miércoles, 24 de febrero de 2010

Mal principio.


Mal principio.

El que desde un principio antes de que se formara la nueva OEA, hayan habido discrepancias ideológicas y palabras altisonantes entre los asistentes a la llamada Cumbre de Cancún, como las que protagonizaron Hugo Chávez y Rafael Correa, el primero Presidente de Venezuela y el segundo de Colombia.

Cumbre que seguramente servirá para lo mismo para lo que han servido todas las otras Cumbres Internacionales, en las que prácticamente no se ha logrado nada. La reciente reunión en Dinamarca es una muestra; y cuando se firmó en Kyoto el Protocolo, otra.

Ha sido un mal principio para la que se pretende sea la nueva Organización. Pues hace ver que quienes la integrarán, con la clara idea de sustituir a la decadente y pro yanqui OEA, o son trasnochados que intentan revivir el sueño del gran Simón Bolívar, o de plano son ilusos que no tiene ni idea de lo que es la realidad.

Porque como primer punto apoyar a Argentina en su reclamo a la Gran Bretaña sobre la soberanía de las islas Falkland (Malvinas para América) cuando en ellas se encuentran enormes yacimientos de gas y petróleo, es punto menos que perder el tiempo y empezar con el pié izquierdo.

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