viernes, 16 de abril de 2010

El miedo no anda en burro

Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre

Usted ya puede dormir tranquilo. El oportuno enmendador de la plana de lo trascendente y lo secundario que no gusta o molesta hasta la irritación a Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, aclaró que generales del Ejército, valga la redundancia, no se resisten a participar en la Guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, ordenada de manera improvisada e inconsulta por el primero, al comenzar su impugnado gobierno.
Fernando Francisco Gómez-Mont Urueta dijo en conferencia de prensa convocada para el efecto, que en ningún momento fue emitida la expresión “resistencia” por Guillermo Galván Galván en la reunión que sostuvo el Gabinete de Seguridad Nacional y la Junta de Coordinación Política del Senado.
Pero más tardó el secretario de Gobernación en aclararlo, en una obsesiva actitud de actuar como vocero presidencial, que varios senadores en reconfirmar que el divisionario “reiteró que las fuerzas armadas requieren un nuevo marco regulatorio, ya que el actual no es suficiente e inhibe la actuación de algunos generales, por el temor de ser juzgados en el futuro” (La Jornada, 14-IV-10, p. 7).
¿Quién se acerca más a la verdad? Supongo que los senadores que omitieron sus nombres, pero los reporteros Andrea Becerril y Víctor Ballinas los identificaron. Además de que el señor del marcapaso gástrico requiere con urgencia de otro, para la incontinencia verbal y el lenguaje de oficinista bravucón frente a los capos del narcotráfico. Simultáneamente, es un permanente justificador de los militares involucrados en el asesinato de inocentes, torturas, robos, secuestros y abusos sexuales que mantienen aterrorizadas a ciudades y regiones completas.
“Daños colaterales”, los llamó el secretario de la Defensa, en copia del lenguaje de los jefes de los invasores de Irak y de Afganistán. Enseguida fue objeto de la crítica puntual de Naciones Unidas en México, Amnistía Internacional y varios organismos civiles. Cabe una pregunta: Si Martín y Bryan Almanza Salazar, los más recientes asesinados desde un inconstitucional retén militar, como toda la guerra de Calderón Hinojosa, fuesen hijos de éste o nietos del divisionario, también los denominaría daños colaterales?
Queda muy claro que el miedo no anda en burro por más estrellas que se porten en el uniforme y mejores sueldos y prestaciones que otorgue el comandante supremo; menos aún después de 20 mil 868 personas muertas en 40 meses de guerra para hacerle el trabajo sucio al gobierno de Estados Unidos sin la menor reciprocidad; a la vez que el incremento del consumo de drogas en México pasó de 3.3 por ciento en 1992, a 6.5 por ciento en 2009, de acuerdo al Consejo Nacional contra las Adicciones; en tanto que el poderío económico, financiero y bursátil de los cárteles se mantiene intocado.
Galván y Gómez-Mont solicitaron a los legisladores “instrumentos jurídicos” para “atacar el corazón del crimen organizado”. Es decir, Calderón los lanzó a lo borras a una aventura militar, además sin ningún sustento constitucional, sólo para legitimarse en el poder. Y ahora les urge “un marco jurídico” para que más temprano que tarde no sean juzgados, como en forma limitadísima lo fueron otros por la llamada Guerra sucia.
Todo indica que la ley de seguridad nacional podría ser la vía para que los soldados vuelvan a los cuarteles en un plazo de 90 días o más --aunque no pocos militares adscritos a la Policía Federal permanecerán en las calles--, limitar el fuero de guerra, acotar el protagonismo desbordado de las fuerzas armadas y limitar las atribuciones presidenciales. Todo lo contrario a la iniciativa que envió el Soldadito de plomo.
La actitud aperturista de Galván ante los senadores no es más que el reconocimiento del fracaso del alto mando militar en una aventura que, en los hechos, está siendo revisada mientras el discurso la defiende sin matices y la proyecta para 10 años.
Acuse de recibo
Dos comentarios sobre Preguntas de Silvio (14-IV-10). Una, de Francisco Portillo Ruiz, Alán: “Es una verdadera desgracia la muerte del disidente cubano Orlando Zepeda Tamayo y del disidente mexicano Emmanuel D'Herrera Ariscorreta. En ambos casos se violaron los derechos humanos. También es cierto que entre los artistas hay algunos que sirven al sistema por conveniencia o por convicción y hay otros que disienten. Silvio Rodríguez no podrá cantarle a Orlando, pero tal vez haya un artista mexicano que le componga un corrido a Emmanuel o a ambos”. Otra, de Ramsés Ancira: “Yo tampoco le compro su discurso a Silvio Rodríguez. Me parece que cualquiera que esté dispuesto a dejar de comer hasta morir para defender su causa, es más digno de crédito que un gobierno que está dispuesto a la ignominia para defender al status quo. Lo que sí creo es que habría que tener el mismo rasero para juzgar a los que matan niños en retenes militares, a los que matan periodistas desde un helicóptero del Ejército de Estados Unidos, o a los palestinos que igual se ponen en huelga de hambre por los abusos de los carceleros israelitas”.
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