jueves, 22 de abril de 2010

Ratzinger y los abusos


Ratzinger y los abusos
Francisco Olaso


BERLÍN, 21 de abril (apro).- ¿Qué sabía Joseph Ratzinger de todo esto?

Ninguna pregunta causa mayor escozor entre la jerarquía eclesiástica. La Iglesia católica sigue empantanada en el escándalo de abusos sexuales a menores, a cargo de religiosos católicos. La multiplicación de casos denunciados en Alemania, a partir en enero último, se extendió a Holanda y Austria, y atizó los escándalos ocurridos en Estados Unidos, Irlanda, Australia y el de Marcial Maciel en México.

La prensa se ha hecho eco de los testimimonios de las víctimas, un rosario de sufrimientos infligidos a niños y adolescentes por sus maestros y guías espirituales, con secuelas a menudo irreversibles en la vida adulta. La prensa hurga además en la trama de complicidades que ha posibilitado que gran parte de estos delitos se ocultaran tras un grueso manto de silencio.

Numerosas víctimas, organizaciones laicas y medios de prensa acusan al actual papa Benedicto XVI de inacción o encubrimiento frente a los abusos.

Se basan en algunos casos puntuales, ocurridos cuando Joseph Ratzinger estaba al frente del arzobispado de Munich y Friesing (1977-1981) o de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el máximo tribunal eclesiástico (1982 y 2005).

El Vaticano ve en estas denuncias una campaña que pretende salpicar al Papa a toda costa. En algunos casos notorios, se ha intentado derivar la responsabilidad de Ratzinger hacia sus subalternos.

El escándalo socava la credibilidad de la Iglesia católica. En Alemania ha crecido el número de católicos que renuncian a la Iglesia, con lo cual ésta deja de percibir el impuesto religioso que paga cada miembro.

En un hecho insólito, el 13 de abril la casa natal de Ratzinger fue pintarrajeada con una leyenda alusiva a los abusos. La iniciativa laica Wir sind Kirche (Somos Iglesia) exige una reformulación de la enseñanza sexual católica, y una amplia discusión acerca del celibato sacerdotal.



Traslados



En 1980, el entonces arzobispo Joseph Ratzinger aprobó el traslado a Munich desde la ciudad de Essen del capellán Peter H., de 32 años, para que se sometiera a una terapia en la ciudad bávara. En Essen, Peter H. había sido denunciado por abusar sexualmente de un niño de 11 años, durante un viaje de vacaciones en 1979. Los padres de otros dos niños también habían denunciado al clérigo.

Durante la terapia en Munich, Peter H. desempeñó tareas eclesiásticas. “No queríamos que después de su hora de terapia estuviera todo el día sin hacer nada”, se ha justificado frente al periódico Sueddeutsche Zeitung el entonces vicario general de Munich, Gerhard Gruber, quien hoy tiene 80 años.

Al finalizar la terapia, en 1980, Peter H. se reintegró a la tarea pastoral. El exvicario Gruber dijo lamentar la medida, a la que hoy considera “un grave error”. En un intento por apartar a Joseph Ratzinger del caso, asumió totalmente la responsabilidad por la decisión.

El arzobispado de Munich y Friesing, a cargo de la investigación de hecho, ha negado que Ratzinger estuviera al tanto del regreso del clérigo a la tarea pastoral.

El New York Times, por el contrario, sostiene que el entonces arzobispo recibió una copia de la noticia. “La existencia de esta información fue confirmada por dos representantes de la Iglesia”, sostuvo el pasado 26 de marzo Spiegel online.

En 1986, Peter H. fue acusado nuevamente de abuso sexual contra menores a su cargo. Fue condenado a 18 meses de prisión en suspenso y al pago de una multa de 4 mil marcos. La reincidencia no bastó para que la Iglesia lo suspendiera. Fue trasladado a un hogar de ancianos y más tarde a una parroquia del norte de Baviera, donde volvió a asumir tareas pastorales.

En 2008, luego que una antigua víctima de Essen elevara una queja contra el sacerdote pedófilo, fue trasladado al pueblo de Bad Tölz. Peter H. fue suspendido recién en marzo de 2010, cuando el escándalo de abusos sexuales ya había cobrado una dimensión global.

“¿Qué es lo que muestra el caso?: ¿Descuido? ¿Ignorancia? ¿Dolo?”, se preguntó el pasado 25 de marzo el periódico Die Zeit. Y se contestó: “El caso es significativo, porque el arzobispo actuó como la mayoría de los dignatarios durante esos años. En 1980, Joseph Ratzinger era parte del problema que ahora lo aqueja.”



Dando largas



Los casos de los sacerdotes pedófilos estadunidenses Lawrence Murphy y Stephen Kiesle, develados por el New York Times, salpican también a Ratzinger.

Murphy dirigió entre 1950 y 1974 el Instituto para Sordomudos de St. John en Wisconsin. Se le acusa de haber abusado de hasta 200 de sus pupilos. La Congregación para la Doctrina de la Fe se negó a suspenderlo de su cargo, a pesar de que el entonces arzobispo de Milwaukee, Rembert Weakland, le describió la situación al prefecto Ratzinger en varias cartas, la primera fechada el 17 de julio de 1996. Weakland recibió una contestación recién en marzo de 1997, de parte del cardenal Tarcisio Bertone, entonces mano derecha de Ratzinger, y actual secretario de Estado del Vaticano. Allí constaba que se llevaría a cabo un juicio canónico contra el clérigo, de manera absolutamente secreta.

En carta del 12 de enero de 1998, Murphy apeló ante el prefecto Ratzinger, invocando su mal estado de salud. El sacerdote pedófilo murió meses más tarde. Fue velado el 2 de septiembre de 1998 dentro de su Iglesia.

El sacerdote californiano Stephen Kiesle fue condenado por pedofilia en 1978. En 1982, el obispo de Oakland, John Cummins, abogó ante el Vaticano para que se le retiran los hábitos.

Tres años más tarde, a través de un escrito firmado por Ratzinger, se les comunicó que la decisión requería de más tiempo. Entre 1985 y 1987, en que finalmente se lo despojó de los hábitos, Kiesle trabajó con niños.

El 7 de abril pasado, la revista alemana Stern sostuvo que Ratzinger había archivado las denuncias por pederastia contra el sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

La acusación contra el papa Benedicto XVI coincide con la que ya hicieran algunas víctimas del cura pederasta, como los exlegionarios mexicanos José Barba y Alejandro Espinosa.

El Vaticano, a través de su vocero, Federico Lombardi, aseguró que, por el contrario, “fue justamente el servicio de Ratzinger, a la cabeza de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el que hizo avanzar el procedimiento”.

Y recordó el castigo que Benedicto XVI le impuso en 2006 al sacerdote mexicano, cuando lo relegó a “llevar una vida reservada de oración y penitencia, alejado de todo ministerio público”.



Secreto pontificio



El 18 de mayo de 2001, en su reglamento ejectuvo titulado Sobre faltas graves, el entonces cardenal Ratzinger dejó en claro que el abuso sexual de menores es un delito grave y que en adelante sería juzgado sólo por la Congregación para la Doctrina de la Fe, el tribunal al que se someten tanto el clero como los creyentes, y del cual Ratzinger, como prefecto, era el máximo juez.

El escrito obligaba a los obispos de todo el mundo a comunicarle cada caso de abuso sexual, exigiéndoles extrema confidencialidad al respecto. Sobre el tema pesaba el secreto pontificio.

Es decir, que cada caso se zanjaría lejos de los juicios de la justicia ordinaria, la prensa y la opinión pública. En sólo dos años, llegaron a su oficina más de 3 mil denuncias, según publicó Die Zeit en su edición del 25 de marzo último.

“Ratzinger era desde 1982 jefe del sector del Vaticano encargado de temas de abuso sexual. Nadie dentro de la Iglesia sabía más que él sobre la verdadera dimensión de los abusos sexuales en todo el mundo. ¿Quién, si no él, es reponsable de este curso de la Iglesia?”, señaló el 20 de marzo Spiegel online.

“A causa del secreto absoluto, la silenciosa Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano atrajo de hecho todos los casos importantes de delitos sexuales de clérigos, que llegaron entre 1981 y 2005 al escritorio de su prefecto, el cardenal Ratzinger”, escribió el 27 de febrero el reconocido teólogo alemán Hans Küng en el periódico Suedeutsche Zeitung.

“La veracidad exigiría que el hombre que tiene desde hace décadas la responsabilidad principal en el encubrimiento, justamente Joseph Ratzinger, exprese su ‘mea culpa’.”, escribió Küng en el mismo periódico, pero en su edición del 3 de marzo.

Y apuntó: “Frente a ningún otro hombre de la Iglesia han llegado tantos casos de abuso sexual como al escritorio de Ratzinger.”

Cada acusación en contra de Ratzinger choca con la defensa cerrada del Vaticano, que ve en las revelaciones incómodas como piezas de una conspiración de la prensa.

Charles Scicluna, “abogado de la justicia” dentro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cree que la mera sospecha de que el Papa ha cometido encubrimiento es falsa y difamatoria.

El propio Benedicto XVI, a comienzos de la Semana Santa, sostuvo: “La creencia en Jusucristo le da a uno una fortaleza para no atemorizarse por la palabrería fútil de la opinión dominante”.

Fuente: Proceso
Difusión AMLOTV

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