Carta abierta al presidente Felipe Calderón
Señor Presidente:
En Ciudad Juárez nos lastima ser la comunidad más insegura, violenta e ingobernada del mundo. En la frontera enfrentamos cada día como un reto frente a la vida y la muerte. A la cifra de ejecuciones, misma que se ha duplicado desde que inició su embestida contra el crimen, se han sumado innumerables acciones que padecemos el grueso de los ciudadanos. Antes los narcotraficantes eran las principales víctimas de la violencia; hoy los más afectados somos los juarenses productivos y honestos.
Las pérdidas económicas son incuantificables. Más lo son las humanas. No hay lugares para convivir sanamente: comer en un restaurante, celebrar una boda o una graduación, son actividades de alto riesgo. No sólo son extorsionados los grandes empresarios o los profesionistas de la clase media, también los trabajadores de las maquiladoras y los vendedores ambulantes.
En lo personal, y como un ciudadano más, lamento que mis hijos no puedan vivir con un mínimo de libertad. Para mi familia es común escuchar balaceras y hemos sido testigos de asesinatos. Conocemos personas que fueron ejecutadas. Amigos nuestros han sido secuestrados. Hemos sufrido varios asaltos. Hasta mi propio domicilio fue penetrado por militares. La semana pasada mi familia recibió la amenaza de que debemos pagar “la cuota” o alguno de nuestros miembros será secuestrado.
Lo triste es que nuestra situación no tiene nada de extraordinario, es la realidad de cualquier familia juarense. Ese es el verdadero saldo de la guerra contra el narcotráfico. Las estadísticas de supuestos criminales arrestados y de “dosis que no llegarán a las calles” pregonadas por la propaganda del gobierno federal no compensan la angustia de los padres forzados a pagar para que las escuelas de sus hijos no sean ametralladas, la histórica ola de secuestros y, sobre todo, el dolor de ver que nuestra forma de vida está marcada por el terror a convertirnos en víctimas. Por ello, durante el último año tres mil familias han abandonado Ciudad Juárez, en un éxodo de miedo y desesperanza.
Mi reconocimiento a su valentía para iniciar la guerra es de todos conocido, público y publicado, reiterado en foros nacionales y extranjeros. No le he escatimado mi apoyo ni el de la organización internacional que presido. Sin embargo, ha llegado el momento de señalar con toda firmeza que su decisión es tan acertada como errada es la estrategia: los resultados están a la vista de todos, estamos ante una guerra fallida, ante un estéril derramamiento de sangre que me impele a pedirle que asuma la responsabilidad de la tragedia en Ciudad Juárez. Enviar al Ejército y a las fuerzas de la policía federal no justifica su ausencia en esta comunidad fronteriza.
A pesar de su lealtad y su entrega, que reconozco y agradezco, la presencia de militares y de policías federales no ha pasado de tener efectos escenográficos. Los resultados positivos, que son admirables, no alcanzan a compensar los resultados negativos. No hay margen para interpretaciones: es evidente el dramático incremento en la violencia que la guerra por usted declarada trajo a la frontera. Reconózcalo, señor Presidente.
Necesitamos que usted apoye de manera pública un cambio a esta estrategia fallida, que no implique apostar más vidas humanas. Ya no basta con intenciones, discursos ni muestras de solidaridad. Es indispensable que comprometa su palabra y haga evidente su responsabilidad en esta gravísima situación. También es imprescindible su presencia en esta ciudad, atendiendo la invitación que le han formulado todos los sectores de esta comunidad doliente que desea expresarle su apoyo y coordinar acciones eficaces con su gobierno.
En este día que celebramos el 350 aniversario de la fundación de nuestra ciudad, quiero pedirle respetuosamente, a nombre de los juarenses, que atienda a Ciudad Juárez como prioridad del Estado mexicano y que reflexione sobre el saldo sangriento que su decisión provocó en la vida de esta comunidad fronteriza que tanto le ha dado a la República.
Cualquier líder —cualquiera— puede iniciar una guerra, pero muy pocos son capaces de terminarlas con éxito. Por ello, usted debe decidir qué papel jugará en la historia de Ciudad Juárez y de México.
Me sumo al “ya basta” que miles de juarenses acaban de expresar en la marcha por la paz. Ni un muerto más.
Los habitantes de Ciudad Juárez necesitamos su apoyo decidido de forma inaplazable. Es vital que muestre esa misma valentía que mostró para iniciar la guerra contra el crimen organizado, pero ahora para terminarla. Si en la aurora de su sexenio se distinguió por ser un presidente de guerra, ahora que inicia el ocaso nos urge que sea un presidente de paz y que así se le recuerde.
Respetuosamente,
Manuel Espino Barrientos
Fuente: Milenio
Difusión: AMLOTV
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