
LAS FALLAS DE BANXICO
PREGUNTA: ¿Qué siente David Ibarra cuando hoy cuestiona, con toda justicia, toda esa falta de programas sociales, de coordinaciones entre los programas político, social y económico y estar viendo que tenemos reservas récord, históricas, en el Banco de México?
Por un lado estamos presumiendo que tenemos un “guardado”, pero al mismo tiempo, estamos viendo imágenes en la televisión de gente que se está ahogando en su propio drenaje.
Mediáticamente eso es muy poderoso porque es como llegar a la casa y decir: “Hijos, tenemos una tarjeta de ahorro con mucho dinero”, y en la casa están nadando entre aguas negras, con la mitad de la gente en la casa sin poder comer, pero eso sí, tenemos bastantes ahorros.
RESPUESTA: Ese tipo de cosas son profundamente criticables. ¿Por qué tenemos tantas reservas? Hay dos razones, una legítima y otra ilegítima.
La razón legítima (es que) como los organismos financieros internacionales no funcionan del todo bien y cuando ayudan es con grandes condicionalidades y, del otro lado, los mercados financieros internacionales son muy volátiles (por lo que) hay que acumular reservas para prevenir tiempos malos.
Uno puede estar de acuerdo con eso, sobre todo porque esa es la clase de técnica que están utilizando en los países exitosos del tercer mundo, siempre y cuando tengan superávit en la balanza de pagos, no déficit.
Dos, la otra razón –esta indebida– es para combatir la inflación. ¿Por qué? Porque si yo revalúo el peso, como desde hace años está haciendo el Banco Central, abarato las importaciones y al abaratar las importaciones las presiones inflacionarias se reducen. ¡Ah!, ¡pero el costo de esto es terrible!
Y la razón es simple. Estoy creando competitividad artificial a las importaciones y estoy, en consecuencia, perjudicando a nuestros exportadores y productores internos que compiten con la oferta extranjera.
Entonces el costo es terrible. Y, además, el Estado mexicano incurre en pérdidas porque esterilizar los ingresos de divisas implica un costo.
El Banco de México tiene que comprarle al sector bancario esos dólares, depositar esos dólares en el exterior a tasas de interés bajas, frecuentemente ahora negativas y en cambio, financiar eso con emisión de papel con las altas tasas de interés internas, (por lo que) pierde.
PREGUNTA: ¿Y por qué seguir ese juego?
RESPUESTA: Porque el Banco de México solo tiene una misión: combatir la inflación, no propiciar el desarrollo. No somos como la Reserva Federal de los Estados Unidos. Aquí el Banco Central solo tiene una misión.
PREGUNTA: Este punto es un punto muy importante de explicar para sus cibernautas. ¿Cuál es la dinámica de la Reserva Federal de los Estados Unidos y la del Banco de México? ¿Cuál es la diferencia?
RESPUESTA: La Reserva Federal de los Estados Unidos tiene dos cometidos centrales que tiene que combinar: uno, combatir las presiones inflacionarias; dos, mantener la estabilidad de los empleos.
PREGUNTA: No es mantener la estabilidad inflacionaria a cualquier precio…
RESPUESTA: No, no puede. Tiene que combinar las dos: estabilidad de precios y estabilidad en el crecimiento o en el empleo. El Banco Central nuestro solo tiene una: combatir la inflación y entonces está en esa trinchera. Yo diría, políticamente hace lo que le conviene.
El problema es que no necesariamente eso es lo que le conviene al país y políticamente eso mismo está generando fuerzas políticas internas.
Los anteriores productores mexicanos están convirtiéndose de manera creciente en importadores. Esos importadores ya constituyen una fuerza política cada vez más importante que les interesa que el Banco Central mantenga este enfoque y entonces estamos desaprendiendo a producir y aprendiendo a importar.
No nos aterroriza, ni siquiera nos preocupa, la experiencia española. Como ellos no puede modificar su tipo de cambio solo pueden combatir la crisis con desempleo, por eso tienen el 20 por ciento de desempleo.
LA LECCIÓN DE BRASIL
PREGUNTA: A ver, pero en contraparte, ¿como ve David Ibarra el ejemplo de Brasil?
RESPUESTA: El ejemplo de Brasil es distinto. Uno: los brasileños nunca entregaron –como nosotros– la industria a la inversión extranjera.
Ni entregaron buena parte de su comercio a la inversión extranjera. Pudieron sostener su planta productiva nacional y su sector financiero y no desmantelaron los bancos de desarrollo, sino que los mantuvieron e hicieron política social fundamental.
Por ejemplo, Brasil, aunque todavía el sistema es imperfecto, tiene acceso universal a los sistemas de salud. Y aquí no pasa eso.
Las diferencias con Brasil son terribles. Además, este país tiene un anhelo desarrollista. Los brasileños piensan que pueden ser y deben ser una potencia en el mundo.
PREGUNTA: Ese es un punto muy importante ¿Qué nos falló en México, si en los años 70, 80, 90 éramos bastante más que Brasil en el concierto económico, político internacional y qué pasó en Brasil que ellos pudieron articular correctamente políticas económicas, sociales y políticas?
Por ejemplo, para integrar una industria agrícola pujante que les dio un impulso único en el mundo, por ejemplo, en el uso del etanol, punta de lanza por encima de naciones muy desarrolladas.
Que les dio por luchar o confrontarse y salir adelante con industrias tan avanzadas como la aeronáutica contra Boing. Políticas que fueron llevando por muchos años, cuando nadie le apostaba a eso y ahora la reciente sorpresa de verlos transformarse de importadores de petróleo en exportadores y en potencia mundial con los yacimientos descubiertos mar adentro.
¿Por qué ahí sí pudo pasar y por qué en México teniendo todo –los recursos, las condiciones, la infraestructura económica para hacerlo– falló el liderazgo?
RESPUESTA: Hay una razón fundamental. En Brasil se pusieron de acuerdo la mayoría de los brasileños en que el país debería seguir creciendo.
Mientras ellos sostuvieron y alentaron su industria de bienes de capital –esencial para completar el entramado productivo– nosotros la desmantelamos y empezamos a importar.
Pero hay un deseo general de la población de crecer y de hacerlo en la medida de lo posible con justicia social.
A nosotros se nos olvidó la justicia social y que el mercado no resuelve todo y hay que empujar en la dirección correcta: dos fallas fundamentales.
Pusimos el énfasis en cosas que son buenas, pero parciales. En la reforma electoral, en las tesis neoliberales de la apertura.
Ahí gastamos nuestro capital político, en lugar de emplearlo equilibradamente en ajustarnos en lo que ocurría en el mundo, pero procurar el bienestar general de la población.
PREGUNTA: ¿Fallamos en apostarle a la mano invisible?
RESPUESTA: Exacto, en apostarle demasiado a la mano invisible.
ORGULLOS Y ARREPENTIMIENTOS
PREGUNTA: Haciendo una retrospectiva del tiempo que usted pasó al frente de la trinchera económica de este país, ¿de qué se siente orgulloso y de qué se arrepiente? ¿Qué siente usted que no fue el camino correcto visto a la distancia? Yo creo que usted con su inteligencia y lo que ha vivido –sobre todo en este momento que usted está recopilando todo lo que hizo en vida– ha hecho una introspección y sabe de lo que hizo correcto y siente que faltó algo…
RESPUESTA: En la vida política siempre uno comete errores que devienen de que uno no sabe lo suficiente o de que hizo la apuesta equivocada o el gobierno en su conjunto tiene diferencias. De las cosas que a mí me tocaron, yo estoy contento con dos o tres cosas.
PREGUNTA: ¿Cuáles?
RESPUESTA: Una, el haber fomentado la industrialización del país desde Nacional Financiera y haberla puesto al servicio de la industria pesada y de la de bienes de capital de este país.
PREGUNTA: ¿Qué acciones concretas se hicieron en ese entonces que usted recuerde y que nos pueda decir: en esa época surgió este tipo de industria, se apuntaló mucho desde Nafinsa?
RESPUESTA: En materia de química pesada se creó Tereftalatos de México y en asociación con los grupos de Monterrey se impulsó la industria de química pesada, se creó Sosa Texcoco.
En materia de industria de bienes de capital hicimos una enorme cantidad de cosas. Trajimos fábricas de maquinaria pesada, tubería, por ejemplo, fortalecimos a toda la industria siderúrgica.
Creamos una multitud de empresas, desde la producción de maquinaria para los servicios médicos, hasta de bienes de capital y arrancamos el inicio del fortalecimiento del centro de la República –Querétaro, etc.– con este tipo de instalaciones.
Se invirtió mucho dinero, mucho esfuerzo, combinando inversión extranjera, con inversión estatal y con inversión privada. Ahí están los documentos. De eso estoy orgulloso, después lo desmantelaron, bueno…
PREGUNTA: ¿De qué más está orgulloso?
RESPUESTA: De la reforma fiscal que se hizo por ahí de los años 78, 79.
PREGUNTA: La que estableció el IVA.
RESPUESTA: De eso estoy orgulloso. Porque esa reforma significó una simplificación impositiva terrible.
Se puso un IVA además generalizado, no como el que hay ahora, lleno de boquetes, sino que con eso se quitó el Impuesto sobre Ingreso Mercantil, que era un impuesto en cascada altamente regresivo, mucho más regresivo que el IVA.
Se quitaron alrededor de 36 impuestos federales y más de 600 impuestos locales. Se estableció un sistema fiscal único en todo el país que no han alcanzado, por ejemplo, en los Estados Unidos.
¿Qué virtudes tiene este sistema? Dos.
Una, que evita distorsiones en la asignación de las inversiones.
Antes los gobiernos estatales, urgidos por razones políticas, daban concesiones y exoneraciones impositivas a trochemoche, exoneraciones a 10, 15, 20 años. Eso se acabó un sistema fiscal único que no distorsiona las inversiones fiscales en todo el país.
La otra virtud es que cuando yo llegué a la Secretaría de Hacienda, en mi antesala tenía colas de funcionarios estatales que venían a pedir algún recurso.
Cuando se creó una bolsa fiscal única, los estados tenían derecho, no venían a suplicar: transformación política importantísima y lo mismo se trató de hacer a nivel estatal, haciendo que los municipios tuvieran derecho, no que le fueran a suplicar recursos al gobernador en turno.
Bueno, eso fue una transformación muy importante a mi modo de ver.
PREGUNTA: ¿Algo más?
RESPUESTA: En la Secretaría de Hacienda, ¿qué intentamos?
Una reforma bancaria fundamental. Mire, cuando yo llegué había alrededor de 600, 700 instituciones financieras en el país.
PREGUNTA: Recuerde a sus cibernautas cuál es el periodo al frente de la Secretaría de Hacienda.
RESPUESTA: 76 a comienzos del 82.
PREGUNTA: A usted no le tocó la privatización bancaria. Vamos a aclararlo porque como fue el sexenio de José López Portillo, usted pintó una raya ahí.
RESPUESTA: Hicimos una reforma bancaria. Pasamos de 600, 700 instituciones financieras, la mayoría de ellas pequeñas, con estados de pérdidas y ganancias precarios que frecuentemente tenían crisis financieras a 36 bancos múltiples que rebasaban con mucho la banca especializada que teníamos entonces: banco de cédulas hipotecarias, bancos agrícolas, etc.
Esa fue una reforma enorme. ¿Cómo la hicimos? Hubo que convencer a los banqueros y conciliar intereses encontrados para que se fusionaran y se logró hacer y consolidar, y teníamos una banca nacional bastante competitiva con el exterior.
Eso fue, creo yo una reforma importante.
Una más: desde el ángulo financiero antes, solo había los bonos que emitía el gobierno y que se colocaban a la vista y a la par, es decir, no había un mercado de títulos financieros que mereciera el nombre.
Entonces empezamos a crear algo distinto. Empezamos con los Cetes y ahora tenemos un mecanismo fundamental.
Y queríamos establecer no solo Cetes a corto plazo, sino Cetes a mediano plazo para que las tasas de interés fueran importantes y comenzaran a desarrollar un mercado indispensable de mediano y largo plazo.
PREGUNTA: ¿De qué se arrepiente o de qué le hubiera gustado a estas alturas decir “Me hubiera gustado haber hecho esto”?
RESPUESTA: Mire, voy a cometer una indiscreción. En el gabinete económico, yo propuse que México ajustara su política económica, ¿por qué?
Porque contrariamente a la experiencia anterior, en que cualquier presidente se sentía un presidente devaluado si movía el tipo de cambio, era indispensable tener un tipo de cambio competitivo, que alentara nuestras exportaciones en el exterior.
Como lo han hecho exitosamente desde Chile, Corea, Taiwán y ahora lo chinos.
En lugar de seguir con esta política de mantener revaluado el tipo de cambio hasta provocar crisis cambiarias recurrentes y lesionar en el proceso a nuestros productores y a nuestros trabajadores vía desempleo.
Bueno, eso no lo logré, no fue posible.
LE RENUNCIA A LÓPEZ PORTILLO
PREGUNTA: ¿Por qué? ¿Cuál fue la razón por la que usted se retira o sale de la Secretaría de Hacienda en el arranque del 82?
RESPUESTA: Porque hay dos razones.
Una, porque se estaban tomando ya medidas económicas extremadamente radicales para tratar de recomponer el gobierno.
Por ejemplo, esta idea que luego resultó en el 10, 20, 30 de aumento salarial; después de la devaluación de marzo.
El 10, 20, 30 por ciento de aumento a los salarios era insostenible porque nos iba a provocar una rapidísima espiral inflacionaria que iba a romper con todos los efectos positivos que pudiera tener la devaluación anterior.
Yo me opuse. Esa fue la primera razón.
La segunda razón es de orden político. El señor presidente de la República ya había elegido a su sucesor. Entonces, necesitaba tener un secretario de Hacienda más cercano a la nueva corriente.
Esas fueron las razones que yo percibo.
PREGUNTA: ¿Qué sintió David Ibarra cuando escuchó el “ya nos saquearon, no nos volverán a saquear” y el día que se estatizaba la banca en ese informe presidencial en septiembre del 82?
RESPUESTA: Yo pienso que retóricamente fue una buena frase, pero la realidad era muy mala porque nosotros habíamos provocado el saqueo manteniendo el tipo de cambio insosteniblemente revaluado y queríamos que los mexicanos –como un solo hombre– se hicieran ultra patriotas y no sacaran un centavo al exterior.
Y porque –la razón económica fundamental– ya traíamos un déficit en balanza de pagos, insostenible, demasiado grande.
RECETA ANTIMONOPOLIOS
PREGUNTA: Don David, después de esa época, viene la época de Miguel de la Madrid, viene la época de Carlos Salinas y se da ese gran cambio económico donde todo se privatizó.
¿No es parte de todas estas cuestiones privatizadoras que se dieron con Miguel de la Madrid y luego con Carlos Salinas que el país también entra en otra dinámica que es la de, sino la creación sí la propensión a que el país terminara cayendo en grupos monopólicos u oligopólicos en distintos estratos de la producción o de los servicios?
En donde esas opciones siempre se alentaban para que se hicieran más competitivos contra la apertura extranjera, pero terminaron siendo bienes y servicios más caros que iban contra el bolsillo del consumidor.
¿Qué opina David Ibarra de esta práctica, de que en este país todo sea dos: Dos refrescos, dos cervezas, dos televisoras, dos cementeras, una o dos telefónicas?
Estamos diciendo que somos abiertos y libres, pero no podemos cotejar este país en su estructura industrial y de servicios con ningún otro porque opera al estilo más antiguo.
RESPUESTA: Déjeme decirle algo que va a contracorriente de lo que muchos piensan en este país, en el sentido de que dicen que todos los monopolios son intrínsecamente malos.
A los monopolios no se han descubierto más que tres modos de corregir los males que provocan. Un primer sistema consiste en estatizar a las empresas monopólicas, pero eso ya no está de moda.
Un segundo sistema consiste en dividirlas al estilo norteamericano.
Entonces tendríamos un problema. Nos lanzaríamos a competir en los mercados internacionales con changarros, cuando allá hay monopolios altísimamente concentrados. Bueno, quizás esto tampoco funcione.
PREGUNTA: ¿Entonces?
RESPUESTA: El tercer sistema es regularlos, pero regularlos con una condición, de que los regulados no se apoderen de los organismos reguladores y vea así lo que hizo la señora Thatcher, cuando privatizó, de manera masiva a todas las empresas portuarias inglesas.
Creó toda una horda de mecanismos reguladores e instituciones reguladoras que suplieron de alguna manera imperfecciones, mantener limitado el abuso de los monopolios y oligopolios.
PREGUNTA: ¿Y por qué no hemos podido aquí? Es que son tan grandes muchas veces esos monopolios, que el poder económico que se detenta y el poder político son los famosos poderes fácticos en todos los territorios, que terminan por ser una cofradía que protege y se autoprotege y provoca que se ponga un estado arriba de otro estado.
RESPUESTA: Por supuesto. Los poderes fácticos van a luchar en contra de que se les regule, pero el estado tiene que tener la suficiente fuerza para regularlos. Y no ir cediendo el terreno. Nosotros, primero, creamos tardíamente los órganos reguladores y luego no les dimos suficientes facultades y luego dejamos que los poderes fácticos empezaran a ganar terreno.
Esa es la situación actual. Entonces, ese es el tipo de problemas. No podemos caer en el anacronismo de privatizar a los monopolios. No podemos caer en la ingenuidad de competir con changarros en mercados internos globalizados, donde la concentración de las empresas es cada vez mayor.
¿Qué es lo que nos queda por hacer? Regularlos con fuerza, crear las instituciones, los mecanismos y las reglas de regulación.
FALLAS DE LA ELITE ECONÓMICA
PREGUNTA: Soy de la generación de los llamados hijos de las crisis. Me tocó entrar al mercado laboral exactamente cuando estaba ocurriendo la devaluación del 76. Vivimos la crisis de 82, la de 87, la de 94-95, la de 2001 y ahora la global.
Cuando uno voltea y ve que por la Secretaría de Hacienda o el Banco de México, fundamental para el desarrollo económico del país, por ejemplo, pasaron personajes con la preparación de haber sido educados en las mejores universidades, no solamente mexicanas, sino del extranjero, se pregunta uno: ¿Qué nos falló de ese liderazgo económico que en ciertos momentos cruciales parecía estar trabajando para buscar un México mejor, pero terminó heredándonos un México más desarticulado, menos asible, más injusto?
¿Solo de 1976 a la fecha, por citar el tiempo que me ha tocado vivir de cerca esto, hoy podamos decir que tenemos 45 millones de mexicanos sumidos en la pobreza? ¿Qué pasó con esta clase, con esta elite?
RESPUESTA: Ocurrieron varias cosas. En primer lugar, hubo una ideología que permeó al sector empresarial y una ideología que permeó a los funcionarios que habían ido a estudiar en el extranjero y una ideología de modernización sin crítica que –de nuevo- importamos como casi ningún otro país. Aquí se ve mal que haya fomento industrial, que los bancos de desarrollo financien a la pequeña y mediana industria.
PREGUNTA: Pero están financiando ahorita las crisis de las grandes corporaciones…
RESPUESTA: Están financiando las crisis de las grandes corporaciones y están descontando simplemente papel comercial. Esto no ocurrió en otros países. Nosotros tomamos los dogmas del exterior con demasiado rigor convencidos –yo no digo que con mala intención– de que era algo que deberíamos hacer, pero resultó que no y entonces generamos toda clase de problemas y luego iniciamos una serie de reformas parciales que no nos ayudaron a resolver el problema central que es el entramado de las reformas.
PREGUNTA: ¿Cómo desentrampar este nudo gordiano que tenemos ahorita?
RESPUESTA: Debemos empezar a resolverlo de dos lados. Primero, como ya dije, tener una política de empleo a la que se le dedique la mayor parte de las energías políticas. Dos, a cuidar el deterioro de las condiciones sociales. Tres, a hacer que esto anime la demanda interna y estimule los negocios propios.
¿Qué vamos a necesitar? Una política cambiaria distinta, una política fiscal diferente, una política financiera distinta.
Pero, además, una reforma política que no se base exclusivamente en la súper estructura del mando que le dé simplemente mayor capacidad de acción al gobierno en turno, pero que dé mayor capacidad de presión a los ciudadanos para que exijan que sus demandas se vayan cumpliendo.
LOS PECADOS DE FOX Y CALDERÓN
PREGUNTA: En el tiempo que le tocó a usted servir como secretario de Hacienda, le tocó a este país su primer boom petrolero.
Yo recuerdo que en aquel entonces tuve mis primeros viajes a Europa y donde nos sentábamos a comer éramos ¡los mexicanos!, ¡casi los dueños del mundo! porque teníamos petróleo.
No nos querían hablar en inglés porque éramos mexicanos con petróleo.
Lo que se vivió en el sexenio de José López Portillo, contra lo que se vivió en los dos últimos sexenios, el de Vicente Fox y el de Felipe Calderón, no tiene punto de comparación. Estamos hablando de casi diez a uno, los ingresos que se tuvieron bis a bis (¿?) (comparando estos tiempos con los de aquel auge).
¿Qué no pasó en estos últimos diez años, por más que hubo entradas récord de ingresos petroleros, de remesas que antes no se contaban, que no eran de la magnitud de lo que hoy se dio, ingresos de turismo y otros más?
¿Por qué a pesar de estos ingresos no vemos por ningún lado esa riqueza, sino que por el contrario, seguimos viendo el drenaje rompiéndose, inundando por cuarta, quinta o décima vez casas de gente pobre?
RESPUESTA: En México repetimos una experiencia de España y Europa cuando éramos colonia española. Los españoles se dedicaron a llevar la plata y oro mexicano, y de toda América Latina, a gastar a Europa sin fortalecer a su industria.
Esto después los economistas lo han llamado el mal holandés, que se caracteriza por recibir ingresos foráneos extraordinarios y no fortalecer las actividades industriales internas, sino fortalecer las importaciones, como ocurrió en Holanda, no hace mucho.
¿Qué es lo que hicimos? Por ejemplo, en el periodo en que usted señala, México recibía ingresos petroleros de 26 mil millones de dólares, remesas de los trabajadores por 20 y tantos mil millones de dólares y teníamos un superávit en el comercio con los Estados Unidos de 80 mil millones de dólares y todo eso se fue.
¿En qué? En varios rubros. Uno, con todos los déficits que tenemos con otros países o con otros grupos de países. Con Japón tenemos 7 u 8 mil millones de dólares de déficit.
Con Brasil, entre uno y tres mil millones de dólares. Con la Comunidad Económica Europea, nueve o diez mil millones de dólares. Se nos fue en importaciones, no en fomentar la capacidad productiva del país.
La otra parte, ¿en qué se fue? En apagar fuegos internos. Había que gastar más en oportunidades y en la creación de este nuevo sistema del Seguro Popular y mantener ese divorcio, esa duplicación de costos y esfuerzos, entre el ISSSTE y la seguridad social.
¿En qué se fue? En tratar de contratar gentes que supieran hacer las cosas. Y tenemos una explosión de los cuerpos directivos de la burocracia.
Ahí se fue el dinero en lugar de haberlo dedicado a fortalecer la infraestructura productiva del país y a producir más empleos.
Esa es la historia y ahora estamos descobijados. Porque buena parte de esos ingresos ya no son repetitivos. Ahora lo tenemos que resolver. ¿Cómo lo estamos resolviendo? Con desempleo interno, carestía, con errores gravísimos en la política contracíclica del país.
EL VACÍO DE LIDERAZGO
PREGUNTA: ¿Dentro de todo esto, dónde queda el liderazgo de México? Porque yo siento que las actuales generaciones, como las de antes, siguen volteando a buscar dónde queda el último golpe de liderazgo que se tuvo.
Hubo dos golpes de liderazgo en los últimos 15 años. El que dio en su momento Carlos Salinas, cuando llegó a transformar todo.
Y en donde –quizá por una estrategia adecuada, pero bastante mal interpretada y peor ejecutada en la cuestión de todas las corruptelas que se vivió en ese sexenio– terminó peor.
Pero donde estamos ahora también. Ahí está, ahí empieza el neoliberalismo, aunque ahora se quiera negar.
El segundo golpe de liderazgo se dio en el factor esperanza que trajo Vicente Fox con su entrada a Los Pinos.
En ambos casos hay una enorme desilusión. Del tamaño de la esperanza fue el tamaño después de la desilusión. Con Carlos Salinas no fue la esperanza sino la realidad de haber puesto en la mano de casi todos los mexicanos una tarjeta de crédito y un crédito para un automóvil y hasta para una casa y de pronto, en 1995, a tirar todo eso.
De nada vale que una persona lo haya tenido todo y luego lo pierda.
Y, segundo, el hablar de esta democracia, de este cambio, de que por fin vamos a transformar al país con Vicente Fox, volver a caer en el profundo desencanto de que por más que cambien de colores de siglas, etc., en este país termina por no pasar nada.
Le pregunto esto, porque, aunque usted es un hombre de las finanzas públicas, de la economía, también es activamente político que incluso ha llegado a navegar a contra corriente y con mucha crítica pública del que fuera su partido original o al que usted le sirviera dentro de la Presidencia.
Y estar después conectado por otros grupos más abiertos, más en contra de los regímenes en su momento.
Un hombre político muy importante, que es una firma que aparece en todos los desplegados de los intelectuales, de los artistas, de los politólogos de este país, con mucho respeto. ¿Cuál es su diagnóstico del liderazgo de México hoy?
RESPUESTA: Nosotros hemos perdido liderazgo, o más bien, los gobiernos mexicanos han perdido liderazgo en dos sentidos. Han perdido liderazgo interno. ¿Por qué? Porque como usted señaló, tenemos el 40 ó 50 por ciento de pobres, tenemos al 40 por ciento de las familias en el sector informal. Entonces, no hay respuesta a las demandas de los ciudadanos y, en contraste, la seguridad no solo la física de las personas, sino la seguridad económica, se está deteriorando gravemente.
Cada vez los trabajadores ven cómo sus salarios se encogen. Si tomamos el salario mínimo, se ha encogido más de 70 por ciento del 82 a la fecha, en términos reales.
Si vemos el salario contractual, este se ha deteriorado no menos de una cuarta parte.
Entonces, no hemos respondido a las demandas de mantener un poder adquisitivo medianamente adecuado del sector moderno de la economía.
Eso nos ha hecho perder liderazgo interno, como también el problema de la seguridad y del crimen organizado, el abandono del campo. Y también hemos perdido liderazgo externo.
México había sido siempre tradicionalmente cabeza que veían las grandes potencian en todos los asuntos de América Latina. Quizá el único competidor importante era Brasil. Eso se ha perdido.
Brasil ha resurgido política, social y económicamente, y nosotros hemos ido para abajo, y hoy en día se considera a nuestro país un Estado muy débil, tan débil que podría llegar a ser un Estado fallido.
Y eso es importante porque en la medida que uno pierde estatura externa, las demandas del país y las negociaciones que hace el país se encuentran obstaculizadas.
Fuente: Reporte Indigo
Difusión: AMLOTV
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