EU-Cuba: negociaciones en la sombra
Juan Balboa
Los gobiernos de Barack Obama y Raúl Castro se envían mensajes a través de canales no oficiales, pero con personas que les son cercanas. Tal es el caso del cardenal cubano, Jaime Ortega, y del gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, quienes en agosto pasado visitaron Washington y La Habana, respectivamente. El propósito es negociar un canje de prisioneros acusados de espionaje. Incluso, el líder de la Revolución, Fidel Castro, anunció que los agentes cubanos presos en Estados Unidos estarían de regreso en la isla “mucho antes del fin de año”.
La Habana, 20 de septiembre.– Presionado por la comunidad judía, dentro y fuera de Estados Unidos, la administración de Barack Obama abrió una nueva ruta de negociación con el gobierno de Raúl Castro. El objetivo: realizar un posible canje de presos acusados de espionaje, tal como lo hicieron ambos países en los años setenta.
Desde abril pasado, Washington y La Habana recurren a la comunidad hebrea y a la Iglesia católica cubana para enviarse mensajes, dijeron a Proceso miembros de esas organizaciones religiosas.
Si las negociaciones se llevan a cabo y tienen éxito se lograría la liberación antes del fin de año del judío estadunidense Alan Gross –quien se encuentra preso en Cuba– y de al menos dos de los cinco agentes de inteligencia cubanos recluidos en cárceles de Estados Unidos: Gerardo Hernández Nordelo y Ramón Labañinos Salazar. El primero sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años, y el segundo a una cadena perpetua más 15 años.
Los restantes agentes cubanos presos son: Antonio Guerrero Rodríguez (una cadena perpetua más 18 años), Fernando González Llort (19 años de prisión) y René González Sehwerert (15 años de prisión).
Los signos de que Washington y La Habana negocian son ya evidentes: a principios de agosto pasado, el cardenal Jaime Ortega –quien medió en la liberación de presos políticos que recibe gradualmente España– viajó a Washington y se reunió con funcionarios del gobierno estadunidense; a finales de ese mismo mes, Bill Richardson, gobernador de Nuevo México y político cercano a Obama, viajó a Cuba y se reunió con el canciller de la isla Bruno Rodríguez Parrilla.
Ortega y Richardson participan como “mensajeros, más no como mediadores”, comentaron a Proceso diplomáticos suizos, españoles y canadienses.
El cubano Arturo López-Levy, profesor e investigador de la Universidad de Denver, recuerda que durante las conversaciones de Ortega con funcionarios estadunidenses “se solicitó la liberación de Alan Gross”.
Gross trabajaba para Development Alternatives Inc. (DAI), empresa con sede en Bethesda, Maryland, la cual es contratista de la Agencia Internacional del Desarrollo de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés). Fue detenido el pasado 3 de diciembre en La Habana. Las autoridades de la isla lo acusaron de estar relacionado con presuntas actividades de espionaje de Estados Unidos, así como de distribuir entre disidentes computadoras portátiles, teléfonos satelitales y equipo técnico.
Para el investigador Esteban Morales, miembro del Consejo Científico del Centro de Estudios Hemisféricos sobre Estados Unidos, de la Universidad de La Habana, la liberación o intercambio de presos es factible debido a que el presidente Barack Obama tiene la facultad para indultar a los cinco cubanos acusados de espiar para La Habana, a quienes, asegura, no se les ha demostrado delito alguno.
“Es una verdadera vergüenza que tengan presos a esos muchachos, mientras terroristas como Luis Posada Carrilles y Orlando Bosh (autores del atentado que derribó un avión de Cubana de Aviación en 1977) se pasean por las calles de Miami”, señala.
La revelación más precisa sobre los avances de las negociaciones para el canje de presos la hizo el expresidente Fidel Castro. Durante una reunión celebrada el pasado 26 de julio en La Habana, con artistas, cantantes, intelectuales y miembros de organizaciones religiosas, anunció que los cinco cubanos encarcelados en Estados Unidos desde hace 12 años estarían de regreso en la isla “mucho antes del fin de año”.
“Tú te imaginas que los cinco compañeros que están allí, separados en las cárceles, y que (los estadunidenses) no tengan el menor gesto de ponerlos en libertad. Son cinco seres humanos separados de la familia”, criticó.
Luego se comprometió: “Y los van a tener que soltar. Yo ahora creo, más que nunca, que están muy cerca de que los suelten”.
Y fue más allá: “El fin de año pueden prepararse ya. Pero mucho antes del fin del año. Me responsabilizo con decírselo a las familias”.
A tono con las palabras del exmandatario, Adriana Pérez, esposa de Gerardo Hernández, quien purga en Estados Unidos dos cadenas perpetuas más 15 años, la mayor condena impuesta a los agentes cubanos, dijo el pasado 1 de agosto que “el gesto está allá (Estados Unidos). Cuba ha liberado a esos presos”, en referencia a los 32 de los 56 disidentes cubanos que fueron excarcelados gracias a las negociaciones de la Iglesia católica con el gobierno de la isla.
Argumentó: “Estados Unidos liberó a los espías rusos que habían entregado documentos secretos al gobierno de su país. Sin embargo, los cinco cubanos, que no buscaron información secreta, que no atentaron contra la seguridad de Estados Unidos, se mantienen en prisión. Esto es un chantaje y presión contra los cubanos”.
En las sinagogas cubanas…
El pasado 30 de agosto, el expresidente cubano Fidel Castro realizó una visita al Acuario Nacional de Cuba. Estuvo acompañado por, entre otros, la presidenta de la Comunidad Hebrea de Cuba, Adela Dworin. Ese fue un signo que a nadie escapó: desde la detención de Gross, esta organización religiosa ha tenido mayor protagonismo y acercamientos con funcionarios del gobierno de Raúl Castro.
De hecho, en Beth Shalom, una de las seis sinagogas activas en Cuba, los judíos oran por la liberación de Alan Gross.
“Gross no fue detenido por ser judío”, señala el profesor López-Levy. “Tampoco por ayudar a la comunidad hebrea en la isla. Lo detuvieron –precisa– por viajar a Cuba para implementar un contrato del gobierno de Estados Unidos, comprendido en la sección 109 de la ley Helms-Burton”.
Y es que, recuerda López-Levy, “la comunidad hebrea cubana ya tenía un laboratorio de computadoras (donado por una judía cubanoestadunidense a través de la organización judía ORT), correo electrónico y acceso a internet antes de que Gross llegara a La Habana”.
Explica que “delegaciones judío-estadunidenases viajan a Cuba todos los meses y comparten información sobre Estados Unidos, Israel y el judaísmo mundial. Muchos miembros de esas delegaciones discrepan de las posiciones del gobierno cubano”.
López-Levy conoce este tema: fue secretario de la logia Bnai Brith de la Comunidad Hebrea de Cuba y presidente de su Comisión de Cultura y Diálogo Interreligioso.
Cuenta: “Todos los religiosos cubanos, judíos y no judíos, con los que conversé, reafirmaron la importancia de pedir a Dios por la salud y el pronto reencuentro de Alan y su familia, y que las autoridades cubanas traten el caso con la mayor humanidad posible”.
Rechaza que exista vínculo alguno entre las actividades de Gross y los judíos que radican en la isla. “Usar la sinagoga para conspirar, de común acuerdo con el gobierno estadunidense, pondría en peligro la necesaria cooperación con las autoridades cubanas para actividades tales como la emigración a Israel, la ayuda humanitaria y el contacto con judíos de otras latitudes”.
Mensajeros
A principios de agosto, el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, viajó a Washington. El 3 de ese mes se reunió con, entre otros, Arturo Valenzuela, secretario de Estado Adjunto para el Hemisferio Occidental, y James Jones, consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
Orlando Márquez, portavoz del arzobispado de La Habana, negó a finales de agosto que el cardenal Ortega haya tocado durante sus reuniones en Washington el tema de los cinco cubanos presos en territorio estadunidense.
Sin embargo, diplomáticos de Suiza, España y Canadá, consultados por el corresponsal, dicen que Ortega notificó al gobierno de Obama el interés de La Habana por lograr el intercambio de presos acusados de espionaje. Además, el cardenal habría pedido a Estados Unidos acoger a presos políticos cubanos excarcelados por mediación de la Iglesia católica, la mayoría de los cuales viajó a España.
En mayo pasado, el cardenal Ortega, en nombre de la Iglesia católica cubana, sostuvo un amplio e insólito diálogo con el presidente Raúl Castro. Después de décadas de choque, el gobierno reconoció a la Iglesia católica como uno de sus interlocutores sobre la situación del país, incluidos los presos políticos.
Una fuente religiosa reconoció que en la agenda entre el cardenal Ortega y el presidente Castro se encuentra la posible intervención de la Iglesia católica para lograr la liberación de los cinco cubanos detenidos en Estados Unidos.
El tema no es nuevo. En la segunda quincena de agosto de 2009, el obispo de Orlando, Thomas Wenski, quien realizó una visita a La Habana junto con otros religiosos estadunidenses, reconoció que había tratado el tema de los presos en cárceles de Cuba y Estados Unidos con el presidente del Parlamento de la isla, Ricardo Alarcón.
El viaje del jerarca católico fue precedido por unas declaraciones de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien dijo que Estados Unidos busca “por todos los canales disponibles” la liberación de Gross.
Por su parte, Richardson llegó a La Habana el pasado 22 de agosto con el aparente propósito de promover las exportaciones agrícolas de su estado y vender a la isla productos como chile y nueces, los cuales, por cierto, casi no se consumen en el país.
A Richardson, exembajador de Estados Unidos en la ONU, se le reconoce su talento para negociar con gobiernos comunistas, como los de Corea del Norte, Vietnam y Cuba. En 1996 logró la liberación de tres presos políticos cubanos.
Según las citadas fuentes diplomáticas, Richardson traía en su agenda explorar con el gobierno de Raúl Castro el tema del eventual intercambio de presos. Se reunió con el ministro y el viceministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla y Dagoberto Rodríguez Barrena, respectivamente. Este último es el jefe de la delegación cubana que ha participado en tres encuentros con una delegación oficial de Estados Unidos para tratar el tema migratorio entre ambos países.
Richardson se dijo satisfecho de sus encuentros con altos funcionarios cubanos, a quienes conminó a dejar en libertad al contratista Gross, pues, dijo, “puede ser un gesto muy positivo”.
El 27 de agosto, antes de dejar La Habana, Richardson dijo que no era un “enviado especial” o “mensajero” del gobierno de Obama. Sin embargo, reconoció que el Departamento de Estado le había pedido solicitar a Cuba la liberación del contratista Gross. l
Fuente: Proceso
Difusión AMLOTV
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